"Un hombre espera en la consulta del médico. Entra el doctor con unos papeles en la mano:
Doctor: Bueno, pues ya tengo aquí los resultados de las pruebas.
Paciente: ¿Y qué me dice, doctor? ¿Es cáncer?
D: Mire, no le voy a engañar. Le quedan a usted unos siete meses de vida. ¡Pero alégrese! ¡Yo creo que llegará bien para la Eurocopa! Por cierto, ¿vio usted el clásico anoche? Menudo robo, ¿eh? El árbitro...
P: Pero... pero... pero ¿cómo me puede hablar ahora de eso? ¡Se trata de mi vida!
D: No sé... cuando el gobierno recortó en Sanidad y Educación usted se pasaba todo el día hablando de fútbol. ¿No era su vida entonces?"
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España ya pasea orgullosa su noveno puesto en la clasificación de
tasas universitarias más caras de Europa, por detrás de países como Letonia, Lituania, Irlanda o Turquía. Se multiplican los aspirantes a estudiantes que, tras hacer colecta entre familiares y amigos, en el mejor de los casos solo les llega para matricularse en un par de asignaturas. Lo de la universidad exclusiva para ricos ya existe, tal y como está establecido en Chile: el espejo donde se miran Wert y su pandilla neocon representa
el sistema educativo más caro del mundo aunque ¿paradójicamente? ocupe uno de los últimos puestos por resultados educativos en los informes PISA, esa evaluación externa que nuestro insigne ministro solo utiliza cuando le conviene.
Jugada espectacular de Messi.
Siguiendo en lo público pero cambiando de sector, parecería que Madrid hubiese decretado un estado de excepción donde todo valiese y se justificara bajo el mantra de la crisis: ¿acaso es normal que los sanitarios lleven semanas de huelga y cada día nos desayunemos con cientos de dimisiones? ¿Es democráticamente admisible que el político no electo encargado de gestionar el asunto declare sin pudor "bienvenidas sean las dimisiones", e incluso su gabinete tache a los médicos y coordinadores de irresponsables? La impunidad absoluta para aplicar la normativa que les sale de las narices (y para redactar una nueva que les convenga) roza la locura, ya no por la inmoralidad que destilan los gestores temporales de nuestros recursos, sino por la quietud y sumisión de los que sufrimos este atraco. Falta a Cristiano al borde del área.
Como en el chiste del principio -maldita la gracia, ¿verdad?-, poco nos importa algo cuando no nos afecta directamente. No somos capaces de reflexionar que estos recortes en Sanidad los pagaremos muy caros con nuestra calidad de vida (término abstracto que debe ser traducido: tú te morirás de una grave y dolorosa enfermedad si no tienes dinero para pagar la operación o el tratamiento... y nadie es inmune contra eso). Los de Educación también traen cola: convertirán nuestro país en una montonera desperdigada de población ignorante, poco avanzada y conformista con lo que le impongan, ya sean cientos de injusticias legales o desigualdades sociales blindadas y protegidas por quienes dicen asegurar el orden. Paradón de Casillas.
En Grecia,
algunos colegios del norte del país no abrirán sus puertas a comienzos de 2013
al no poder pagar la calefacción. Los helenos se han convertido en nuestra máquina del tiempo particular: nos llevan dos años de ventaja (lo que hemos sufrido en 2012 con este gobierno recortador, y con la alfombra roja a los atropellos sociales extendida por el anterior, ese fue el día a día de los griegos en 2010) y aquí mientras tanto solo nos regocijamos con el "qué majos somos y qué de cosas nos quedan, ¡optimismo español ante la adversidad!" vendido por Campofrío, conscientemente inconscientes de nuestro futuro a medio plazo. Vamos, que nos sigue dando igual el panorama: a los funcionarios, esos vagos e indeseables que nos dedicamos a salvar vidas, formar al futuro de la sociedad o apagar incendios sin pedir antes la tarjeta de crédito (¡qué atrevimiento ese de operar a corazón abierto a un parado desahuciado, o ayudar a su hija disléxica a aprobar la ESO!), ya nos han pulido una nómina por toda la cara, e incluso hemos pagado impuestos por el dinero que nos han quitado. Salvo excepciones, todo nos resbala. ¿Que eso no es suficiente, y que defender nuestros derechos daría una mala imagen de egoísmo funcionarial? Pues aquí hay más motivos para preocuparse: por poner un ejemplo,
los centros de Castilla y León ya han sobrevivido este año gracias a los ahorros de cursos anteriores, pero ese dinero también se está acabando: en otras muchas comunidades hay tantos recortes que ya no se transfiere ni la mitad del presupuesto anunciado, y en el caso de Madrid la situación podría ser aún más alarmante. La disminución de las becas de comedor ha propiciado el abandono del servicio por parte de muchos alumnos, algo gracias a lo que se podían pagar un par de facturas de teléfono o de fotocopias cuando los atrasos en los pagos de la administración se alargaban en el tiempo. Sin ese último clavo ardiendo, igual que en Grecia, ¿cómo podrán sobrevivir los colegios e institutos públicos, si no es por ingresos caritativos o de la beneficencia? ¿O quizá eso es lo que tienen pensado?
Por toda la escuadra, señoras y señores.
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