Siempre que voy a un nuevo centro, cuando tengo la suerte de impartir algún curso, o recibirlo, me fijo en los pasillos del edificio. Normalmente los pasillos reflejan la vida del centro. Lo que se hace, lo que no se hace, las dinámicas de aula, los ruidos y los silencios. Son como una mesa de trabajo de cualquier taller. Reflejan el día a día y los proyectos que están en marcha, lo que queda por hacer y el camino recorrido.
Hay pasillos y pasillos. A mi me gustan los que están a medio hacer, los que tienen mucha faena pendiente. Los que te muestran que se ha roto la dinámica única de clase en la que la chavalería está sentada cinco horas recibiendo información para pasar a ser el protagonista de la acción.
Un pasillo a medio hacer dice mucho sobre cómo se construye el conocimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario