UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 24 Apr 2015 04:18 AM PDT
Paré empezó de aprendiz de cirujano-barbero que era un gremio de muy poco prestigio, profesionales que igual se encargaban de afeitarte la barba, hacerte una sangría, cortarte el pelo, restañar una herida o arrancar una muela. A los 17 años logró ingresar en el gran hospital de París fundado en el siglo VII, el Hôtel-Dieu, donde aprendió unas nociones básicas de cirugía, una técnica que se practicaba en los pasillos del hospital con una mortandad terrible. Al parecer distinguían entre cirujanos de bata corta, los barberos, que realizaban la parte práctica y eran por tanto operarios manuales, y cirujanos de bata larga, que estudiaban en la Escuela de San Cosme los libros de la antigüedad clásica, sabían latín y griego, diagnosticaban, se encargaban de las labores académicas y eran considerados una casta superior. Paré, a quien dejaron asistir a las clases en la Universidad de París, quedó a medio camino entre unos y otros. Las armas de fuego, recién desarrolladas, tenían muy poco alcance por lo que se disparaban a corta distancia y producían grandes quemaduras por la pólvora. El tratamiento normal era cauterizar las heridas con aceite hirviendo. Un día, Paré no disponía de aceite y utilizó una antigua receta romana con aceite de rosas, clara de huevo y trementina. Para sorpresa de todos, algunos de los heridos tratados con aceite hirviendo habían muerto durante la noche, otros agonizaban con las heridas inflamadas mientras que los tratados por Paré descansaban y sus lesiones estaban empezando a cicatrizar. Era también humilde: en sus notas sobre los cuidados administrados al capitán Rat escribe «Je le pansai, Dieu le guérit » (Yo le vendé, Dios le curó). Eran años en que no había apenas medios para tratar a los heridos graves en la batalla y normalmente sus camaradas aliviaban su sufrimiento. En la fallida toma de Milán en 1536, Paré encontró dos hombres horriblemente quemados. Un soldado se le acercó y le preguntó si podía hacer algo por sus camaradas y Paré, con gesto de tristeza, negó con la cabeza. El soldado, sin más, sacó su daga y los degolló delante de él. Paré, horrorizado, le insultó a lo que el soldado respondió «Si estuviera en esa situación, solo rogaría a Dios para que alguien hiciese lo mismo por mí». Paré, a quien no le faltaba materia prima, siguió probando métodos más satisfactorios para cerrar las heridas, aliviar las quemaduras y amputar extremidades. Se afanó, por la observación empírica, el razonamiento y cierta experimentación, mejorando constantemente las técnicas y el instrumental quirúrgico que ilustraba en sus libros, otra absoluta novedad. Aplicó por primera vez la técnica de la ligadura de arterias a los muñones de las amputaciones, que hasta entonces se cauterizaban con un hierro al rojo vivo. Fue un auténtico éxito y un gran avance para la cirugía. Paré tenía también una cierta mente experimentalista y demostró la ineficacia de la piedra bezoar. Un bezoar es un cálculo que aparece en el sistema digestivo de algunos animales y su origen puede ser orgánico o inorgánico. La palabra bezoar viene del persa pâdzahr, que significa «contraveneno» o «antídoto», pues en la Antigüedad se creía que el bezoar podía curar y anular los efectos de todos los venenos y los boticarios alquilaban o vendían bezoares por cantidades escandalosas. Un cocinero de la corte fue pillado robando la cubertería de plata y fue condenado a la horca. Paré pactó con el condenado que en vez de ser colgado, le darían un veneno, luego el bezoar y quedaría libre si sobrevivía. Murió tras una terrible agonía siete horas después. Paré tiene un lugar también en la historia de la Neurociencia en al menos tres ámbitos diferentes:
Un caballero que por lo demás se encontraba bien, tenía la idea de que su cerebro estaba podrido. Acudió al rey, rogándole que ordenara al Sr. Le Grand, médico, al Sr. Pigray, cirujano ordinario del rey y a mí mismo que abriésemos su cabeza, extrajéramos su cerebro enfermo y lo reemplazásemos con otro.
No sabemos si intentaron algo remotamente parecido a un trasplante. Paré solo escribe «Le hicimos muchas cosas, pero nos resultó imposible restaurar su cerebro»
La reputación de Paré fue creciendo , en particular tras tratar al duque de Guisa, paladín de los católicos en las guerras de religión francesas. El duque recibió una herida de guerra que sus médicos definieron como mortal de necesidad y desistieron de tratarlo. Cuando Paré fue llamado, hicieron todo lo posible para dificultar su labor pues para ellos aquel cirujano sin títulos académicos era un intruso. A pesar de aquellas trabas, Paré consiguió salvar al duque y aquello le abrió la puerta para convertirse en médico de cámara y consejero de cuatro reyes franceses: Enrique II, Francisco II, Carlos IX y Enrique III. Al primero de ellos le trató tras la grave herida que tuvo en una justa caballeresca. Las justas, esos duelos deportivos en los que dos caballeros cabalgaban desde puntos opuestos y debían intentar derribar al contrario a lanzazos, eran su pasión. Uno de ellos se celebró con tan mala suerte que la lanza de Montgomery, capitán de la Guardia Escocesa se quebró contra el casco del rey y las astillas atravesaron el ojo derecho de Enrique. La reina Catalina, decidida a intentar tener clara la lesión que sufría su esposo y buscar una cura «mandó decapitar a cuatro criminales y meter lanzas rotas en los ojos de los cadáveres con un ángulo de penetración adecuado». Aunque brutal, era un planteamiento muy cercano a la investigación científica. No sirvió de gran cosa, el rey murió a los 40 años llamando a su amante, Diana de Poitiers, y Vesalio hizo una historia clínica y un detallado informe postmortem que es un ejemplo de una concepción moderna de una lesión cerebral. Tener al mejor cirujano y al mejor conocedor del cuerpo humano de su época no fue suficiente. Según Maximilien de Béthune, duque de Sully (1560-1641), ministro francés hugonote de Enrique IV, Paré era protestante, un hugonote también, y el 24 de agosto de 1572 en la famosa masacre del día de San Bartolomé, en la que unas 2.000 personas fueron asesinadas en París y de 5.000 a 10.000 en toda Francia, la vida de Paré fue salvada por el rey Carlos IX que le encerró en un ropero. Murió en Paris en 1590, a los 80 años, de causas naturales. Para leer más:
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