Hoy, tras la finalización del período de adaptación, comenzamos las clases con horario normal, que, por otro lado, consideramos excesivo para criaturas que, algunas de ellas, aun no han cumplido los tres años.
En el último número de
Aula de Infantil, recogen la opinión de personas expertas en esta etapa educativa sobre si se deberían limitar las horas que los niños y las niñas pueden estar en la escuela. Hay que recordar que a las horas lectivas hay que sumarle otras muchas en las que van transitando por distintos servicios, personas y actividades hasta llegar a horarios, incluso excesivos para un adulto.
No sabemos bien como responderá hoy nuestro alumnado cuando se vea en el aula cinco horas, máxime cuando algunos también podrán empezar a hacer uso del comedor tanto para el desayuno como para el almuerzo, ya que el ayuntamiento en el que trabajamos no permite que los niños/as hagan uso de este servicio mientras están en el período de adaptación. Medida a nuestro entender muy acertada, pero, también muy criticada por las familias. De un día para otro, pequeños que no iban a la escuela, pueden pasar a permanecer en ella, cuando menos de 7:30 de la mañana hasta las 20:30 de la tarde. Estamos de acuerdo en que hay casos en los que es mejor así, ya que en el centro podrán recibir una atención que no les dispensan en casa, pero por fortuna no son iguales todas las situaciones.
Volviendo al período de adaptación, tenemos que decir que fue uno de los mejores de los últimos cursos. Parte del éxito de la entrada serena de 100 nuevos niños/as se lo atribuimos:
-Al progresivo incremento del tiempo de permanencia, que fue pasando de 1 hora, a 2, a 3, hasta llegar a las 5.
-A la organización de cuatro grupos por aula, con los que luego se hicieron las combinaciones posibles para que previamente se conociesen todos/as antes de encontrarse con el grupo al completo.
-Al apoyo en aula del equipo directivo, del departamento de orientación y de las especialistas; habiendo siempre al menos dos personas. Esto cubre esa necesidad inicial de ayuda, pero también les permite conocer de primera mano a todos los niños y niñas, saber de lo que precisan y detectar posibles necesidades de intervención. Para nosotras es altamente recomendable esta medida.
-A las reuniones informativas mantenidas con las familias, tanto cuando formalizaron la matrícula en el mes de junio, como ahora, ya por tutorías, a comienzos de septiembre.
- Y muy, especialmente a que con un gran esfuerzo organizativo, logramos entrevistarnos con cada una de las familias antes del inicio de las clases. Esa media hora en la que charlamos distendidamente con el padre y madre en presencia del niño/a, para nosotras marcó una diferencia sustancial con respecto a otros cursos en los que las entrevistas iniciales se realizaban a lo largo de la segunda quincena de septiembre. Cuando los pequeños llegaron el día 12, nosotros ya éramos unas extrañas. Puede parecer algo nimio, pero tiene mucha importancia.
Para nosotras, la organización del período de adaptación es algo crucial en el posterior desarrollo escolar de las criaturas, por ello le dedicamos mucho tiempo a su planificación y mejora. No somos ajenas a las críticas que hacen algunas familias por los trastornos que les ocasiona, como tampoco lo somos a la ligereza y falta de profesionalidad con la que se realiza en algunas escuelas infantiles, en las que no se sabe muy bien si no es un privilegio que tienen los docentes cada tres años que les permite prolongar las vacaciones estivales. Por norma general, hay que decir también que la opinión de muchos de estos maestros, es totalmente diferente cuando el período de adaptación les afecta a sus hijos e hijas.
Siempre nos preguntamos en quién se está pensando cuando se planifica el período de adaptación: en las familias, en el profesorado o en los niños y niñas. Las criaturas tienen que ser el centro de nuestras decisiones, tanto en la escuela como en casa, esto es algo a tener siempre presente.
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