Siempre insistimos en la idea de que las salidas escolares no pueden quedar reducidas al mero momento de su realización; muy por el contrario precisan tanto de la preparación previa como aún más de la continuidad de la misma. Cuando visitamos un lugar y conocemos a personas que nos hacen partícipes de sus proyectos y de sus ilusiones es como si nos prendiésemos con un hilo invisible que de vez en cuando tensamos para saber los unos de los otros, máxime cuando se trata de una experiencia como fue
la visita que realizamos en el mes de septiembre al Pazo del Sol y de la Luna que tan honda huella dejó en nuestro alumnado que desde entonces aprovechan fines de semana y festivos para volver con sus familias para mostrarles los senderos paralelos al río Tinto y el árbol del amor plantado en el
Xardín do Recordo.
Ya en el mismo día de nuestra visita al
Pazo del Faramello, habíamos invitado a nuestros anfitriones a que nos viniesen a ver en nuestra escuela y quedáramos emplazados para cuando le cayesen las hojas al árbol plantado. Y así fue como a finales del mes de octubre los recibimos como si ya formaran parte de la historia de vida de estos pequeños.
Debemos decir que teníamos bien preparada la recepción y acogida de Asun, Esther y Gonzalo; al igual que hicieron ellos, nosotros también sabíamos lo que queríamos enseñarles y teníamos distribuidas las responsabilidades de cada uno de nosotros en esa visita. Y esto no es banal, cierto es que la espontaneidad y la improvisación infantil pueden salvar cualquier situación pero eso no quita que haya que seleccionar, organizar y planificar la manera de hacerlo, sobre todo para que los niños/as vivencien cómo hay que tomar decisiones priorizando unos aspectos sobre otros, ya que no podíamos mostrar todo un centro y nuestros "tesoros" en un breve período de tiempo.
Al final de la visita a las instalaciones pasaron por cada una de las aulas de los grupos de 4 años. En la nuestra estaba prevista la entrega de un cuadro a Asun, también maestra y madre de una de las víctimas del accidente de Angrois en memoria de las que se erigió el Xardín do Recordo.
También esperábamos que nos hiciesen entrega de las hojas del cercis, con las que realizaríamos una intervención plástica para quedar en el aula a modo de recuerdo y de hito experiencial hasta que en primavera se vuelva a cubrir de hojas y flores. Con tal motivo, habíamos hablado mucho sobre el simbolismo de este árbol y de por qué se le conoce como "árbol del amor"; el manto de flores rosadas con las que se llena en primavera y la forma de corazón de las hojas son razones suficientes pero, en este caso, aun más por tratarse de la especie elegida para representar el amor de las familias de los fallecidos por sus ser queridos.
Ahondando más en eso, le pedimos a cada niño y niña que diesen una palabra que asociaran al amor, así anotamos veinticinco ideas personales y diferentes a las que sumamos alguna más por cada uno de nuestros invitados. Con una escritura enlazada fuimos plasmando en un papel el nombre de cada niño/a y su definición, trazando al tiempo la forma de un árbol, nuestro particular árbol del amor. Por grupos completamos con ceras acuarelables la sencilla composición que quedó lista a la espera de las hojas que nos entregarían nuestros visitantes.
De ahora en adelante acordamos que a lo largo del invierno nos enviarán fotografías del estado del Xardín do Recordo y de sus árboles. Para cuando vuelva la primavera ya tenemos pensadas varias posibilidades para seguir avanzando en esta colaboración tan enriquecedora para todos nosotros.
Aprender a dar, a recibir, a agradecer, a guardar recuerdos hermosos, a conservar las amistades y a no perder de vista aquello en lo que nos implicamos son siempre constantes en nuestro trabajo educativo, pues pensamos que pocas cosas puede haber más importantes en la formación de una persona.
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