Ayer tuvimos el gusto de asistir a la entrega del Premio Trasalba 2012 a Antía Cal En un hermoso acto en Amoeiro, en la Casa Grande de Cimadevila, se reunió a alrededor una importante representación de la cultura de Galicia, para reconocer la gran aportación de esta mujer a la educación; una de esas iniciativas civiles de base destacables en nuestra tierra, que, como decía Víctor F. Freixanes, hay que reseñar, porque surgen de la iniciativa particular no esperando a que vengan darriba para bajo por parte de las autoridades o de la administración.
En un día y en un paraje único, con un cielo aun lleno del humo de la noche anterior llegamos a las tierras de D. Ramón Otero Pedrayo, os chans de Amoeiro, un lugar de esos que tan sólo se pueden encontrar en Galicia, con una vegetación autóctona en máximo momento de esplendor: castaños estrellados con sus flores, cerezos rebosantes de papudos frutos rojos, robles centenarios en los que ya asoman las bellotas, rosales silvestres que hacen de muro en los caminos, millares de dedaleras moradas y zarzas llenas con la flor de la luna de San Juan. Un lugar de contrastes, donde lo religioso y lo pagano van de la mano, y en el que cada último domingo del mes de junio, la Fundación Otero Pedrayo, reconoce la labor de una personalidad por nuestra lengua y por nuestra cultura.
A este lugar de naturaleza no domesticada por la mano del hombre -al que hasta de ahora no había llegado Antía Cal, pese a que siempre que pasaba por la carretera de Ourense miraba con pesar y decía "por ahí se va la Trasalba"-, llevó ayer su discurso, también, como ella, indomable; un alegato por la primera educación de los niños y de las niñas.
Antía Cal, -a la que ahora hacía cerca de cinco años, que no veíamos-, llegó con la energía y determinación que la caracteriza, y como quien echa fuera la rabia, denunció la situación que está viviendo la educación en Galicia. Con una exposición valiente, en un discurso que le dedicó a su esposo Antón Beiras, -su compañero de viaje/viajes y mentor en el galleguismo-, habló de las falacias de las tesis oficiales sobre la excelencia, el esfuerzo o la calidad en la enseñanza. Puso en pie varias veces al auditorio que no se cansaba de escuchar las razones de una octogenaria que sigue creyendo en aquello que la llevó a fundar un colegio diferente en Vigo en los años 60, en el que se le enseñaba a los niños y niñas a pensar y a ser ciudadanos con derechos.
Se emocionó y lloró con la rabia cuando recordó a su padre, un hijo de la aldea que tuvo que emigrar la Cuba analfabeto - "para vergüenza de España", algo que por desgracia, en los tiempos que corren, ahora puede volver a acontecer con los recortes a los que está siendo sometida la escuela rural.
Para no extendernos, más, como en un ejercicio de revitalización profesional, aconsejamos leer su discurso completo que se publicará en el web de la editorial Galaxia. Nos hará bien a todos y a todas los que ya estamos cansados de escuchar palabras vacías de sentimiento por la educación.
Con motivo del premio, la Fundación Otero Pedrayo publicó el libro "Antía Cal. Sementar no futuro", en el que se recogen artículos de Xesús Alonso Montero, Xosé Neira Vilas o Antón Costa entre otros; una carta que le había dirigido D. Ramón; un poema que Celso Emilio Ferreiro le dedicó a los niños y niñas del Colegio Rosalía de Castro; la visión de Marta Mata y Pilar Benejam sobre la labor de innovación educativa de Antía en Galicia; cariñosos y agradecidos reconocimientos de algunos de sus alumnos y compañeros, así como una completa cronobiografía.
Nosotras también hicimos nuestra aportación para esa publicación, con un pequeño artículo que leva por título
Antía Cal, la Maestra, en el que tratamos de mostrar la admiración que sentimos por Tita, para nosotras un ejemplo de mujer innovadora, adelantada a su tiempo, comprometida con la educación y cultura gallega, de la que recomendamos, para quien no la conozca, la lectura del libro en el que se recoge su memoria "
Este camiño que fixemos xuntos", publicado en el año 2006.
No podíamos imaginar mejor manera de cerrar este curso escolar que con un homenaje a la educación de los primeros años como ayer defendió Antía Cal.
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