UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 25 Apr 2014 10:45 PM PDT
Princeton, probablemente porque las becas Rhodes se distribuían en igual número por estado y Princeton está en Nueva Jersey, uno de los más pequeños de los Estados Unidos. Penfield estaba obligado a destacar como deportista pero lo máximo que consiguió el primer año, tras competir con jugadores más rápidos y fuertes que él, fue ser suplente en el equipo de fútbol americano de los novatos. Al año siguiente, Penfield se trasladó a Oxford. Dos profesores de allí marcaron su vida para siempre: Osler y Sherrington. Sir William Osler, nacido en Canadá, Regius Professor de Medicina —"un héroe para la nueva generación de médicos"— decidió con buen ojo que aquel americano sería un buen médico, así que le invitó a que le acompañara en sus consultas por hospitales de toda Inglaterra y le ayudó a diseñar los estudios que debía coger en Oxford para que fueran reconocidos a su vuelta a los Estados Unidos.
Soy un explorador, pero al contrario que mis antepasados que usaban brújulas y canoas para descubrir tierras desconocidas, yo uso un bisturí y un pequeño electrodo para explorar y hacer mapas del cerebro humano. A lo largo de mi carrera, me ha guiado la cuestión central que ha obsesionado tanto a científicos como a filósofos durante siglos. ¿Son la mente y el cuerpo una sola cosa? ¿Puede la mente –el pensamiento, el raciocinio, la imaginación- ser explicada por las funciones del cerebro?
El año siguiente trabajó como interno de cirugía en el Hospital Peter Bent Brigham de Boston, bajo la tutoría de otro profesor excepcional, el neurocirujano Harvey Cushing. Pero la memoria del "país ignoto" que había oteado a través de las charlas de Sherrington seguía siendo un poderoso imán para él. Así que en 1921, rechazó un puesto muy bien pagado como cirujano en el Hospital Henry Ford de Detroit – porque no había posibilidades de poder investigar – y aceptó una plaza de profesor asociado de cirugía en la Universidad de Columbia y el Hospital Presbiteriano. Durante sus años en Oxford y Londres, Penfield había ido evolucionando desde un perfil de neurofisiólogo experimental a convertirse en neurocirujano porque pensaba que puesto que al operar se trabaja directamente sobre el cerebro vivo, sería capaz de estudiar la actividad fisiológica del cerebro y convertirse en un "neurólogo en acción". Aún así, la labor de neurocirujano no era algo apetecible en la época, así lo contaba él:
La neurocirugía es una profesión terrible. Si no hubiera creído que cambiaría y sería muy diferente a lo largo de mi vida, la habría odiado.
En 1924, Penfield fue a Madrid para hacer una estancia de investigación con Pío del Río Hortega.
Rocinante me sirvió bien en mi carrera profesional. Y por encima de eso, todas las cosas españolas, del arte y la música a la literatura y el romance nos fascinaron y se convirtieron para nosotros en una continua fuente de placer. Aprendimos a amar la tierra de Don Quijote. Para empezar, encontramos allí el oro de la ciencia y los tesoros del arte. Sí, Rocinante nos sirvió muy bien.
Al darse cuenta de que no era posible por si solo tener un enfoque eficaz en su acercamiento al conocimiento del cerebro humano y hacer uso de ese conocimiento en la clínica, empezó a pensar en organizar un lugar donde neurólogos, neurocirujanos y neuropatólogos pudiesen trabajar juntos con el mismo espíritu de equipo que él había aprendido como jugador y como entrenador. Pensó que ese enfoque, revolucionario para la época, tendría más posibilidades en un lugar donde las estructuras académicas estuvieran menos consolidadas y decidió trasladarse a Canadá, donde se incorporó a la plantilla de la Facultad de Medicina de la Universidad McGill en 1928 convirtiéndose al mismo tiempo en neurocirujano en el hospital Royal Victoria y el Hospital General de Montreal. Unos pocos meses después de su llegada a Montreal, Penfield tuvo que tratar un tumor cerebral de su hermana Ruth. Tras encontrar que era maligno y estaba muy desarrollado, realizó una operación mucho más extensa que lo que la mayoría de los cirujanos se hubiese atrevido a hacer, pero no pudo eliminar la totalidad de las células cancerosas. Aunque la operación permitió a su hermana volver a disfrutar de una vida normal durante un tiempo, el tumor volvió a extenderse y Ruth murió tres años más tarde.Las dificultades del caso de su hermana le espolearon a seguir su sueño de crear un instituto neurológico dedicado a "la investigación del cerebro y la mente como un modo de mejora de la Humanidad". Durante el período como director de Penfield, el Instituto trató a 1132 pacientes, mejoró notablemente las técnicas de neurocirugía existentes y aportó importantes datos a nuestro conocimiento del cerebro. Entre los neurocientíficos que se incorporaron al Instituto estaban Herbert Jasper, quien introdujo el electroencefalograma en la sala de operaciones y Donald O. Hebb y Brenda Milner, quienes desarrollaron la idea una valoración neuropsicológica sistemática de los pacientes de neurocirugía previa a la operación. La idea de un Hospital neurológico integrado con equipos multidisciplinarios de investigación sirvió como modelo para el establecimiento de unidades similares por todo el mundo. Durante toda su vida, Penfield buscó cómo tratar a pacientes con epilepsia incurable. Sabía que justo antes de tener un ataque, los epilépticos notaban un "aura" que actuaba como aviso de lo que iba a ocurrir. Penfield pensó que si pudiera provocar este aura con una suave descarga eléctrica en el cerebro, podría localizar el lugar de origen de los ataques epilépticos y entonces podría extirpar o destruir ese trozo de tejido cerebral disfuncional.
Como médico mi primera preocupación eran siempre mis pacientes, aliviarles del terrible sufrimiento causado por enfermedades como la epilepsia. Encontré que estimulando el cerebro expuesto de un paciente consciente con una pequeña corriente eléctrica el paciente podía decirme lo que sentía y veía y de esta forma aislar la parte dañada del cerebro. … Pero el procedimiento también abrió una ventana a la mente, dándonos por primera vez un destello de cómo ocurren los sueños, cómo funciona la memoria y dónde reside el habla y la comprensión del habla.
Este método se conoce como el "procedimiento Montreal". Su técnica para localizar la fuente de la onda epiléptica tenía éxito frecuentemente y se calcula que curó a la mitad de los pacientes graves que llegaban a Montreal desde todo el mundo pero además le permitió descubrir algo insospechado, cuando estimulaba los lóbulos temporales se producían respuestas integradas, con sentido, tales como memorias que incluían sensaciones como sonido, movimiento o color; eran como pequeñas películas que se ponían en funcionamiento al estimular una zona determinada. Asimismo, su técnica de recorrer la superficie cerebral pinchando con su electrodo en pacientes conscientes le permitió cartografiar grandes áreas del cerebro, relacionando pequeñas áreas de la corteza con funciones determinadas: al estimular un grupo de neuronas se sentía un cosquilleo en los dedos o en la cara o notaba un olor o un sabor determinado, y también vio que la zona de la corteza cerebral destinada a la información sensorial de distintas zonas del cuerpo variaba: teníamos proporcionalmente más área cortical dedicada a los labios que a la espalda. Penfield se jubiló de la Facultad de Medicina de McGill en 1954, pero continuó como director del Instituto de Neurología. En ese momento inició lo que él llamaba su segunda carrera, dedicándose a escribir incluyendo dos novelas, dando charlas y conferencias y haciendo distintos trabajos por la comunidad. Él decía que de que "el descanso, sin nada más, te oxida" ("rest, with nothing else, results in rust").
Con seguridad hay una veta para la plata
Para leer más:Y un lugar donde encontrar el oro … Pero ¿dónde se encuentra la sabiduría? ¿Cuál es el lugar del entendimiento?
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