EL FUTURO CIERTO
Como dijo nuestro querido Neruda Puedo escribir los versos mas tristes esta noche, y bien que puedo.
Después de un tiempo viviendo en una tierra sin nombre, incómoda, áspera, que pretende secar hasta la última gota de sangre de sus habitantes, he descubierto una de las grandes verdades del hombre contemporáneo: tanto tienes, tanto vales. Y allí donde he estado no hay nada que valga, porque nada tienen, solo el lamento por el pasado y la esperanza por el futuro. Nada hay, pues, para la comunidad internacional que merezca la pena en el Sahara. Solo hay niños con cosas de niños y adultos con cosas de otros. Vientos que hacen imposible el refugio de las palabras, y que obligan a las personas a cerrar la boca para no aspirar de su voracidad. Hay frío, mucho, y hay calor, bastante. Hay moscas que no dejan dormir y suficiente oscuridad como para no despertar. No hay refugio para el desamparado de entre los desamparados, ni consuelo para el infeliz. Por no haber, dicen que no hay ni tiempo y bien que podría ser cierto porque yo no he visto ningún reloj, ni nada que anuncie el cambio, ni nada que indique si ya pasaste a ser adulto porque llevas siendo adulto toda la vida.
Pero ahora, después de un mes, pregúntame a mí. Pregúntame por la gente, por su amistad infinita, por la alegría sin más de los niños, por su integridad. Puedo hablarte de las miradas sabias de los ancianos, de los mil colores de sus ropas, de sus jaimas. Puedo contarte incluso que si sopla el viento es para sacudir conciencias, si hace calor es para que sientas este lugar como el vientre de una madre y si hace frío es porque así uno busca mejor el amor. Las moscas están allí porque no hay nada más dulce y la oscuridad nos ayuda para no ver lo feo. Es más, si tú quieres puedo hablarte del sentido absoluto de la tierra: unos habitantes que la amen.
Pero mi palabra es débil ante la bestia que significa el mundo. Ese mundo que cambia rápidamente ante nuestros ojos; la gente corre para no perder el autobús, las tormentas van y vienen, sequías y diluvios. Los hombres mienten, las mujeres huyen, pero tu siempre te mantienes en un quieto movimiento, un estertor esperando siempre el momento de volver. Pero nada depende de ti y no quieres ver que tu futuro es un hombre viejo atravesado por las grietas del pasado y del presente. O quizá se te aparece tan claro que vives en el descanso eterno de saberte muerto, en una sutil y tranquila agonía que representa tal paz que molesta desde afuera para el que ha llegado a conocerte y a quererte.
Nada cambia, día tras día, año tras año y ya son 34. Y hasta el Sol algún día pasará de largo y dejará a la luna sola en el cielo como un astro perfecto para tu larguísima noche. No he querido escribir nunca estas palabras. Quisiera contarte que todo va a ir bien, que tus niños crecerán en una paz total con la maravillosa y única preocupación de querer a quien tienen a su lado. Pero estas no son palabras para cambiar el mundo, pues no hay palabras para ello, sino más bien oídos limpios. Yo, al fin y al cabo, solo soy una voz en la inmensidad.
Ana Rodríguez.
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domingo, 17 de mayo de 2009
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Refugiados, tan presetes físicamente y tan olvidados humanamente. Siento envidia sana de mi compañera ana, que ha tenido el privilegio de visitar los campamentos de refugiados, para conocer ¨in situ¨ lo maravilloso y a la vez injusto e inhumano ¨mundo¨, del que nos tenemos que sentir responsable esta sociedad hipócrita, falsa e indiferente en la que vivimos. Gracias ana por tu trabajo por contar tu experiencía,y por tener esos valores humanos que te honran.
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