Llegamos a un punto de sobreexposición a las miserias humanas que, cuando emiten reportajes en la televisión sobre la vulneración de los derechos de las personas, cuando vemos imágenes en la red o noticias en los diarios, somos capaces de seguir con lo que teníamos entre manos con la misma tranquilidad. Ya se nos inmunizó el sentir, ya nada nos impresiona; puede conmovernos en el momento, pero pasado eso quedamos como estábamos; tan sólo nos provocan reacciones viscerales momentáneas. Todo alcanzó un nivel de brutalidad, de realismo, de recreación en la desgracia que consiguió que nos acostumbrásemos a ella.
Esto es lo que nos pasa a los adultos, que vivimos otros tiempos diferentes en los que nada sabímos de esto; pero a los más jóvenes que crecieron con esas imágenes en el telediario a la hora de comer, los deja totalmente indiferentes. Es todo tan impersonal, tan anónimo que les parece irreal, fruto de otro producto de la ficción, incluso podrían ser mundos virtuales. No son capaces de ponerse en la piel del que están viendo en la pantalla.
Tal vez hay que cambiar de estrategia cuando se quiere movilizar a la sociedad en pro de la defensa de los derechos humanos. Y esto es lo que acaban de hacer dos escritores comprometidos con el tiempo en el que viven:
Fina Casalderrey y
Francisco Castro, que acaban de publicar "O neno can". Comparten los dos, además de esta obra, una amistad que viene de muy atrás, mucho oficio y una sensibilidad exquisita. Con esos mimbres, con cuatro manos y veinte dedos fueron quien de escribir cinco relatos que entre la lectura de cada uno de ellos teníamos que dejar pasar un tiempo para sobreponernos. Ahora, cuando hablamos de niños con nombre -Aakesh, Nadim, Altair, Leila o Carlos- no hay escapatoria, nos toca la fibra sensible. Todos ellos tienen o establecen una relación especial con un perro, que parece ser el único toque de ternura que se les permite en sus vidas privadas de alguno de sus derechos fundamentales.
Con todo, aquí radica la maestría de Fina y de Francisco, no se recrean en los detalles escabrosos o sórdidos, ellos nos colocan en la situación y dejan que sea la imaginación del lector la que le eche el resto. Nos ponen el magín a funcionar; ahora no somos meros espectadores ni consumidores de imágenes en los parques temáticos de la pobreza. No, supieron apelar a nuestra humanidad, a nuestros afectos y hacernos reaccionar contra esas situaciones injustas en las que viven tantos niños y niñas.
No sabemos bien donde empieza y donde acaba a mano de cada uno de ellos; crearon un estilo distinto: directo, ligero y claro, de frases cortas sobre las que a veces hay que volver cuando se repara en la belleza que encierran.
"O neno can" es un libro a favor de UNICEF, así, cada uno de los cuentos es introducido con una interpretación de los artículos de la Convención de los Derechos de los Niños/as, que luego veremos vulnerado en la historia que nos relatan. Igualmente, se cierra cada uno de ellos con una cita. La soberbia capacidad de Patricia Castelao para retratar expresiones infantiles, hace el resto. Se presenta con una cuidada edición, en un formato que lo aleja de un típico libro de cuentos (algo que repele a lectores adolescentes), y se esconde un guiño de los autores en las tapas interiores. Se mire por donde se mire, estamos ante un libro diferente.
En definitiva, es un libro para leer, para disfrutar y, sobre todo, para reflexionar. Por ello, lo consideramos altamente recomendable, para lectura de centro, de aula, de biblioteca, con alumnado de diez o doce años en adelante. Con el alumnado de la ESO daría para el trabajo de una materia a lo largo de todo el curso. Cumple todos los requisitos para ser una obra de referencia en los institutos, sacudiéndole a los jóvenes la capacidad -que tienen adormecida- de compadecerse y dándole la fuerza para rebelarse contra las injusticias.
Francisco Castro y Fina Casalderrey con este libro denuncian la mala vida de muchos niños y niñas. Ellos no callan, no cumplen con aquello de lo que se lamenta Mahatma Gandhi y que le pone punto final al primer cuento, "O neno can", y que dice:
"Lo más terrible de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena."
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