Hoy, por razones que ya sistemáticamente vengo sufriendo, relacionadas con la escolarización y educación de mi hija, me “acordé” de las “madres” de un grupo no reducido de malnacid@s que vienen engrosando las filas de tantos trágalas, inept@s, palmer@s, cooreveydiles, travestid@s ideológicos, indecentes, prepotentes, chorizos, sinvergüenzas, inmorales, trepas consentid@s y vendid@s, difamador@s, chantajeador@s emocionales, cómplices y complacientes de tanta marginación hacia mi hija y un amplio elenco de infumables, vulgares y zafi@s difusor@s de rumorologías y miserables bulos, comadres murmuradoras y difusoras de una cruzada envenenada y de caza de brujas. Me acordé de todas esas “madres” y de muchas relacionadas con estas malas hierbas.
Hoy también me acordé de tantas y tantas MADRES que, posicionadas en la otra orilla opuesta, luchan y defienden a capa y espada los derechos desvirtuados de sus hijos; MADRES especialmente preparadas para esa batalla diaria; MADRES fuertes y enérgicas; no por su condición física e incluso psicológica, que a veces se resienten cual osteoporosis anímica, sino por el cariño y amor que expresan ante situaciones tan minantes como comprobar una y otra vez la mala baba, la desacreditación de su condición de excepcionales matriarcados; de infatigables abogadas por la igualdad, inclusión, derechos, libertades, justicia y, cómo no, orgullo propio y dignidad por tener unos vástagos que por unas u otras razones; unas veces genéticas, otras físicas, otras sanitarias, otras sociales; otras simplemente por cruzarse un mal día con un sinvergüenza engreído y matón está jodiendo en vida la evolución, aprendizaje, inclusión, oportunidades y, cómo no, el futuro incierto y fatigable de muchos niños que esta fagocitante sociedad intenta expulsar cual Monte de Taigeto socio-institucional; quizás por miedo a la ignorancia, quizás por la falta de apuestas por el compromiso a una verdadera inclusión para crecer en igualdad efectiva de oportunidades futuras; esas que esta sociedad falsa de credos anuncia costosa e inviable económicamente, cual empresa de intercambio de productos humanos, a los que a veces se les trata cual recursos no reciclables, ya que, como siempre, se sopesa el gasto y el beneficio de un futuro inmediato; ese que no va más allá del cuatrienio; ese que firman los políticos al uso para encajar sus nalgas en tan cómodas poltronas indecentes y alejadas de un servicio social, eficaz y duradero.
Mientras tanto, esas MADRES, luchan desesperadas por un aliento administrativo; administraciones que lejos de proteger a sus hijos, a nuestros retoños, los coartan, los acallan o, en el mejor de los casos, los granjerizan en modernos guettos de silencios y olvidos. MADRES que a menudo desesperantes ven como las administraciones educativas generalmente fiscalizan sus vidas y las de sus familias, pues la lucha es muy desigual y el Goliath administrativo a menudo juega con el lento, pasivo y caduco sistema judicial, mientras esos retoños se hacen mayores, perdidos en burocracias cual telón de acero, y con esa perdida de tiempo y desgaste anímico personal. Niños que a menudo pasan a ser adolescentes, cuando ya no adultos que perdieron definitivamente el tren de ese largo recorrido que es el destino a la inclusión social y efectiva.
MADRES que, fatigadas pero batalladoras natas, comprueban que ese tiempo de lucha les aleja de las necesidades que tienen sus hijos, que le fiscalizan a menudo la estabilidad anímico-emocional y tiempo para jugar, palpar y sembrar con besos, caricias y mimos a sus pequeños, de sonreír a la vida a pesar de esos serios obstáculos que las características de muchos niños la naturaleza les ha otorgado. MADRES que se convierten en las mejores terapeutas, abogadas, asesoras, maestras, amigas, gestoras, psicólogas y, cómo no, ante todo buenas y excepcionales personas. MADRES que lloran en silencio, pues no es extraño que se les tilde de inadecuadas, porque una ignorante, cínica y muchas veces cobarde interesada sociedad a menudo las tacha de irresponsables, ególatras e inadaptadas. MADRES Coraje sin duda alguna, MADRES sufriendo en soledad cuando sus retoños no las ven; MADRES que cambian lágrimas por sonrisas cuando estos pequeños, ajenos en general a la lucha de sus familias, las miran. MADRES que esconden su amargo dolor por esa polucionada y cínica realidad social competitiva e insolidaria. MADRES que, a menudo, se ven “inhibidas ováricamente” cuando comprueban que los recursos necesarios para un adecuado progreso e inclusión social son casi nulos y la vía privada es muy cara y escasa. MADRES que finalmente rezan a las deidades institucionales para que todo este batallar diario cambie de una vez. Por supuesto… NO PARARÁN. Se lo deben a sus hij@s.
Yo, sinceramente, aún a pesar de haberme acordado de muchas “madres” y MADRES, me quedo, apoyo y alabo a estas últimas. A las primeras, a esas “madres” sólo las nombro… gracias a sus “retoños”.
Va por todas vosotras, MADRES
Hoy también me acordé de tantas y tantas MADRES que, posicionadas en la otra orilla opuesta, luchan y defienden a capa y espada los derechos desvirtuados de sus hijos; MADRES especialmente preparadas para esa batalla diaria; MADRES fuertes y enérgicas; no por su condición física e incluso psicológica, que a veces se resienten cual osteoporosis anímica, sino por el cariño y amor que expresan ante situaciones tan minantes como comprobar una y otra vez la mala baba, la desacreditación de su condición de excepcionales matriarcados; de infatigables abogadas por la igualdad, inclusión, derechos, libertades, justicia y, cómo no, orgullo propio y dignidad por tener unos vástagos que por unas u otras razones; unas veces genéticas, otras físicas, otras sanitarias, otras sociales; otras simplemente por cruzarse un mal día con un sinvergüenza engreído y matón está jodiendo en vida la evolución, aprendizaje, inclusión, oportunidades y, cómo no, el futuro incierto y fatigable de muchos niños que esta fagocitante sociedad intenta expulsar cual Monte de Taigeto socio-institucional; quizás por miedo a la ignorancia, quizás por la falta de apuestas por el compromiso a una verdadera inclusión para crecer en igualdad efectiva de oportunidades futuras; esas que esta sociedad falsa de credos anuncia costosa e inviable económicamente, cual empresa de intercambio de productos humanos, a los que a veces se les trata cual recursos no reciclables, ya que, como siempre, se sopesa el gasto y el beneficio de un futuro inmediato; ese que no va más allá del cuatrienio; ese que firman los políticos al uso para encajar sus nalgas en tan cómodas poltronas indecentes y alejadas de un servicio social, eficaz y duradero.
Mientras tanto, esas MADRES, luchan desesperadas por un aliento administrativo; administraciones que lejos de proteger a sus hijos, a nuestros retoños, los coartan, los acallan o, en el mejor de los casos, los granjerizan en modernos guettos de silencios y olvidos. MADRES que a menudo desesperantes ven como las administraciones educativas generalmente fiscalizan sus vidas y las de sus familias, pues la lucha es muy desigual y el Goliath administrativo a menudo juega con el lento, pasivo y caduco sistema judicial, mientras esos retoños se hacen mayores, perdidos en burocracias cual telón de acero, y con esa perdida de tiempo y desgaste anímico personal. Niños que a menudo pasan a ser adolescentes, cuando ya no adultos que perdieron definitivamente el tren de ese largo recorrido que es el destino a la inclusión social y efectiva.
MADRES que, fatigadas pero batalladoras natas, comprueban que ese tiempo de lucha les aleja de las necesidades que tienen sus hijos, que le fiscalizan a menudo la estabilidad anímico-emocional y tiempo para jugar, palpar y sembrar con besos, caricias y mimos a sus pequeños, de sonreír a la vida a pesar de esos serios obstáculos que las características de muchos niños la naturaleza les ha otorgado. MADRES que se convierten en las mejores terapeutas, abogadas, asesoras, maestras, amigas, gestoras, psicólogas y, cómo no, ante todo buenas y excepcionales personas. MADRES que lloran en silencio, pues no es extraño que se les tilde de inadecuadas, porque una ignorante, cínica y muchas veces cobarde interesada sociedad a menudo las tacha de irresponsables, ególatras e inadaptadas. MADRES Coraje sin duda alguna, MADRES sufriendo en soledad cuando sus retoños no las ven; MADRES que cambian lágrimas por sonrisas cuando estos pequeños, ajenos en general a la lucha de sus familias, las miran. MADRES que esconden su amargo dolor por esa polucionada y cínica realidad social competitiva e insolidaria. MADRES que, a menudo, se ven “inhibidas ováricamente” cuando comprueban que los recursos necesarios para un adecuado progreso e inclusión social son casi nulos y la vía privada es muy cara y escasa. MADRES que finalmente rezan a las deidades institucionales para que todo este batallar diario cambie de una vez. Por supuesto… NO PARARÁN. Se lo deben a sus hij@s.
Yo, sinceramente, aún a pesar de haberme acordado de muchas “madres” y MADRES, me quedo, apoyo y alabo a estas últimas. A las primeras, a esas “madres” sólo las nombro… gracias a sus “retoños”.
Va por todas vosotras, MADRES
Gracias Mapipa, por difundir nuestras miserias diarias; no las nuestras, sino las que soportamos por tantos vicios institucionalizados.
ResponderEliminarUn abtrazo :-)