Excelente carta:
Reducir de un modo draconiano los presupuestos educativos, a la vez que se hinchan las tasas académicas, constituye una infamia. Hacerlo, además, en un contexto en el que muchas familias están sufriendo serias estrecheces económicas, denota una enorme insensibilidad. Y alegar que esa vampirización de la escuela pública no va a incidir en la calidad y equidad educativas, raya en lo chulesco. Y la guinda la ponen al tratar de justificarlo apelando a que el sistema educativo español es horrible y que lo van a arreglar con la doble sangría del tijeretazo y el aumento de los gravámenes académicos.
Cuando yo tenía 13 años muchos de mis amigos abandonaron la escuela. Han pasado cuatro décadas, y en ellas la educación en España ha tenido un crecimiento exponencial. Hace 40 años el índice de estudiantes de educación secundaria entre los hijos de obreros y campesinos era muy reducido; y en la universidad constituían una excepción. Los índices de mujeres universitarias eran muy inferiores a los de los varones, sobre todo en carreras técnicas. En cuatro décadas hemos avanzado enormemente en igualdad de oportunidades, en integración del alumnado con necesidades educativas especiales, en éxito y continuidad académicas, en titulaciones y formación de nuestra infancia y juventud. Ha habido un gran esfuerzo y una apuesta muy importante de las familias (que sus hijos estudiaran más que ellos), del profesorado y —¿por qué no decirlo?— también de las administraciones.
¿Quieren retrotraernos al cerrado elitismo de antaño? Causa tristeza tener que dar la razón a Macbeth (Shakespeare) cuando define el mundo como "una historia llena de sonido y furia contada por un loco".—José Eugenio Abajo
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