lunes, 30 de diciembre de 2013

COMPARTIMOS DEL BLOG DE ASUN MARRODAN

Hace unos días cayó en mis manos esta información, procedente de un medio de comunicación chileno, cuyo contenido comparto totalmente. La cursiva  es el escrito original; el resto, mis apreciaciones.
Mientras en Estados Unidos alrededor del 9% de los escolares han sido diagnosticados con Trastorno de Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH) en España estas cifras rondan por encima del 5%, y… en Francia apenas un 0,5%. ¿Cuál es el motivo?
La terapeuta familiar estadounidense y doctora en psicología, Marilyn Wedge, explicó en el portal especializado Psychology Today, que en Norteamérica “los psiquiatras consideran al TDAH como un trastorno biológico con causas biológicas, por lo que el tratamiento elegido es también biológico: medicamentos psicoestimulantes como Ritalin y Adderall”. En cambio, “los psiquiatras franceses  ven el TDAH como una condición médica que tiene causas psico-sociales y situacionales”: esto quiere decir que, en lugar de tratar los problemas de comportamiento con medicamentos, los profesionales de ese país  se centran en el contexto social del niño. De este modo, el problema se trata con psicoterapia o terapia familiar. “Esta es una manera de ver las cosas muy diferente a la tendencia estadounidense (que se acerca mucho a la española) de atribuir todos los síntomas a una disfunción biológica, como un desequilibrio químico en el cerebro del niño”.

Además, la profesional explica que, por lo general, en Francia no se utiliza el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM). La Federación Francesa de Psiquiatría ha desarrollado un sistema de clasificación alternativo llamado CFTMEA (Classification Française des Troubles Mentaux de L’Enfant et de L’Adolescent), cuyo enfoque es identificar y abordar las causas subyacentes de los síntomas psicosociales de los niños”. Asimismo, toma en cuenta factores como la alimentación, pues algunos colorantes artificiales y conservantes pueden afectar la conducta de los menores.
“En la medida en que los médicos franceses tienen éxito en encontrar y reparar lo que ha ido mal en el contexto social del niño, menos pequeños son calificados con el transtorno de TDAH. Por otra parte, la definición de TDAH no es tan amplia como en el sistema americano, que, a mi juicio, tiende a ‘patologizar’ gran parte de lo que es el comportamiento normal de la infancia. El DSM no considera específicamente las causas subyacentes. Por lo tanto, lleva a los médicos a dar el diagnóstico de TDAH a un número mucho mayor de niños sintomáticos, alentando al mismo tiempo a tratar a los niños con los productos farmacéuticos”.
 “En los EEUU (y en España también), el enfoque estricto sobre el tratamiento farmacéutico del TDAH, anima a los médicos a pasar por alto la influencia de factores dietéticos sobre el comportamiento de los niños”. Además, en Francia también influye el estilo de crianza de los padres, que se caracteriza por establecer límites más claros. Es difícil que en una familia francesa, un niño “picotee” entre comidas, ya que la mayoría ha aprendido que las comidas son cada 4 horas y que deben esperar pacientemente si les da hambre a una hora que no corresponde.
Como psicóloga educativa que trabajo con niños, tiene perfecto sentido para mí que los niños franceses apenas necesiten medicamentos para controlar su comportamiento, porque aprenden temprano autocontrol en sus vidas. En la mayoría de los casos, los niños crecen en familias en las que normalmente las reglas son bien entendidas, y existe una jerarquía familiar clara.
 Podemos deducir que si a un niño que tiene problemas de conducta, exceso de movimiento y falta de atención, antes de diagnosticarle como TDHA (que, en cierta forma, es como echar balones fuera y esperar que la todopoderosa industria farmacéutica solucione el problema), debemos cuestionarnos cómo es su contexto emocional, familiar y social, para analizar las causas que pueden estar en la raíz de ese comportamiento. En cualquier caso, el tratamiento (con medicación o no) SIEMPRE debe contar con un apoyo terapéutico a través del cual se ayude al niño a regular sus estados emocionales y reacciones. Por supuesto, la familia, en todos los casos, debe colaborar en el proceso y, si es necesario, recibir asimismo terapia para armonizar sus patrones educativos.
 Siempre que se puede, soy partidaria de evitar los tratamientos medicamentosos (si ello es posible). Suelen tener efectos secundarios (con daños asociados a la salud) y se enseña a los niños y a las personas a depender de ellos, poniendo su capacidad de auto-mejora en manos de otros: médicos, medicinas, psiquiatras,…
 No es necesario dar siempre un pez,… mejor, enséñale a pescar.
Un abrazo, Asun ;-)

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