La depresión perinatal puede suceder durante el embarazo o en cualquier momento durante el primer año tras el parto, por tanto es mejor ese nombre que el más conocido de depresión postparto. Puede presentar síntomas depresivos leves o graves y los más frecuentes
son:
- Sentimiento de tristeza, desesperanza, sentirse vacía o abrumada.
- Llorar más de lo normal o sin una razón aparente.
- Preocupación o sentimiento de ansiedad.
- Sentirse con un ánimo cambiante, irritable o incapaz de descansar adecuadamente.
- Dormir en exceso o ser incapaz de dormir incluso cuando el bebé está descansando.
- Tener dificultades para concentrarse, recordar detalles o tomar decisiones.
- Experimentar enfado o rabia.
- Pérdida de la libido.
- Perder interés en actividades que normalmente se disfrutaban.
- Sufrir de dolor físico, incluyendo dolores de cabeza, problemas estomacales y molestias en músculos y articulaciones.
- Comer demasiado o demasiado poco.
- Alejamiento de amigos y familiares.
- Dudar de una forma constante de su capacidad para cuidar del bebé.
- Tener dificultades para sentirse unida emocionalmente al bebé.
- Tener pensamientos de dañarse a sí misma o al bebé.
Afecta a una de cada siete mujeres y se considera la complicación más frecuente del embarazo. Lo que los anglosajones llaman «baby blues», la tristeza tras el parto, es otra cosa: suele suceder justo después de dar a luz y puede incluir llanto frecuente, irritabilidad, fatiga y ansiedad, síntomas que normalmente desaparecen en un plazo de diez días. Afecta al 80% de las nuevas madres.
Las causas de la depresión perinatal no están claras pero se cree que influyen los cambios hormonales, en los que hay un rápido descenso de la concentración de hormonas en el cuerpo, en particular de estrógenos y progesterona. Esto genera cambios químicos en el cerebro que pueden inducir las alteraciones en el estado anímico. Además, muchas madres tienen dificultades para el descanso que necesitan para recuperarse completamente de haber dado a luz. La privación constante de sueño puede llevar a una situación de malestar físico y agotamiento. La depresión perinatal puede afectar a cualquier mujer independientemente de su edad, grupo social o étnico y de su situación económica.
Entre los factores de riesgo para sufrir una depresión perinatal está tener una historia personal o familiar de depresión y haber tenido experiencias que generen estrés, entre las que están un divorcio reciente, haber perdido o dejado el trabajo o un problema en la relación de pareja; complicaciones en el parto, incluyendo nacimientos prematuros o tener un bebé con necesidades médicas; consumo de alcohol y otras drogas; falta de apoyo por parte de la pareja, la familia o los amigos; ser la víctima de violencia doméstica o abusos; ser madre soltera o haber tenido un embarazo adolescente o tratarse de un embarazo no deseado o , al menos, no planificado. Una situación socioeconómica difícil aumenta estos riesgos: se calcula que un tercio de las mujeres con bajos ingresos desarrollan depresión durante o después del embarazo y sería conveniente que cualquier mujer en una de estas situaciones pueda buscar apoyo psicológico para prevenirlo y afrontarlo.
Las mujeres que han recibido algún tipo de apoyo psicológico tienen una probabilidad un 39% menor de desarrollar este tipo de depresión. Lo más utilizado es terapia cognitivo conductual, que ayuda a la mujer a explorar sus sentimientos y expectativas para ayudar a crear un ambiente saludable y sólido, donde el niño pueda desarrollarse con normalidad. También se usan terapias interpersonales donde suelen utilizarse ejercicios de rol y se practican estrategias de afrontamiento para ayudar a manejar el estrés y a solventar los conflictos en las relaciones.
Un grupo de trabajo de Estados Unidos ha estado explorando las posibles estrategias de prevención. Entre otras han analizado la actividad física, la educación, el yoga, la escritura creativa, el consumo de ácidos grasos omega-3, los consejos sobre el sueño del bebé y la prescripción de antidepresivos. Analizaron cincuenta estudios diferentes pero los que presentaban resultados positivos eran mínimos: los que analizaban la actividad física y tres en Europa (Reino Unido y Holanda) que incluían visitas domiciliarias por matronas y otros especialistas sanitarios. La evidencia no era contundente salvo en el consejo psicológico.
Dos programas que funcionaban bien eran Mothers & Babies (
www.mothersandbabiesprogram.org) y Reach Out, Stay Strong, Essentials for New Moms, o ROSE (
https://www.publichealth.msu.edu/flint-research/the-rose-sustainment-study), que normalmente se explica en cuatro sesiones durante el embarazo y una después del parto. El programa ROSE ha sido analizado en cinco ensayos clínicos encontrando que reduce a la mitad el riesgo de depresión perinatal en mujeres con bajos ingresos.
El panel de expertos también buscó señales de daño en alguno de estas estrategias de prevención. Lo mas reseñable fueron dos pequeños estudios sobre antidepresivos donde en un caso (Zoloft) se veía cierta sensación de mareo y letargo y en otro (Pamelor) de estreñimiento. Eso no quiere decir que la medicación antidepresiva sea mala, está diseñada para eso, pero los estudios no sugieren que tenga una gran eficacia para prevenir la depresión asociada con el embarazo antes de que se desarrolle.
La depresión postparto también puede afectar a los padres, en torno al 4-25% pueden experimentarla, pero la cifra más habitual es un 10%, uno de cada diez, y afecta más a hombres cuya pareja también está deprimida. En la actualidad los hombres que se convierten en padres se espera de ellos que estén mucho más implicados con el bebé y con su pareja que lo que lo hicieron sus padres pero al mismo tiempo la formación disponible y el apoyo existente es muy limitado con lo que los nuevos padres a menudo se sienten en la encrucijada de sentir que deberían estar haciendo más y, por otro lado, no saber muy bien cómo hacerlo.
El nacimiento de un hijo es uno de los sucesos más estresantes que afrontan los parejas (también de los más gratificantes) y la satisfacción conyugal puede estar afectada durante el primer año. En condiciones normales, los hombres se apoyan en sus parejas en su necesidad de apoyo pero en esos casos la pareja está trabajando en su propia transición y como resultado muchos hombres tienen dudas a la hora de hablar con su mujer sobre su experiencia y sentimientos.
Las preocupaciones más comunes son:
- Perder independencia personal.
- Perder el control de su propia vida o de la evolución familiar.
- Encontrar un equilibrio razonable entre el trabajo y la familia
- Sentir al mismo tiempo alegría y ansiedad por las nuevas tareas de padre.
- Sentir culpabilidad frente a la dedicación de la madre.
- Celos sobre el vínculo que establecen la madre y el niño.
- Ansiedad sobre la economía familiar, la conciliación del trabajo y la vida familiar, con los problemas de falta de sueño
- Nerviosismo sobre compartir sus preocupaciones con la madre y ser una fuente de estrés para ella.
Normalmente los hombres expresan las emociones de manera diferente que las mujeres. En vez de expresiones de tristeza o pérdida, en los padres recientes es más común encontrar:
- Ira e irritabilidad.
- Echar la culpa a otros.
- Problemas de bebida.
- Alejamiento o aislamiento social.
- Insomnio.
- Pérdida de la alegría en actividades de ocio.
- Exceso de trabajo.
- Comportamiento defensivo o combativo.
A la hora de favorecer la implicación de los padres y evitar que caigan también en depresión les puede ayudar encargarse de algunas cosas del bebé. Tienen que aprender a dar el biberón, a bañar al niño, a calmarle, hablarle y acariciarle. Es bueno también establecer un rato semanal para hablar entre los dos miembros de la pareja, ver cómo está el otro y cómo se puede apoyar. Los hombres tenemos a menudo más dificultades para expresar las emociones o para pedir ayuda, pero está bien que la pareja le anime en los avances que vaya haciendo y en las responsabilidades que va asumiendo.
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