Este año apenas he escrito reflexiones en el blog, y ya me han dicho que a qué espero. No hay nada peor que acostumbrar a la gente.
No es que este verano haya dejado de pensar (creo que pienso incluso más, ¿demasiado? Nunca demasiado). Lo único que no ha surgido escribirlo en el blog.
Pero respetando a mi madre que le aburren nuestras publicaciones pedagógicas, y a aquellos que me han sugerido que ya es hora de escribir alguna reflexión, lo haré por sólo por esta vez (ya que nos queda poco aquí).
Profe me dijeron aquel sábado. Me extrañó, nunca lo olvidaré. No es que no me hayan llamado nunca de esta manera, pero me impresionó quien me lo llamó. ¿Puedo ser profesor de aquella persona?
Minutos más tarde alguien me volvió a llamar profe. Y a partir de ese momento escuché varias veces "perdona profe", "¿profe me puede ayudar?" "profe no puedo"….
¿Soy profe? Lo soy ¿Pero puedo serlo esta vez? Supongo que me lo había ganado al impartir aquella capacitación. Pero aquellas personas que se dirigían a mí de tal forma, me superaban en todo, madres y padres de familias con hijos con discapacidad, que muchos no habían ido a la escuela ni sabían leer y escribir y que habían vivido todo tipo de penurias, hoy se encontraban delante de un barbudo blanquito :) que tenía cosas que enseñar.
Para ellos fui desde el minuto dos el "profe". Sin embargo, para mí nunca serían alumnos.
Alguien me dijo hace poco que él no creía en la deuda histórica,social, cultural, emocional…. Yo expresé que yo no estaba a favor de la deuda moderna, esta que nos da miedo, nos explota, nos consume, nos agrede, nos insulta o es una excusa para ocultar la búsqueda de poder o la venganza. Pero yo me sentía en deuda…
En deuda con todos esos niños que se mueren de hambre mientras yo como todos los días, en deuda con todos aquellos personajes históricos que han dado su vida por los demás mientras yo tantas veces no soy capaz de mirar más allá de mis zapatos, en deuda con toda la gente que me necesita abrazar y no estoy en el ese momento, en deuda… con demasiadas cosas.
¿Cómo iba yo a ser "profe" de estas personas? Me sentía en deuda con ellas, dar dos horas de curso es lo mínimo, dar es lo mínimo, cuando eres feliz y afortunado.
Pero estos papás y mamás insistían en llamarme "profe". Reflexioné, pensé… en estos momentos es cuando debes decir: bien, para mí nunca series alumnos, pero hoy lo mínimo que puedo ser es vuestro profe, ya que tantos de vosotros nunca os brindaron la oportunidad de tener uno.
Soy "profe", soy afortunado, estoy en deuda. Gracias.
Un abrazo.
Sergio Carneros
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