Publicamos el testimonio de una compañera:
He vivido estos días el proceso de elección de director de un instituto público de enseñanza secundaria. Aunque lo que realmente he presenciado es un ir y venir de papeles para hacer legal lo que a mi juicio ha sido un tráfico de influencias.
Existe todavía la creencia de que el director de un centro educativo es elegido democráticamente por el Claustro de profesores o por el Consejo Escolar y por lo tanto se nos culpa cuando un instituto no funciona. En la actualidad, el director de un instituto es elegido por una comisión donde solo una parte de sus integrantes son elegidos por la Comunidad Escolar y otra parte está formada por inspectores designados por la administración, que es en último término quien tiene más peso en la decisión final. Hasta aquí tampoco habría demasiado problema si los inspectores no fueran el resultado de un proceso de selección donde una parte de su oposición es un concurso sujeto a puntuaciones subjetivas. Esto se traduce en un sistema donde es más importante los amigos que tengas que lo preparado que pudieras estar para ocupar tan importante cargo.
Claro ejemplo de esto es lo que está ocurriendo en uno de los dos institutos públicos de Navalcarnero. Y tampoco sería esto un problema si la directiva actual fuera diligente y digna merecedora del cargo. En los años que han trascurrido desde su nombramiento hemos visto deteriorarse instalaciones y enseñanzas, bajar el nivel académico de los estudiantes, aumentar los problemas de disciplina y descender el número de alumnos, que prefieren cambiar de centro a sufrir lo que saben se encontraran en este otro. Todo esto me ha hecho reflexionar y buscar qué interés puede tener la administración en mantener a esta inepta directiva y la única respuesta que encuentro es el desmantelamiento del centro en beneficio de la enseñanza concertada. Y si aún no se ha llevado a cabo pienso que se debe a tres razones fundamentales, el excelente profesorado del centro, las opiniones favorables de un gran número de padres y alumnos que a su pesar tuvieron que matricularse al no ser admitidos en otros, opiniones que nos hacen llegar en cartas de reconocimiento y agradecimiento hacia nuestra persona y trabajo y la crisis económica que ha obligado a muchas familias a recortar gastos.
Estos últimos cursos están siendo especialmente difíciles por el cúmulo de intervenciones que tanto la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid como el Ministerio de Educación están realizando. Actuaciones que, lejos de mejorar nuestro sistema educativo, sientan las bases para el desmantelamiento de la Enseñanza Pública, desarrollando cambios legislativos que no tienen como fin subsanar los errores del pasado si no hacer inviable el actual sistema educativo. El deterioro que éste viene sufriendo no es casual si no fruto de un concienzudo plan de un comité de expertos que trabaja al servicio de intereses privados. Junto con el desprestigio del profesorado, que también sutilmente se viene promoviendo, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que la Administración tenga justificaciones ficticias que le llevan a cerrar centros educativos aquí y allá, como estamos viendo. Y el sistema de elección de director forma parte de este juego. La forma en la que hoy día son nombrados asegura a las altas esferas que la persona que desempeñe ese cargo va a ser fiel lacayo y ejecutor de sus designios, como he podido comprobar en mis ya más de veinte años de profesor y como especialmente he podido constatar en el instituto donde trabajo en la actualidad. De todos nosotros depende que la situación se pueda revertir y que la Enseñanza Pública ocupe el lugar que se merece.
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