Hay algo que a estas alturas de mi vida, con toda mi experiencia profesional a cuestas, tengo claro. Y es la necesidad que tenemos, como docentes, de intentar alejarnos de lo que nos gustaría que funcionara en el aula para centrarnos en lo que funciona para el alumnado. Si lo hiciéramos así se acabarían la mayoría de debates absurdos e interesados en las redes sociales, los insultos y descalificaciones a los que discrepan con determinadas metodologías o concepciones educativas o, simplemente y lo que es más importante, conseguiríamos mejorar el aprendizaje de aquellos que, a lo largo de muchos años, van a estar en nuestras manos.
Lo anterior se sintetiza muy bien en el siguiente post en X (usado como inspiración para este artículo).
https://twitter.com/themetresgained/status/1756787617180639307
Si nos vamos al artículo que se enlaza en el mismo, titulado "One-third of Australian children can't read properly as teaching methods cause 'preventable tragedy', Grattan Institute says", donde se analizan los resultados que indican que en Australia un tercio del alumnado no sabe leer bien debido al uso de métodos globales de aprendizaje, queda bastante claro que hay cosas que no se deberían hacer en el aula. Y estrategias que todas las evidencias dicen que son totalmente contraproducentes para ese alumnado.
Estoy seguro de que la mayoría de docentes que usaban el método global en Australia (y que lo usan aquí, en España) estaban convencidos de sus bondades. Más allá de los ideólogos de ciertas prácticas educativas que, normalmente sacan bastante dinero por defenderlas, hay muchos docentes que creen que hacer ciertas cosas en el aula benefician al alumnado. No hay mala fe. Es, simplemente, la necesidad de encontrar alguna estrategia que se les adapte para poder intentar lidiar con ese alumnado que tienen delante y les facilite -o mejore- el proceso de enseñanza-aprendizaje. El problema, tal y como se expone en el artículo enlazado en este post, al igual que sucede con muchas de las prácticas que, por desgracia, se están usando en los centros educativos, es que perjudican al alumnado.
Por tanto, ¿qué podrían hacer los docentes de aula para evitar estos sesgos? ¿Cómo se puede luchar contra el bombardeo mediático de ciertas prácticas pseudoeducativas que, a medio y largo plazo, por no decir algunas a muy corto, acaban siendo perjudiciales para el alumnado? Pues a nivel individual es muy complicado. Si uno cree en los estilos de aprendizaje, las inteligencias múltiples, el método global de lectura, las pirámides de Dale o cualquier otro método o estrategia, ampliamente desmontado por las investigaciones y las evidencias, poco podemos hacer a nivel individual para decirles que lo que están haciendo va a perjudicar a su alumnado. Especialmente si creen que les beneficia.
Además, tenemos que tener en cuenta que hay una banda muy bien organizada, mediante diferentes satélites, que defiende la implantación de determinadas prácticas educativas, con mucho poder mediático y con muchos recursos externos, para los que cualquiera de los que les cuestionemos ciertas cosas vamos a ser señalados y tratados como enemigos de la educación. Que no queremos a nuestro alumnado. Que lo que pasa es que estamos anclados en el pasado, somos unos rojipardos o formamos parte de la coalición de la instrucción, tal y como dijeron hace poco dos personajes que, curiosamente, forman parte de la tropa que han hecho que nuestro sistema educativo esté hecho unos zorros.
Voy a poneros un ejemplo para que entendáis la catadura moral de estos personajes. Hace nada hemos conocido que la Comunidad de Madrid se ha echado para atrás con el bilingüismo en sus aulas (ya no se va a dar más Geografía e Historia en inglés). Un bilingüismo que atentaba contra todo lo que decían las evidencias e investigaciones. Pues bien, los mismos que criticaban ese bilingüismo cuando se impuso en las aulas madrileñas, ahora están a favor del mismo porque, ¡oh, sorpresa!, lo ha quitado de las aulas ese partido que no pueden ver. Es que no puedes, como he dicho en más de una ocasión, menos que reírte ante lo que hacen algunos cuando hablan de educación. El problema es que, por desgracia, como he dicho en el párrafo anterior, tienen un entramado mediático y político detrás muy importante al que le interesa vender ciertas cosas.
Todos los indicadores, más allá de su interpretación interesada a la que acuden algunos cuando no dicen lo que les gustaría, dicen que hay metodologías que perjudican al alumnado. También hay suficientes evidencias de que hay docentes que, en sus aulas, están usando cosas que, en un período más o menos corto de tiempo, va a perjudicar el aprendizaje ulterior de su alumnado. También tenemos pruebas, en los diferentes exámenes que se realizan en Bachillerato, de que hay alumnado que ha ido pasando de curso sin tener, ni tan solo, comprensión lectora mínima. Y sí. Ese alumno ha pasado por muchas manos de muchos docentes y se le ha ido promocionando. Así que, a veces, también toca revisar por qué pasan estas cosas.
Necesitamos una evaluación global del sistema educativo. Necesitamos echar a los mercaderes del templo. Necesitamos que los buhoneros, que venden crecepelo, desaparezcan y la gente empiece a ver que la única manera de volver a conseguir pelo es mediante un implante realizado en una clínica especializada. Es que tenemos que hacer algo porque, al final, esa alfombra bajo la que vamos dejando toda la mierda, ya es incapaz de disimular qué hay debajo. Y debajo hay muchos experimentos realizados en las aulas en los que, por desgracia, nos hemos cargado el aprendizaje, especialmente el del alumnado más vulnerable.
Los métodos de enseñanza deberían centrarse en lo que funciona para el alumnado. No en lo que creemos que funciona, ni en lo que algunos nos están vendiendo, atentando al sentido común y a lo que dicen todas las investigaciones, que lo hace.
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