Los bebés y niños pequeños con autismo tienen cerebros más grandes que niños normotípicos de la misma edad. Hasta ahora se creía que esa diferencia desaparecía durante la adolescencia pero un estudio reciente presentado en la reunión anual de la Society for Neuroscience 2016 indica que ese incremento persiste en la adolescencia y en la vida adulta.
La idea previa era que los cerebros de personas con autismo tenían tres períodos diferentes de crecimiento anómalo: un crecimiento excesivo en la infancia temprana, una detención prematura del crecimiento en la niñez y una pérdida de volumen entre la adolescencia y la primera madurez. Ya no es así.
Los investigadores usaron resonancia magnética y escanearon los cerebros de 254 personas con autismo y 223 controles. Los participantes tenían edades entre 6 y 25 años y sus cocientes de inteligencia iban de 47 a 158. Todos los análisis se hicieron con el mismo escáner y se analizaron siguiendo el mismo protocolo para minimizar cualquier distorsión en los datos causado por el equipo o la metodología. Los investigadores encontraron que el volumen cerebral era un 3% superior, de media, en las personas con autismo frente a los controles y que esa diferencia no cambiaba significativamente con la edad de los participantes, persistía a lo largo de los años.
El grupo de investigación también encontró que el volumen cerebral se incrementaba con el cociente de inteligencia en los controles, algo bien sabido, la gente más inteligente tiene cabezas más grandes pero curiosamente esa correspondencia no se da en el grupo con autismo. Es llamativo porque todas las supuestas explicaciones que hemos dado para esa asociación en el cerebro normal, mayor espacio computacional, mayor rendimiento por la mayor cantidad de neuronas o de sustancia blanca, debería teóricamente darse de la misma manera en las personas con autismo. Es decir, en los casos con TEA esa mayor cantidad de elementos neuronales no se refleja en un incremento de la habilidad para el procesamiento cognitivo.
La aportación de este estudio es que puede explicar algunos datos de trabajos previos donde se analizaba el tamaño de la cabeza o el volumen del cerebro pero no se incluía esa variable, el cociente de inteligencia. Es decir, si se tenía una muestra de personas con autismo cuya media de CI era baja y un grupo control con un CI superior de media, esas dos poblaciones, muy típicas de estas clase de estudios, podrían enmascarar la diferencia y llegar a la conclusión de que no hay diferencias entre los cerebros de adolescentes o adultos con y sin autismo, que es lo que creíamos hasta ahora.
Los investigadores encontraron que el incremento de volumen cerebral en el grupo con autismo se debía al menos en parte, por un incremento en la sustancia gris, las zonas más ricas en cuerpos de neuronas. Con respecto a la distribución regional, encontraron que las personas con autismo tienen un mayor volumen de sustancia gris en los lóbulos temporales, unas zonas que procesan estímulos sociales como el lenguaje y las caras, y en el lóbulo frontal, que interviene en el pensamiento, el juicio y la toma de decisiones.
El grupo con autismo presentaba también incrementos de la sustancia blanca, formada mayoritariamente por los axones mielinizados de las neuronas, en algunas regiones encefálicas, en concreto en los lóbulos temporales y en el cerebelo.
Para leer más:
- Yankowitz LD, Herrington JD, Pereira JA, Yerys BE, Pandey J, Schultz RT (2016) Global and regional brain enlargement in autism spectrum disorder persists through adolescence in a large sample. Annual Meeting of the Society for Neuroscience, San Diego, CA
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