sábado, 4 de abril de 2020

: UniDiversidad. El blog de José R. Alonso.




UniDiversidad. El blog de José R. Alonso.


Posted: 23 Mar 2020 06:43 AM PDT
Algunas personas con autismo no se acostumbran a determinados estímulos como al parecer hacen sin problema las personas normotípicas. Esto encajaría con lo que en neurociencia, en particular en los temas de aprendizaje y memoria, se denomina habituación.
La habituación es un proceso por el cual, ante un estímulo repetido, la respuesta es cada vez menos intensa. Se considera la forma más primitiva de aprendizaje, el cuerpo «recuerda» y «aprende», y se da en múltiples niveles, desde la célula hasta el organismo en su conjunto. Un ejemplo típico se da cuando entramos en una sala con el ambiente cargado, una clase llena de adolescentes o un gimnasio mal ventilado, al poco tiempo ya no notamos el «aroma».
Otro ejemplo es que no notemos sobre la piel las etiquetas de la ropa que nos ponemos a los pocos segundos de habernos vestido.
La habituación se conserva en diferentes especies, es esencial para la atención selectiva y se considera un prerrequisito para las funciones cognitivas. Tiene un claro valor evolutivo porque contribuye a la adaptabilidad de un organismo a su ambiente. Ante un estímulo familiar, predecible o repetitivo reduce la respuesta, y la conducta se organiza y dirige a responder solo a algunos estímulos, en principio más significativos, novedosos o supuestamente más peligrosos o prometedores. Es algo importante. En cualquier situación, por simple que sea, intervienen tantos estímulos que si el organismo tuviera que responder a todos su conducta sería caótica por lo que es necesario filtrar esa información. Es posible que esto, una alteración en el sistema de habituación con un filtrado anómalo, esté pasando a las personas con autismo.
Las personas con TEA a menudo muestran una atención prolongada a repeticiones visuales, tales como quedarse pendientes del ciclo de centrifugado de una lavadora o mirando como gira la rueda de un cochecito y, tienen también una atención reducida a los estímulos sociales, rostros de personas conocidas y desconocidas por ejemplo. Estos fenómenos se cree que están relacionados con las alteraciones en la actividad social y la rigidez en los comportamientos que se consideran en la actualidad aspectos definitorios de los TEA.
Hay bastantes evidencias de que bastantes personas con autismo no llegan a habituarse a estímulos sensoriales o lo hacen con mayor lentitud. Las dificultades de habituación a algunos estímulos pueden llevar a una sobrecarga sensorial o a una reacción exagerada, algo que se ve frecuentemente en las personas con TEA. Si no dejamos de escuchar el zumbido del cañón de proyección en clase es muy difícil que podamos atender con aprovechamiento. Si no dejamos de sentir las etiquetas de la ropa, nos sentiremos molestos o rechazaremos vivamente algunas texturas o incluso preferiremos quitarnos la ropa.
La habituación es también importante en el neurodesarrollo. A partir de la infancia y de allí en adelante, la exposición repetida a un evento hace que los niños estén menos interesados en él y respondan menos con el tiempo. Este proceso refleja un cambio evolutivo por el que se produce una reasignación estratégica de recursos de procesamiento neuronal que se mueven de lo que «ya se sabe» en favor de «lo que no se conoce todavía», favoreciendo de esta manera el aprendizaje y las respuestas adaptativas a cambios en el ambiente. La habituación en la infancia se cree que refleja la eficiencia en el procesamiento de la información y permite predecir el funcionamiento cognitivo en etapas posteriores de la vida.
Se ha propuesto que la falta de habituación a las entradas sensoriales podría dar lugar a una percepción exagerada de los cambios en el medio ambiente en los niños con TEA. Esto a su vez llevaría a una sobreestimulación sensorial, a la angustia y a la percepción del entorno como altamente impredecible. Los comportamientos repetitivos, tan habituales en los niños con TEA, serían una forma de limitar y controlar esta impredecibilidad imponiendo una estructura. Este relato es coherente con las descripciones originales de Leo Kanner (1943), y con relatos teóricos más detallados y recientes que sugieren que los comportamientos repetitivos podrían ser un medio de prevenir la ansiedad causada por la habituación ineficiente a los estímulos sensoriales.
Los estudios sobre habituación en personas con TEA han dado resultados contradictorios. Algunos autores señalaron ausencia de habituación en respuesta a la observación repetitiva de estímulos visuales (círculos blancos sobre un fondo negro); otros observaron que los adultos con TEA eran más lentos que el grupo control en reducir la respuesta a estímulos repetidos en un modelo de sobresalto y otros autores vieron una habituación reducida a sonidos repetidos en niños con alto riesgo de autismo. Sin embargo, otros estudios no han encontrado diferencias entre personas con TEA y controles y no han encontrado una asociación entre habituación y comportamientos repetitivos. Una posibilidad es que esa heterogeneidad en la respuesta se deba a que haya subgrupos con distintos perfiles de habituación dentro de la población con TEA. Por ejemplo, Sarah Schoen y su grupo (2008), dentro de una muestra de 40 niños con TEA entre 5 y 15 años encontró dos grupos uno con una latencia más lenta y habituación más rápida y otros con latencia más rápida y habituación más lenta en respuesta estímulos sensoriales. La latencia es el tiempo medio desde el inicio de la respuesta en la conductancia dérmica hasta el pico de respuesta.
Otra parte de esa variabilidad puede deberse a las diferentes maneras en que se han medido los estímulos y las respuestas, habiéndose usado reflejos, potenciales evocados, actividad electrodérmica y neuroimagen. Los estudios de neuroimagen realizados en personas con TEA han estado focalizados en estímulos sociales, como por ejemplo rostros. Estos estudios muestran que la amígdala de personas con TEA se habitúa más lentamente a las caras que la amígdala de personas normotípicas. En cierta manera, el paso de persona desconocida a persona conocida sería más rápido en las personas neurotípicas y eso podría causar dificultades sociales a las personas con TEA.
Con respecto a los estímulos sensoriales, los estudios que han examinado la habituación a estímulos auditivos se han centrado en niños con TEA y usan como herramienta de medida la actividad electrodérmica, la conductividad eléctrica de la piel.  La resistencia eléctrica de la piel varía según el estado de las glándulas sudoríparas en la piel, que a su vez están controladas por el sistema nervioso simpático. La conductividad de la piel nos da medidas sencillas que nos pueden servir como indicación de excitación psicológica, cambios fisiológicos, respuestas emocionales o activación del sistema nervioso simpático.
Un estudio por Vivanti et al. (2018) ha examinado la atención visual en respuestas a estímulos novedosos y repetidos en niños con TEA y normotípicos. Los niños de desarrollo típico, mostraban menor atención hacia el estímulo repetido e incrementaban la atención al estímulo nuevo, mientras que en los niños con TEA había una disminución de la atención a ambos tipos de estímulos con el tiempo.
La conclusión, al día de hoy, es que la habituación está alterada en las personas con TEA. Los niños con TEA necesitaban también un número mayor de estímulos para empezar a mostrar habituación a los estímulos repetidos. Contrario a las expectativas, una habituación lenta en los niños con TEA estaba asociada a una menor gravedad de los comportamientos restrictivos y repetitivos. Esa habituación más lenta no estaba relacionada con el funcionamiento social. Quizá la explicación es que las investigaciones previas se habían centrado en la habituación a estímulos sociales y es posible que cuando se usan estímulos no sociales se atienda a una dimensión del proceso de habituación que no contribuye a la gravedad de los síntomas sociales.
Referencias
  • Cheng Y, Jin P (2019). Dysfunction of Habituation Learning: A Novel Pathogenic Paradigm of Intellectual Disability and Autism Spectrum Disorder. Biol Psych 86(4): 253–254.
  • Schoen SA, Miller LJ, Brett-Green B, Hepburn SL (2008) Psychophysiology of children with autism spectrum disorder. Res. Autism Spectrum Disord 2(3): 417-429.
  • Vivanti G, Hocking DR, Fanning PAJ, Uljarevic M, Postorino V, Mazzone L, Dissanayake C (2018) Attention to novelty versus repetition: Contrasting habituation profiles in Autism and Williams syndrome. Dev Cogn Neurosci 29: 54-60.
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