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lunes, 9 de agosto de 2010
LOS PADRES DE HOY.
Miro a mi hija correr por el parque, mientras pienso en qué parecida y que distinta a la vez su infancia de la mía. Su alegría, su desparpajo, son como los de otro niño cualquiera, pero, si comparo todo lo que la rodea, la cosa cambia radicalmente, pues lo que para ella se muestra como un mundo seguro en el que juega confiada es, a mis ojos un entorno en el que puede surgir un peligro donde menos lo pueda esperar.
Es muy distinta la infancia que yo recuerdo, cuando podíamos salir de casa confiados sin la tutela constante de los padres, bueno, quizás sí de muy pequeñitos, pero una gran parte de la chiquillería no requeríamos que nadie nos vigilara, pues lo que hoy son calles y más calles, semáforos y coches por todas partes, antes eran simples descampados llenos de posibilidades para inventar cualquier juego recurriendo simplemente a la propia imaginación.
Pertenezco a una generación que afortunadamente no ha sufrido carencias, ni materiales, ni afectivas, aún sin haber vivido en la abundancia, pero si disponiendo de lo esencial para encontrarme a gusto con los míos durante muchos años. Esos primeros años, los considero muy importantes para el desarrollo posterior del carácter de cada niño.
Me preocupa sobremanera a dónde este modelo de desarrollo basado en el mercantilismo desaforado, y el ansia por tener lo mismo que el otro, sino más, nos intenta arrastrar con la fuerza de un torrente del que es muy difícil salir .Y me preocupa, principalmente porque veo una relación directa entre el comportamiento de los niños acostumbrados a salirse con la suya, porque tienen de todo y aún quieren más, y el comportamiento de unos padres incapaces de hacerse con ellos y dejándolos por imposibles. Todo tiene relación. La economía, el trabajo la educación, la familia. Los desequilibrios en todos y cada uno de estos aspectos de la vida se van traduciendo, poco a poco en una educación coja en muchos aspectos, e incluso contaminada de los defectos de la sociedad que tenemos.
A los padres de hoy nos toca hacer lo posible por recuperar aquello que sabemos que con nosotros funcionó, y tratar de minimizar en lo posible los efectos nocivos que están pervirtiendo unos valores que nuestros hijos tendrían que recibir.
Cristobal eldelabola
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ES PRECIOSA
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