Marta Bueno Saz y José R. Alonso
El brazo izquierdo del niño debe quedar inmovilizado de alguna manera para obligarle a escribir con la mano derecha. Haremos ejercicios de escritura hasta que sea capaz de igualarse a sus compañeros diestros. Los padres podrán aplicar algún castigo suave cada vez que su hijo utilice la mano izquierda para llevar a cabo tareas domésticas como lavarse los dientes, peinarse o coger un vaso.
Afortunadamente este párrafo ya no es aceptable, nos pone a la defensiva y puede traernos malos recuerdos si hemos sido víctimas de una barbaridad similar. Ahora pensemos en rasgos que, al igual que la zurdera, se escapan de la norma de la mayoría ¿Cómo los tratamos?, ¿cómo los consideramos?, ¿Corregimos, uniformizamos? Pensemos en la timidez. Esta característica puede llegar a ser etiquetada como una enfermedad que debe tratarse e incluso medicarse. En muchas culturas se elogia la intrepidez, la desenvoltura social, el carisma de un líder o el desparpajo del niño ingenioso y atrevido.
Parece que esta dimensión personal, la asertividad, el arrojo, la extroversión es lo deseable y al niño o adolescente que no es así, que es tímido, se le aconseja superar esa condición incluso para ser feliz. Estigmatizar la timidez, como cualquier otro rasgo que construya nuestra identidad, es injusto y puede ocasionar un sufrimiento inútil. Claro que se debe afrontar esta característica con una actitud de superación si de alguna manera limita o dificulta el logro de objetivos que la persona tímida se proponga, pero aun así, es conveniente ser respetuosos y cautos antes de ofrecer ayuda a una persona tímida, antes de intentar cambiarlo. Ser tímido no es una lacra social, no es un problema, no es una enfermedad. Veremos en qué se diferencia el cerebro de las personas tímidas, desmitificaremos creencias que asocian timidez y falta de sociabilidad y, en una línea argumental que sólo pretende romper estereotipos, señalaremos algunas ventajas de ser tímido. Con todo el respeto a la insustituible atención directa del docente, en el bosque de estas cuestiones aparecerán claros aportando pistas para atender a alumnos tímidos. Estas propuestas estarán siempre bajo el foco de una aceptación total y enriquecedora de la neurodiversidad.
Nuestra sociedad es más rica porque no somos iguales y no hay una forma deseable de ser, todas lo son.
¿Por qué algunos niños son tímidos? Muchas de las dimensiones que nos definen como personas únicas son un entramado multifactorial de elementos biológicos y ambientales, de genética, crianza y experiencias. Nuestro cerebro nos hace ser quienes somos y es tan plástico que incluso contando con patrones genéticos
de fábrica vamos aprendiendo y modificando su estructura.
No haremos aquí expurgo de hechos indeseables que impregnan muchas infancias fomentando la timidez de un niño. La educación permite poner en positivo y valorar condiciones que en otras circunstancias pueden ir en detrimento del futuro de una persona. El problema es que la timidez va en muchas ocasiones asociada a una falta de autoestima y de confianza en uno mismo, a una dificultad para recibir elogios, a una inseguridad extrema que nos hace recordar a Agatha Christie. Esta gran escritora, a sus 67 años estuvo sola en una salita de estar del hotel Savoy en Londres porque el portero le impidió el paso a una gala en su honor para homenajearla por el éxito apoteósico de su obra de teatro
La ratonera.
Christie se vistió maravillosamente para ir a la fiesta y el portero no la reconoció, no la dejó pasar y ella no se atrevió a decirle nada. De cualquier modo, no todos los tímidos son tan inseguros e incluso hay tímidos sociables a los que les gusta estar con otros, pero les cuesta abrirse, conversar, establecer relaciones de igual a igual. Asimismo hay tímidos que prefieren estar solos y rehúyen el contacto social, aunque quizá esta última forma de ser sea más característica de las personas introvertidas que necesitan esos momentos de soledad y no se preocupan de lo que piensen los demás.
Jonathan M. Cheek y Arnold H. Buss (1981) estudiaron la relación entre la timidez (tensión e inhibición cuando están con otras personas) y la sociabilidad (preferencia por estar con otros en lugar de estar solo). Un análisis factorial de los elementos de timidez y sociabilidad concluyó que ambas son dimensiones independientes de la personalidad; es decir, la timidez no implica una baja sociabilidad y viceversa. Utilizando test se seleccionaron cuatro grupos de personas con rasgos muy marcados: tímido-sociable, tímido-insociable, no tímido-sociable, y no tímido-insociable.