Cuando Kanner conoció a Donald, no tenía idea de cuál era su diagnóstico pero sugirió que podría ser una condición no descrita hasta ese entonces. Ahí empieza su labor de investigación hasta que publica en 1943, la primera descripción del autismo.
Donald, tuvo unos padres que se implicaron en su terapia, y vivía en una pequeña comunidad, Forest, que aceptó por completo su diferencia. En la actualidad, ya sin sus padres, Donald sigue viviendo en su casa, feliz, juega al golf, conduce, viaja de vez en cuando, disfruta de su serie preferida Bonanza y sigue adjudicándole un número a cada persona que conoce.
El caso de Donald descoloca nuestros parámetros de lo que es el éxito en la vida de una persona y es la prueba de la importancia de la comprensión social para el desarrollo de una persona con autismo.
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