AL OTRO LADO
Al otro lado del estrecho se habla español. Necios son los que quieren mirar para otro lado pensando que el rumor del pueblo que habitó allí se ha diluido con el tiempo, o no existió o no es importante. Español es el idioma que susurra el siroco a su paso por una tierra oscura, como la piel de quien lo habita y no es menor, ni diferente, al que hablamos tú y yo. Ese otro español lo habla el pueblo saharaui, que ha sido mutilado en el alma porque se le despojó de su tierra, y que si no es la tierra el alma de su pueblo, más todavía en el desierto, donde la libertad se siente más que en ningún otro lugar del mundo.
Al parecer aquí, a este lado de la frontera, se entiende que esta particularidad no debe ser apreciada, ni mucho menos defendida. No es que se desprecie, ni critique, es que simplemente se vive a espaldas de ella. Hablamos de la invisibilidad de un pueblo que hicimos hermano, la provincia 53, y que abandonamos a su suerte un 27 de febrero, mejor dicho, a la suerte de un vecino crápula, que no dudó un segundo en acosar y derribar las ansias de libertad de los saharauis. De hecho la entrada del ejército marroquí en el Sáhara revistió auténticas características de genocidio y en las primeras semanas, las fuerzas de Hassan II machacaron a cuarenta mil civiles con napalm y fósforo blanco, armas prohibidas por la ONU. Besa la mano que no puedes cortar dice un dicho saharaui y bien que el imaginario español querría cercenar la historia en este caso, pero lejos está de besar las ásperas manos de las mujeres del desierto que tanto han trabajado y trabajarán por el futuro de su pueblo.
A pesar de todo y contra el empeño de muchos, la fuerza de sus habitantes es cada vez mayor. Y a pesar de todo hoy se sigue luchando, cada uno como puede. Muchos salen al extranjero, aprenden, más tarde vuelven para aplicar lo aprendido. Las mujeres crían a los niños, cuidan de los ancianos. Su voz en el exilio grita con fuerza, clama por la dignificación del ser humano, porque su lucha es particular pero también es universal. Si su espíritu se olvida, como legitimar otras causas justas. Y aunque algunos se empeñen en calificar su causa como perdida, es precisamente sobre el vacío donde mejor se escucha el eco de los tambores. Así que podremos mantenernos callados por toda la eternidad, pero las montañas de Tiris seguirán allí, resistirán al paso del tiempo, contemplarán una y otra vez las arenas batidas por el siroco, arenas del llanto de un pueblo, pero quien entiende que este pueblo llora arena porque de la arena emergió y fijaros lo grande que es el desierto.
Dicen que nunca llueve sobre El Sahara, más bien yo diría que nunca ha parado de llover y que después de la tormenta llegará la calma y… ¿Por qué no va a salir el Sol?