Hace días que vi en la red un artículo que recogía las diez estrategias de manipulación mediática apuntadas por Noam Chomsky, y si bien en un primer momento las apliqué en general a la situación que estamos viviendo, poco a poco fui llevándolas al terreno de la educación.
No fallan. Dan de pleno.
De un tiempo a esta parte, la educación y los docentes en particular estamos viviendo una caza de brujas. La razón a mi entender va más allá de castigarnos por la crisis económica o de que la sociedad nos mire con recelo a unas personas que supuestamente tenemos un puesto de trabajo de por vida, bien pagados, con muchas vacaciones y gracias al cual, disfrutamos de unas prebendas. Hay en la red muchas cartas y declaraciones atinadas en ese sentido, pero insisto, yo no creo que la sociedad sea tan necia. Aunque hay malos funcionarios, todo el mundo sabe que no somos los culpables de lo que nos vino encima.
Si hace unos años el conspiracionismo o las teorías conspirativas me podían hacer echar una carcajada, hoy en día no las descarto. Hay algo y alguien que está interesado en que la educación de calidad sólo esté al alcance de unos pocos, para lo cual hay algo y alguien que quiere que los docentes seamos la última escoria de la sociedad; hay algo y alguien que quiere que, pese a que en este momento la cultura, la información, el conocimiento podría estar al alcance de todos, sólo sea el privilegio de unos pocos. Hay algo y alguien que quiere hacernos necios a nosotros, a la sociedad y a las generaciones futuras. Primero nos bombardearon con las evaluaciones internacionales de la educación, y venga que vamos mal, venga que los ntes de otros países son los mejores, los que verdaderamente saben atender la diversidad del alumnado, los que saben encender la chispa del pensamiento inteligente ... a los de aquí que se nos va a pedir ..., somos generalmente gente de niveles socioeconomicos bajos que logramos acceder a una titulación universitaria corta, o aquellos que no hicieron carrera en sus especialidades y solo les quedó la enseñanza secundaria como alternativa. Así se explica que los chicos no lean como los de los países nórdicos, que no se esfuercen como los coreanos, que no sean disciplinados, que no hablen inglés y que como no entienden nada de matemáticas van a caer enredados en las redes de los prestamistas.
Como no valemos para otra cosa, para qué invertir en educación, si ya se sabe que el que quiere que un hijo/a salga bien preparado tiene que mandarlo a la privada, allí sí que saben hacerlo bien ... a los de la pública, para el provecho que le van a sacar, tanto da que el profesor de matemáticas dé música o que el de latín dé dibujo. Lo que importa es abaratar costes y poner a trabajar esos vagos en aquello para lo que valen: para custodiar a la chiquillada cada vez más hacinada en las aulas, para bajarlos del autobús, o para entretenerlos hasta que sean mano de obra barata. Por ello nos recortaron el sueldo, nos incrementaron la carga horaria e hicieron desaparecer los tiempos para compartir y departir con otros profesionales. También se recortaron las inversiones en formación, para lo que nos luce ..., y si a alguno de nosotros aun nos quedaba tiempo para querer ir a la universidad, que lo pague de su bolsillo.
Como somos unos infelices y por encima tenemos síndrome de víctima de maltrato, pese a que la sociedad no nos respaldó, seguimos haciendo lo de siempre, considerando, que las criaturas no tenían la culpa de lo que nos estaba ocurriendo. Algunos, como acto de rebeldía dijeron que sólo harían lo que era de obligado cumplimiento, por lo tanto, excluirían todo aquello que supusiese trabajar fuera del centro o fuera del horario escolar en las actividades extraescolares o como bien dicen en algunos sitios, extracurriculares. A nadie pareció molestarle mucho. Aparentemente, sólo aparentemente. Ahora ya se escuchan voces (hay muchos "pegacarteles" pontificando), denunciando que los niños están sin festivales, sin excursiones, y que en consecuencia estas diversiones/entretenimientos tienen que ser asumidos por las familias. No tardaremos en ir los sábados a trabajar y, como en mi infancia, dedicarnos a preparar la "función escolar", labores del hogar, y competiciones deportivas. Circo para distraer a la plebe. Es para lo que valemos ...
Seguirán dándonos, seguiremos llevando y apandando, porque por encima, creemos que nos lo merecemos. Haremos lo que quieran y no nos preguntaremos de dónde y por qué nos caen estos palos. Puede que en alguna ocasión nos preguntemos adónde nos van a llevar todas estas medidas, qué van a suponer en la formación de los niños y niñas y qué ciudadanos prepararemos para el futuro unos docentes transformados en cuidadores, animadores y ; pero callaremos porque todos somos muy contestarios hasta que nos tocan el horario, el sueldo y la seguridad. Así que, mejor estar quietos y hacer lo que nos mandan.
Bien, ¿y ese algo o alguien cómo conseguirá que la sociedad -que no es tonta- consienta esta situación? Fácil: manipulando la opinión a través de lo que apunta Chomsky:
1º La estrategia de la distracción.
2º Crear problemas y luego ofrecer soluciones.
3º La estrategia de la gradualidad.
4º La estrategia de diferir.
5º Dirigiéndose al publico como a criaturas de corta edad.
6º Utilizando el aspecto emocional mucho más que la reflexión.
7º Manteniendo al público en la ignorancia y en la mediocridad.
8º Estimulando al público a ser complacente con la mediocridad.
9º Reforzando la autoculpabilidad.
10º Conociendo a los individuos mejor del que ellos mismos se conocen.
La escuela pública y los docentes estamos vendidos. ¿Quién ganará en esta operación? Por ahora es una incógnita, pero cuando lo sepamos, recordaremos todas las señales que se nos manifestaron (ver la teoría de los cisnes negros). ¿Quién perderá en esta operación? De seguir en esta línea, los "perdedores" estarán tan manipulados que ni se percatarán hasta que sea demasiado tarde.
Parece un cuento de miedo. Nunca pensé creer en estas cosas, pero es lo que hay. Para (no)olvidarse de esto, haré una recomendación literaria en esta línea temática: "Génesis" de Bernard Beckett.
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