Excelente lectura:
Juan Carlos Sierra es director del IES Pésula de Salteras.
A estas alturas resulta casi innecesario decir que la escuela no sólo ha de instruir a los alumnos en los diferentes saberes, sino que debe formarlos al mismo tiempo en el ejercicio de una ciudadanía libre y responsable. Este concepto de ciudadanía supone, entre otras muchas cosas, poner en valor frente a los intereses privados los espacios públicos, es decir, lo que pertenece al conjunto de esa ciudadanía. Pero la libertad y la responsabilidad ciudadanas no son un maná que cae milagrosamente del cielo; ni siquiera se hallan en nuestra información genética. Se trata de conceptos que hay que educar y trabajar desde la cuna hasta la tumba, porque es relativamente fácil sucumbir a las tentaciones del individualismo ombliguista, al sálvese quien pueda en mitad del naufragio de lo público y de la idea misma de ciudadanía.
Y porque hay que cuidar de los espacios públicos, hacerlos nuestros, apropiárnoslos solidaria y responsablemente, en el IES Pésula de Salteras durante los días 20 y 21 de marzo de este curso escolar se llevó a cabo un proyecto denominado Mi centro que perseguía concienciar a su alumnado de la importancia de preservar su espacio público más próximo, las instalaciones del instituto, mediante su participación activa y comprometida. Para ello, se planificó con el apoyo del Claustro, del AMPA y del Consejo Escolar un programa de actividades que incluía diferentes talleres –reciclaje, cartelería, fotografía y vídeo, propuestas para el mantenimiento de las clases…–, así como una actuación directa del alumnado en las aulas que incluía su pintura, limpieza y decoración.
Involuntariamente, esta actividad escolar cosechó cierto eco mediático, social e incluso político de brocha gorda, que sólo reparó en el hecho de que los alumnos se pusieran a pintar sus clases, con argumentos tan primarios como que se perdían días lectivos para seguir avanzando en Lengua, Matemáticas, Inglés… –lo realmente importante, parece– y obviando además el resto del programa. ¿Pero no habíamos quedado en que la escuela también ha de formar a ciudadanos responsables, a personas comprometidas con la dignidad de los espacios públicos, que hay que poner sobre el tapete del día a día escolar actividades que fomenten esta faceta del ser humano?
Si éste es el nivel en el que se encuentra el debate sobre el papel de la educación en este país, aún queda mucha pedagogía social por hacer en el seno de una prensa, una sociedad y una clase política demasiado escoradas a la derecha. Los adalides de la tan manoseada cultura del esfuerzo, los wertianos de pro, con su mentalidad empresarial pretenden hacer retroceder a la escuela pública al inicio del siglo pasado para así ganar el siglo XXI, esta era de capitalismo salvaje, donde el éxito individual se mide en euros sin importar demasiado los cadáveres que se dejen por el camino. Por eso no entienden que por unos días se dejen a un lado las clases tradicionales para impartir Matemáticas o Lengua con tareas diferentes y menos aún que de paso se dediquen momentos del tiempo escolar a actividades que fomenten la responsabilidad, la solidaridad, el compañerismo, asuntos que, por cierto, en la evaluación realizada al finalizar el proyecto han sido valorados muy por encima de lo meramente académico por quienes participaron en él, especialmente por el alumnado del IES Pésula.
Educa la tribu, la sociedad en su conjunto, con todos sus miembros; depende del modelo de sociedad que queramos así será su modelo educativo –o viceversa–. En la dignidad de esa escuela y de los espacios públicos que ha de defender nos jugamos nuestra dignidad como colectivo frente a las dentelladas egoístas de los intereses privados.