Escena ficticia 1: un grupo de maestras de infantil conversa sobre el momento del tentempié de media mañana; de lo mal que comen algunos niños; de cuánto se les nota que no están acostumbrados a masticar; de que aun hay padres que en vez de fruta mandan potitos; de los que siempre traen bollería industrial, etc. Unas exponen las ventajas de tener las meriendas pautadas día a día, y otras dicen que les parece una intromisión en la vida familiar. Incluso alguna afirma que asumió que se introdujese ese momento en los tiempos escolares, ahora bien, que apenas interviene, ya que no es su función como maestra analizar la variedad de la dieta o la forma en la que comen en el comedor escolar, y que no va a tener problemas con las familias o con los niños por lo que comen. Escena ficticia 2: desde las 7:30 de la mañana van llegando a una escuela los niños y las niñas con los ojos aun llenos de legañas. De inmediato son introducidos en el comedor escolar donde, como a los pollos de un criadero, le dispensan con apremio y eficacia la dosis equilibrada de esa hora. Acto seguido los ponen a ver la televisión. A las 14:00 se repite la misma situación. Como un rebaño son conducidos hacia el comedor. Previamente tuvieron que hacerse cargo de un equipaje digno de un viaje transoceánico (la ropa de la mañana, el mandilón del comedor, la cartera de higiene dental, la agenda del comedor, las vestimentas que emplearán en las actividades extraescolares, y otros muchos complementos). Hay un breve tiempo para toda esa operación de comer equilibrada y de forma saludable, ya que, luego hay que ir a ver una película, que trata de la alimentación sana.
Escena ficticia 3: una maestra de infantil señala en una lámina, o incluso en una EDI los alimentos que conforman la dieta equilibrada; en una ficha colorean el cubierto adecuado a cada plato, y tachan con una X aquellas formas, usos o actitudes no adecuadas mientras se está comiendo. Al terminar, y sin limpiar previamente las mesas, comen como saben, cogiendo la cuchara como si fuese una porra, y así, sin asearse, aun con la cara embadurnada, salen para el recreo.
Escena ficticia 4: en un taller de los que se desarrollan en el comedor escolar tras la ingesta apurada y mediada por amenazas, realizan unos originales disfraces de "alimentos" que les transmiten a los niños/as importantes consignas o lemas relacionados con la alimentación y con los hábitos saludables.
Escena ficticia 5: se ve que hay celebración en el centro, con mesas llenas de dulces, chucherías, montones de bebidas edulcoradas y los niños ante tal desproporción comen sin mesura, no respetando ningún tipo de hábito o convencionalismo social, pese a estar delante de sus condescendientes progenitores y maestras. Después, y ya que es día de fiesta, corren enloquecidos por el patio hasta que alguno vomita.
Escena ficticia 6: un nutricionista o un responsable municipal de comedores glosa ante las cámaras de televisión las bondades nutricionales de los menús que dispensan en los centros; al tiempo se emiten imágenes de criaturas comiendo en esos comedores, -en esas espantosas bandejas en las que sirven a un tiempo el potaje, con las croquetas, con el yogur y con el agua-, hacinados unos encima de los otros, cogiendo los tenedores o las cucharas de cualquier manera, hablando con la boca llena; y todo con prisa, con mucha prisa.
Afortunadamente son escenas de ficción escolar, porque se fueran reales cabría preguntarse:
- ¿Cuál es la función de los servicios complementarios que se dispensan en los centros escolares? Son un complemento educativo, como su nombre indica, o sólo se trata de "conciliar" y de nutrir?
-¿Dónde está la responsabilidad de los docentes en cuanto a hábitos saludables?, -para hacernos entender vamos a emplear una terminología ya en desuso-, sólo se tienen que encargar de lo conceptual dejando de lado lo procedimental y lo actitudinal?
-¿En los consejos escolares, donde están los responsables de todas las intervenciones que se desarrollan en los centros responsabilidad de distintos servicios, nunca se trata de coordinar sus actuaciones? Deberían percatarse de que somos muchas las personas que atendemos los niños, pero ellos son siempre los mismos, y viven nuestras incoherencias a lo largo de todo el día.
-¿Cuándo se contrata la gestión de los servicios, hay alguien que vele por la ejecución educativa, o solo se trata de comensales? Siempre decimos que la educación de los niños es responsabilidad de muchos, pero por desgracia y por comodidad, ahora se acordó hacerlo todo en la escuela, en un único espacio en el que a lo largo del día imperan distintas normas.
Lo confundimos todo; no es lo mismo nutrir que alimentar, no es lo mismo darles del todo que darles lo que precisan, no es lo mismo calidad de la educación que contenedores de niños. Y que nadie venga diciendo que aun así, algunos comen mejor que en casa, porque aun siendo cierto, no es para conformarse, ya que estamos educando personas, y debemos procurarle lo mejor.
Comer no es hacer una parada técnica para repostar; no es llenar un depósito con combustible de muchos octanos y volver a la pista para seguir dando vueltas a toda velocidad. Comer es una necesidad que también precisa de calma, de cariño y de normas de la vida real, no de normas que solo valen para el comedor. Comer es también saborear, gozar con comida, con su presentación, con la forma en la que se sirve, y esto importa tanto como su equilibrio nutricio. Comer precisa de unas formas y de un tiempo para relacionarse con los otros. Y tras la comida, lo más saludable es un reposo.
La alimentación, además de una necesidad vital es un hecho social, cultural y humano y así lo entiende en las Escuelas de Reggio Emilia, donde la cocinera, la pinche, la camarera o la monitora tienen una función tan educativa como la de la maestra; donde cada día los niños colaboran tanto en la cocina como en el comedor sirviendo a los compañeros; donde los tiempos de comida son tiempos de relax, de compartir, de hablar, y donde tras la comida, siempre se les reserva las criaturas un tiempo de descanso reparador.
A veces nos preocupan estas
nuestras críticas a cuestiones que otra gente alaba complacida, pero en ocasiones también encontramos opiniones en la misma línea, como sucede en el artículo "El trato en los comedores escolares" publicado en el nº 64 de Aula de Infantil.
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