La leche materna es la primera vacuna de un bebé. La lactancia natural es la mejor manera de proporcionar los nutrientes necesarios al niño, promueve el desarrollo cognitivo, refuerza el vínculo con la madre, previene algunas enfermedades graves, aumenta la variedad de alimentos que luego come, mejora los resultados en la escuela, aumenta el cociente de inteligencia e incluso los resultados económicos en la vida adulta.
Unos pocos estudios han planteado que existe una asociación negativa entre los estudios de los trastornos del espectro autista (TEA) y la leche materna; es decir, que la lactancia natural protegería contra el autismo. Es un poco sorprendente porque tenemos cada vez más evidencias de que el autismo está fundamentado en cambios prenatales, aunque las alteraciones comportamentales sean detectables por primera vez entre uno y dos años después.
Los Estados Unidos hacen el llamado National Survey of Children's Health (2007, 2011), la Encuesta Nacional de Salud Infantil, un estudio muy amplio que ha sido utilizado para comprobar esta supuesta asociación entre TEA y lactancia natural. Las 37.901 familias que participaron en el estudio tenían niños entre 2 y 5 años; de ellos, 391 habían sido diagnosticados con TEA. Se les preguntó sobre el diagnóstico de su hijo y sobre cómo había sido su lactancia (tiempo de lactancia natural, período en el que se combinaba el pecho con leche artificial u otros alimentos, etc.) Se recogió también información sobre el niño y sus parientes cercanos a través de las historias clínicas de la familia, incluyendo los datos demográficos de la misma. El resultado fue que no había asociación alguna entre el diagnóstico de TEA y cualquier patrón en su modelo de lactancia. Estos resultados contradecían otros como los de Schultz et al. (2006) donde los niños que no habían tenido una lactancia natural o habían tomado biberón sin leche suplementada con ácido docosahexaenoico y ácido araquidónico tenían mayor probabilidad de tener un TEA.
Otro estudio realizado por Lucas y Cutler encontraba que un porcentaje relativamente alto (9 de 16) de madres con hijos posteriormente diagnosticados con TEA mostraban un patrón de lactancia irregular, en el que no dejaban de chupar voluntariamente. Son pocos casos (16 madres y 19 niños) pero si nuevas investigaciones apoyan este estudio puede ser una señal para evaluar por los pediatras, en particular en aquellos niños con un riesgo superior como los que tienen un hermano con TEA. Puede ser que un comportamiento irregular en la lactancia de los niños que posteriormente serán diagnosticados con TEA hagan que sean destetados tempranamente y por eso se encuentre posteriormente esa asociación. De hecho Tanoue y Oda encontraron en un estudio ya antiguo que la proporción de niños destetados en la primera semana postnatal era mucho mayor en los muchachos con autismo (24,8 %) que en los niños sin TEA (7,5 %).
La lactancia natural es una maravilla, es más sana, más barata, mejor para el niño y siempre está a la temperatura adecuada. Pero por lo que sabemos no protege del autismo. Estos resultados avanzan sobre los trabajos previos, pocos y con pocos datos, donde se había establecido un posible papel protector contra el TEA por parte de la leche materna.
Para leer más:
- Husk JS, Keim SA (2015) Breastfeeding and Autism Spectrum Disorder in the National Survey of Children's Health. Epidemiology 26(4): 451-457.
- Lucas RF, Cutler A (2015) Dysregulated Breastfeeding Behaviors in Children Later Diagnosed With Autism. J Perinat Educ 24(3): 171-180.
- Tanoue Y, Oda S (1989) Weaning time of children with infantile autism. J Autism Dev Disord 19 (3): 425-434.
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