viernes, 3 de enero de 2014

Mujeres en la historia



Mujeres en la historia


Posted: 02 Jan 2014 03:05 PM PST
Bertha Krupp heredó a principios del siglo XX uno de los principales imperios de la industria siderúrgica de Alemania pero su condición de mujer fue un problema para la familia. Era la primera vez desde que en el siglo XVI se fundara la compañía, que la herencia recaía sobre una mujer. Ante tal situación, fue el propio káiser quien intercedió y buscó un marido adecuado para Bertha y un director adecuado para la compañía. Aun así, Bertha siguió teniendo un papel activo en Krupp, sobretodo tras la Segunda Guerra Mundial, momento en el cual, su protagonismo como fabricante de armas, vio ensombrecida a la compañía.


Un problema de herencias
Bertha Krupp von Bohlen und Halbach nació el 29 de marzo de 1886 en la ciudad alemana de Essen. Su madre, Margarethe von Enden, se había casado con uno de los magnates del acero y el carbón germano, Friedrich Krupp. La pareja tuvo sólo dos hijas, Bertha, la mayor, y Bárbara, la pequeña. Se planteaba entonces un problema con la herencia de la dinastía de los Krupp pues que una mujer asumiera el control de tal imperio industrial era algo totalmente inaudito.

Cuando en 1902 fallecía Friedrich Krupp, Bertha, con tan sólo dieciséis años, se convertía en la propietaria de Krupp. Ante tal situación, la única solución pasaba por encontrar un marido que estuviera capacitado para liderar la dirección de la compañía. Una búsqueda que asumió el mismísimo Káiser Guillermo II, pues tal era la influencia e importancia de Krupp en la economía alemana. 

Un marido para la heredera
El escogido fue Gustav von Bohlen und Halbach, un diplomático prusiano que trabajaba en la corte del Káiser y que asumió el apellido Krupp tras casarse con Bertha el 15 de octubre de 1906 en la Villa Hügel de Essen. Gustav asumía el control ejecutivo de la compañía, mientras su cuñada Bárbara recibía una compensación económica y Bertha se convertía en la propietaria nominal de Krupp. La pareja tuvo ocho hijos y lideró la industria siderúrgica durante los siguientes años. 



Del acero a las armas
Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, la compañía Krupp se focalizó en la fabricación de armas. Una de ellas, un mortero utilizado en los bombardeos alemanes, fue bautizada como "Dicke Bertha" (La gran Bertha). Su dedicación a las armas continuó en la Segunda Guerra Mundial. En 1943, Adolf Hitler traspasaba el control de la compañía de Bertha a uno de sus hijos, Alfried, según un decreto conocido como la "Lex Krupp". Bertha y su marido, que en 1941 había sufrido un derrame cerebral, se  trasladaron a vivir al Tirol donde permanecieron hasta el final de la guerra. Tras el fin de la contienda, Gustav y su hijo Alfried fueron acusados de crímenes de guerra.

En 1950 Bertha se quedaba viuda y un año después se trasladaba con Alfried a su ciudad natal. Madre e hijo volvieron a coger las riendas de la empresa familiar y en poco tiempo volvió a ser un puntal de la economía alemana. Bertha se dedicó entonces a realizar obras de caridad y a preocuparse por las condiciones de las familias de los trabajadores de sus fábricas. También fue la impulsora de la construcción de la Iglesia de San Francisco en Bedingrade donde una inscripción recuerda su colaboración.

Poco tiempo después, el 21 de septiembre de 1957 fallecía y era enterrada en la cripta familiar.
Posted: 01 Jan 2014 10:35 PM PST
En una India sumida en las más ancestrales leyes de castas, en la que las mujeres no existían legalmente y eran seres sumisos a los hombres, en un país en constante conflicto con la metrópoli inglesa, una mujer se enfrentó a la tradición y a los colonos. Lakshmi Bai, contra todo pronóstico, se convirtió en reina, gobernó y se ganó el cariño y respeto de su pueblo y de los ingleses que lucharon contra ella. 

La niña reina

Manikarnika nacía probablemente el 19 de noviembre de 1828 en la ciudad santa de Varanasi en el seno de una familia de brahmanes, una de las castas más elevadas de la India. Manu, como se la llamaba cariñosamente, quedó huérfana de madre con tan sólo cuatro años. Su padre, Moropant Tampé, se la llevó con él a la corte del peshwa de Bithur donde creció y aprendió las artes de la guerra de la mano del propio Moropant y se crió junto a la familia del peshwa como una más. 

En 1842, cuando aún era una niña de catorce años, fue entregada en matrimonio al maharajá de Jhansi, Gangadhar Rao. Asumía entonces el nombre de Lakshmi Bai y se convertía en reina de Jhansi. Los monarcas tuvieron un hijo, Damodar Rao, en 1851, pero fallecía con tan sólo cuatro meses. Ante la imposibilidad de poder concebir un nuevo vástago, la pareja real decidió adoptar a un familiar de Gangadhar como era tradición en los reinos indús. Pero a la muerte del maharajá en 1853, la Compañía de las Indias Orientales, que controlaba la región, aplicó la doctrina del gobernador general Lord Dalhousie según la cual, los reyes que fallecían sin descendencia debían entregar su reino a la Compañía. Así, en marzo de 1854, la reina de Jhansi marchaba del palacio real y se trasladaba a vivir al palacio de Rani Mahal. 

La reina contra Inglaterra
En 1858 estallaba la rebelión largamente larvada que convertiría a la India en un campo de batalla. El reino de Jhansi se mantuvo relativamente al margen durante un tiempo hasta que el capitán Hugh Rose decidió sitiar la ciudad. Era el mes de marzo de 1858 y Lakshmi Bai, acostumbrada a cabalgar en su caballo, algo totalmente inaudito para una mujer, y a usar las armas que su padre le enseñara, se puso al frente de la resistencia. 




El 24 de marzo empezaron los bombardeos para derribar las murallas de Jhansi. El asedio duró varios días y terminó con la caída de la ciudad. La reina decidió entonces huir. Cuenta la tradición, que Lakshmi subió a su caballo con su hijo adoptivo agarrado a ella y saltó las murallas para poder escapar. 

Lakshmi Bai se unió a otros dignatarios indios para luchar de nuevo contra los ingleses. El último enfrentamiento tuvo lugar en la batalla de Gwalior. Vestida de soldado, la reina de Jhansi cabalgó con valentía ante las tropas inglesas. Fue su última batalla. Parece ser que los suyos, al ver el cuerpo sin vida de su amada Lakshmi Bai, decidieron quemarlo para que las tropas del enemigo no pudieran hacerse con él. Tres días después caía la ciudad de Gwalior. 

La reina de Jhansi es uno de los personajes históricos más queridos de la India. Su valentía, su determinación en romper las reglas estrictas de un país con ritos tan ancestrales como quemar viva a la esposa cuando el marido fallecía, la convirtieron en todo un símbolo. 

 Si quieres leer sobre ella 

La reina de los cipayos
Cathérine Clement

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