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Señor José Ignacio Wert, le recuerdo su responsabilidad. Es usted el ministro de Educación, no el ministro de la Iglesia ni del Opus ni del machismo ni de la discriminación. Como ministro de Educación, usted debería saber que no hay una sola evidencia científica que demuestre que la segregación por sexos en la escuela mejore la enseñanza. Sí la hay, eso sí, sobre la capacidad de este rancio modelo educativo para fomentar el sexismo y la desigualdad. Tal vez habría que debatir si el Estado debería permitir esta educación claramente discriminatoria. Pero lo que es intolerable es que un país que se dice aconfesional -que no es Irán- financie con dinero público una educación sexista por razones religiosas.
Le recuerdo también sus propias palabras, señor Wert: «Yo diría que nuestro programa es sencillísimo: cumplir la ley. No tenemos otro condicionamiento ni otra voluntad, cumplir la ley». Se refería a la polémica sobre el archivo franquista de Salamanca, pero entiendo que este propósito sirve para todo lo demás. También para la educación sexista cuyas subvenciones usted respalda, en contra de la sentencia del Tribunal Supremo que las acaba de considerar ilegales. Sorprende la energía con la que ustedes, los liberales, defienden las subvenciones cuando se trata del dinero de la Iglesia, pero más aún que pretendan mantenerlas contra el mismísimo criterio judicial. ¿Con qué cara critica usted a Sánchez Gordillo si es el Gobierno el primero en cuestionar las decisiones de la justicia? ¿Qué argumentos usará el Ejecutivo para mantener ese imperio de la ley que ustedes mismos desprecian con tanta frivolidad?
La excusa que usted utiliza para saltarse la sentencia del Supremo no puede ser más débil. El tratado de la Unesco al que usted se refiere, señor Wert, no obliga a discriminar, sino que lo tolera «en caso de que el Estado la admita», algo que el Supremo ha aclarado ya. Le recuerdo otro dato: está redactado en 1960 y en el último medio siglo España ha cambiado un montón. En algunos temas, parece que a su pesar.
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