de PIERTONI RUSSO – Profesor del IES La Cañada de Coslada
Cierra en el silencio. Cierra ante la pasividad de profesores, padres y alumnos, que probablemente se han ido acostumbrando a lo largo de estos años a la idea de tener que separarse de este centro. Hace 3 años se complicó todo, cuando la Dirección de Área Territorial de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, tomó la deplorable decisión de no dejar abrir nuevos grupos de 1º de la ESO en el centro de enseñanza “La Cañada” de Coslada. Un centro que se encuentra en la línea de “frontera”, entre los ayuntamientos de Coslada y San Fernando de Henares.
Justamente en la calle que delimita los dos municipios, este instituto vendría bien a los jóvenes estudiantes de ambos ayuntamientos. Pero, la presencia del IES Miguel Catalán, a pocos metros de distancia – abierto como Instituto de Formación Profesional en 1976, reconvertido en Instituto de Enseñanza Secundaria en 1990 y con un ciclo de enseñanza completa desde 1996- junto con la despreciable política de Esperanza Aguirre –que era en aquel tiempo la Presidenta de la Comunidad de Madrid- dieron el tiro de gracias al IES La Cañada.
Aguirre fue la que decidió impulsar la enseñanza concertada, encabezando una cruzada a favor de la escuela privada, favoreciendo la construcción de colegios concertados en suelos municipales y permitiendo, respaldada por la ley Wert, la cesión de suelo público para la construcción de centros privados y concertados. Además, la mano derecha de la presidenta, Francisco Granados, supo aprovechar muy bien la situación, puesto que resultó implicado y fue detenido por haber cobrado casi 1 millón de euros por cada uno de los 90 colegios concertados que abrieron en la Comunidad de Madrid en aquellos años.
Un negocio demasiado atractivo para poder dejar una puerta abierta a la educación pública en la Comunidad de Madrid. Y los colegios públicos empezaron a perder importancia, mientras se empezó a financiar la escuela privada. Empezaba el adiós a “La Cañada”.
Soy el profesor de Filosofía de este instituto, jefe del Departamento de Filosofía, jefe de mi mismo. No hay otros profesores de Filosofía, solo hay un grupo de segundo de Bachillerato, y solo hay un grupo de primero. En realidad, serían dos por cada curso -uno del bachillerato de Humanidades y uno de Ciencias y Tecnología- pero los alumnos son tan pocos que finalmente se decidió juntar los grupos.
Soy un profesor interino, que ha tenido la vacante durante todo este año. El año pasado estuve trabajando de teleoperador. En cuanto me nombraron profesor de secundaria, el mismo día, tuve que pedir una excedencia en mi trabajo, para poder empezar a trabajar el día siguiente en el instituto. Los interinos no tienen ningún tipo de seguridad para su futuro. Mi contrato finaliza el 30 de junio, mi excedencia también. A partir del 1 de julio debería volver a pedir reintegrarme en el anterior trabajo, con la esperanza que en septiembre me vuelvan a nombrar como profesor. Hice el máster del profesorado en Madrid, y también un doctorado en Alemania. No soy un caso especial, soy uno como tantos. El año que viene, “gracias” a la LOMCE, la Filosofía perderá importancia en el currículo de secundaria y bachillerato. Así que muchos de nosotros no seremos necesarios. Así como el Partido Popular quiere que no lo sean los institutos públicos en España.
Volviendo a hablar de “La Cañada”, cuando llegué a este centro, encontré un ambiente familiar pero desolador. No entendía el por qué. Pero no tardé mucho en descubrirlo. En el grupo de 4º de la Eso solo hay ocho alumnos. Otros seis están en el grupo de diversificación curricular. Los profesores son trece, de estos, seis son interinos. Mientras, de los profesores ordinarios, tres de ellos se jubilarán en los próximos dos años. Después de casi 30 años pasados en este instituto. El profesor de Lengua se jubilará el 8 de septiembre de este año. Y no podrá jubilarse en el centro donde ha trabajado toda su vida, sino que tendrá que ir, durante ocho ridículos días, a otro instituto, donde se despedirá de la enseñanza entre nuevos colegas y alumnos que tampoco tendrá el tiempo de conocer o de aprender el nombre.
En “La Cañada”, los alumnos de la ESO están aburridos, cómo podrían no estarlo. Entre los alumnos el cansancio por esta situación es evidente. Efectivamente, es difícil pasar un año entero en un grupo con tan pocos alumnos. Todo se hace más complejo, hasta las relaciones interpersonales. Si faltan dos alumnos, es como si faltara media clase. En el aula empieza a reinar el silencio, tienes que inventarte algo para que la clase sea más dinámica y divertida, no puedes seguir con el temario para no perjudicar a los que han faltado. En los días en que faltan más alumnos, puede pasar que los que han acudido a clase se inventen una enfermedad improvisa para llamar a su casa y para que los padres les autoricen a salir antes del instituto. Es la mejor solución que han encontrado para evitar quedarse durante un día entero en un aula semidesértica, junto a otros pocos compañeros.
Mis alumnos me han pedido muchas veces, durante este curso, llevarlos de excursión o de viaje de instituto. Llevan años sin salir de aquí. Me dijeron que en los cursos pasados se propusieron viajes de fin de curso, pero, con tan pocos alumnos, las agencias de viajes no están interesadas en organizarlos. Además, debiendo repartir los gastos entre tan pocos alumnos, el precio saldría más caro, y las familias que viven en este barrio no es que tengan mucho dinero.
De este año, solo podrán recordar el día que estuvieron a visitar la oficina de empleo de Coslada. Pero nada de viaje de fin de curso, nada de viajar fuera de su ciudad. De viajar al extranjero, ni hablarlo.
En las reuniones de departamento, -pocas, lo mínimo que se necesite en esta situación tan paradójica- no se habla de muchas cosas. Es complicado encontrar una motivación en una situación tan absurda. La enseñanza ha pasado a un segundo plano. Los profesores ordinarios están preocupados por su futuro. La Dirección de Área les ha comunicado que serán desplazados. ¿DESPLAZADOS? Pero, ¿porqué quedar en el estatus de desplazados y no de suprimidos? El centro desaparece, no habrá cursos, ¿porqué no suprimirlo? Quizás para quedar bien, para no tener que notificar e informar a la ciudadanía y a los medios de comunicación sobre la desaparición de un centro público. Es el primer motivo que me viene a la mente.
Estas son todas consecuencias de la desmovilización planificada por la Consejería de Educación a lo largo de estos últimos años. Un instituto que ofrecía una propuesta educativa muy amplia -con proyectos europeos de idioma, estancias de inmersiones lingüísticas, intercambios escolares, planes de convivencia, teatro, aulas de las artes y un gran numero de otras actividades- ha sido desmantelado en pocos años, dejado moribundo y privado de lo que era su fuerza vital: los alumnos. La estrategia ha sido perfectamente planificada, y ahora, después de tres años en los que se ha ido reduciendo drásticamente el número de integrantes de este instituto, ya no hay fuerzas suficientes para poderse juntar e intentar luchar por la supervivencia del centro. En estos últimos días lo ha intentado un sindicato, apoyado por el Partido Comunista de los Pueblos de España, pero los resultados han sido muy desilusionantes. Poca ha sido la asistencia por parte de los alumnos, desconcertante la de los profesores, inexistente la presencia de los padres. Está claro, “La Cañada” está muriendo, pero lo que más preocupa es la situación de la enseñanza pública en España.
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