Una compañera docente nos manda la siguiente reflexión veraniega:
Cuando el calor aprieta, en Madrid se puede pensar. En contra de los que dicen que con más de 35 grados el cerebro no funciona. Funciona, pero en otro estado. Ahora lo importante es sobrevivir al calor, tener un rato para entrar en algún sitio con aire acondicionado. Sobrevivir al delirio de vivir en una ciudad donde el frío en invierno nos hace más dulces. Pero el calor de verano nos hace agresivos.
Nos acompaña una ligera brisa en el metro, parece que es aire fresco, se puede soportar . Un chico de unos treinta años nos habla a todo el vagón. Ha comenzado con esa ligera cantinela , de todos conocida, con ese ritmo de pausas, con ese tono con el que ya se ha hecho escuela; alguien empezaría a hablarnos a todos en el metro así, y luego todos los que vinieron copiaron. Cualquiera que lo haya oído sabe de qué hablo.
Es un modo de arrastrar la voz, que da al que declama la posibilidad de que no se aprecie ningún sentimiento. Y es lógico, pues los que comenzaron lo hacían para pedir. Pero hoy, el chico que pide colaboración , aunque copie el modo, no lleva ese mensaje. Es de una asociación de ayuda gratuita a NIÑOS EN RIESGO DE EXCLUSIÓN SOCIAL. Hacen los deberes , meriendan y cantan. Se llama Músicos por la Paz.
Se me parte el alma al ver en qué se ha convertido mi ciudad. Me vienen a la mente mezcladas imágenes de los años 70, a lo mejor son del 78, en mi barrio, las calles sin asfaltar, los hijos de la clase media ,los que hoy tenemos cuarentaytantos, viviendo una España que no dejaría de sorprendernos año a año. Porque nosotros bajábamos con 5 pesetas a comer pipas en un poyete y nadie decía que estábamos en riesgo de exclusión social. Yo me he criado en un barrio, en Aluche, donde había todo tipo de gente, pero sólo había una división , y no era tanto económica como de pensamiento.
Los que creían que el dinero no lo era todo y estaban dispuestos a tener una vida digna y los que odiaban a los suyos, a sus semejantes, odio de clase, por ser pobres. Quizá ahí estuvo el germen de lo que ocurrió. La clase obrera sin dignidad de clase , se pasó en masa al lugar más inhóspito, sin claridad , sin visión, al lugar del consumo y del consumo. Sin crítica, sin pensamiento. A la deriva.
Y yo digo, desde la niña que fui en un barrio lleno de gente como yo y diferente a mí, que no puedo soportar que haya que pedir dinero en el metro para hacer los deberes con los niños de otro barrio, Usera, 50 años después de haber pedido en manifestaciones vecinales que se construyera un instituto, aquel Aluche que exige Instituto, resuena hoy , porque la palabra es EXIGIR y no PEDIR.
Exijo que se abran los Colegios e Institutos por las tardes . Esos colegios nuestros, los colegios e institutos públicos.
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