UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 24 Feb 2020 01:45 AM PST
Marta Bueno y José R. Alonso
A todos nos gusta hablar de nosotros mismos. Somos animales sociales y pasamos mucho tiempo comunicándonos con los demás, con lo que las posibilidades de conversación son interminables: podemos hacer planes y bromas; recordar el pasado y soñar con el futuro; compartir ideas y difundir información. Esta capacidad de conversar con casi cualquier persona sobre casi cualquier cosa nos proporciona una ventana abierta al mundo para ampliar nuestro conocimiento y dejar nuestra huella, pequeña o grande. Hablamos de nosotros mismos en muchas de nuestras conversaciones y una estimación cuantitativa muestra que dedicamos a eso, a hablar de nosotros mismos, el 60% del tiempo total que pasamos conversando o el 80% si nos comunicamos a través de redes sociales como Twitter o Facebook. ¿Por qué, en un mundo lleno de posibilidades para descubrir, aprender, comprender y discutir, las personas pasan la mayor parte de su tiempo hablando de algo que ya conocen, de sí mismas? Investigaciones recientes sugieren una explicación simple: porque nos hace sentir bien. Para comprobar esto los investigadores del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva y Afectiva Social de la Universidad de Harvard (Tamir y Mitchell, 2012) utilizaron resonancia magnética funcional. Esta técnica de neuroimagen permite determinar de forma no invasiva los niveles de actividad en diversas regiones neuronales evaluando los cambios en el flujo sanguíneo: zonas más activas necesitan más sangre que les lleve más oxígeno y más nutrientes. En un experimento inicial, los investigadores pidieron a 195 participantes que hablaran, dentro de la máquina de resonancia, sobre sus propias opiniones y rasgos de personalidad y, en una segunda fase, que hablaran sobre las opiniones y rasgos de otras personas. Con estos dos grupos de mensajes buscaron diferencias en la activación neuronal comparando el hablar de uno mismo y el hablar sobre otros. Para reducir la variabilidad, todos los participantes tenían las mismas pautas, se les planteaban en un guion los temas para sus discursos. De esta manera pudieron comparar directamente la activación neuronal que se produce cuando somos el referente con la activación que tiene lugar durante la comunicación focalizada en los rasgos de otros. Respuesta neuronal al hablar de uno mismo. Además de una intensa actividad en la parte medial de la corteza prefrontal se ve actividad en el Núcleo accumbens (flechas). Comparar respuesta al hablar de uno mismo y hablar de otros (D) Al hablar de sí mismo se activaron tres regiones neuronales; Como era de esperar, ello implicaba niveles relativamente más altos de activación en áreas de la corteza prefrontal medial generalmente asociadas con el pensamiento autorreferencial, donde quizá reside nuestra personalidad, nuestra forma de ser. Sin embargo, las dos regiones que también se activaron de forma llamativa nunca antes se habían asociado con el pensamiento sobre uno mismo: el núcleo accumbens y el área tegmental ventral, Ambas implicadas en el sistema de dopamina mesolímbico. Estas áreas del cerebro están asociadas al circuito de recompensa que se pone en marcha con los sentimientos placenteros y con los estados motivacionales asociados al sexo, a algunas drogas o a la buena comida, entre otros. La activación de este sistema cuando contamos nuestras cosas sugiere que esta charla puede ser inherentemente placentera, y que podemos tener una tendencia mayor a hablar de nosotros mismos que a hablar de personas ajenas, aunque tengan vidas apasionantes. Sin embargo, este experimento dejó al menos una pregunta sin respuesta. Aunque los participantes revelaban información sobre sí mismos, no estaba claro si les importaba o no que alguien les prestara atención. Ellos sólo estaban hablando sin saber quién les escuchaba. Por lo tanto, las respuestas neuronales relacionadas con la recompensa y la motivación producidas por la autorrevelación, podrían serlo por el hecho mismo de hablar de nosotros, aunque no nos escuchara nadie, sin que hubiera la confirmación de una comunicación, de un impacto en otra persona. Para distinguir entre estas dos posibilidades, los investigadores llevaron a cabo un segundo experimento: pidieron a los participantes que trajeran a un amigo o familiar de su confianza y a estos compañeros se les llevó a una habitación contigua mientras los participantes respondían preguntas que eran analizadas con neuroimagen. Como en el primer estudio, los participantes contaron con una batería de preguntas que les daba pautas para hablar sobre sí mismos, y también se les dio un guion para hablar de otras personas. En esta ocasión se les dijo explícitamente si sus conversaciones iban a ser escuchadas por su acompañante o, por el contrario, iban a hablar solos. Pues bien, las conversaciones sobre uno mismo siempre registraron una activación de las regiones neuronales asociadas con la motivación y la recompensa mucho mayores que cuando hablaban de otras personas. Pero ¿qué pasa si otro nos escucha? Pues cuando le contamos a otra persona nuestra forma de ser, nuestra personalidad, nuestros gustos o nuestras opiniones, la activación del sistema de recompensa es mucho mayor. Además, estos efectos eran aditivos; es decir, que tanto el hablar sobre uno mismo como el hablar con alguien, se asociaron a una recompensa neuronal, y hacer ambas cosas a la vez produjo una mayor activación en las regiones cerebrales relacionadas con esta sensación tan grata. La conclusión es que revelar información propia a otros produce el máximo nivel de activación en las regiones neuronales del circuito de recompensa. (A) uno mismo (B) compartido. Actividad de recompensa en NAcc bilateral (flechas). (C). Confirmación de NAcc utilizando un test de Retraso en Incentivo Monetario. (D) Cuatro grupos: uno mismo compartido (rojo sólido), uno mismo privado (rojo a rayas), otros compartido (solid blue), otros privado (azul rayado) Sin embargo, si pensamos en esos discursos sobre uno mismo incluso sin audiencia, es decir, hablar solos, vemos que también producen un aumento notable de la actividad neuronal en estas regiones. Hablar sobre uno mismo es intrínsecamente gratificante y por esto rompemos aquí una lanza, clavada en la evidencia, a favor del que se cuenta a sí mismo sus reflexiones, sus proyectos o incluso sus bromas. Hay una práctica muy habitual en las aulas de Educación Infantil, de 3 a 6 años, que es la asamblea, una actividad grupal que tiene lugar durante los primeros minutos de clase. Consiste en facilitar un contexto para que los niños hablen entre ellos o con el profesor. Es un tiempo para compartir lo que tenga que contar cada uno, los lunes sobre la actividad del fin de semana, y la forma de hacerlo es la conversación. Los niños hablan sobre todo de sí mismos y les gusta. Aprenden a:
Y su tema preferido es también hablar de sí mismos, en este caso con público. Van a disfrutar de la explosión del circuito neuronal de recompensa y, por lo tanto, esa emoción positiva les predispone a aprender. Por este motivo, la asamblea es un método activo, flexible y respetuoso para promover nuevos aprendizajes, en este caso de niños de Infantil, aprendizajes de su entorno más cercano. Hemos señalado muchos aspectos gratificantes asociados a la conversación con los demás y no olvidamos que es también uno de los rasgos adaptativos de la comunicación de nuestra especie: revelar información privada a otros puede aumentar las posibilidades de supervivencia del grupo. Compartir los pensamientos y percepciones puede ayudarnos a mejorar, a replantearnos situaciones en las que nos equivocamos, puede proporcionarnos ventajas al promover el trabajo en equipo, puede dar pie a compartir nuevas ideas, innovar, crear entre todos, aportar soluciones, hacer uso de la memoria común, etc. Si cordialmente nos reprochan acaparar conversaciones al hablar de nosotros mismos, argumentemos que no es narcisismo sino un aspecto evolutivo cuyo impacto positivo ha sido confirmado por la neurociencia. Aún así, escuchar es sexy, no lo olvides. Referencias
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