Posted: 29 Sep 2016 09:29 AM PDT
Pocas son las mujeres que han destacado en la historia de la pintura y no es por falta de talento. Muchas se vieron abocadas al consuelo de desarrollar su talento dentro de casa resignándose a no conseguir nunca un reconocimiento público y mucho menos a vivir de su arte. Pero algunas consiguieron traspasar el umbral de la privacidad y ver reconocida su obra. Ese fue el caso de Lluïsa Vidal, la única pintora reconocida del modernismo catalán. Su vida fue una constante excepción en la historia de las mujeres. Recibió una esmerada educación, estudió en París,recibió el reconocimiento de grandes pintores de su tiempo y alcanzó la independencia económica con su arte. Y todo gracias a que fue su padre el que creyó que las mujeres, como los hombres, deberían tener el mismo acceso al arte y el conocimiento.
Lluïsa Vidal i Puig nació en Barcelona el 2 de abril de 1876 en el seno de una amplia familia de la burguesía catalana. Era la segunda de los doce hijos de Francesc Vidal y su esposa Mercè Puig. Francesc Vidal era un reconocido y reputado ebanista que recibía encargos de la burguesía, la aristocracia y la realeza española. Tanto él como su esposa creyeron en la igualdad a la hora de ofrecer a sus hijos e hijas la misma educación por lo que Lluïsa se aprovechó de esta situación excepcional. Desde bien pequeña acompañaba a su padre al obrador en el que veía trabajar a los artistas y artesanos y pronto despertó en ella la pasión por la pintura.
Siento todavía una niña, Lluïsa Vidal recibió clases de pintura de diferentes artistas que le enseñaron a perfeccionar el arte del dibujo, la pintura y la ilustración. En 1892 tuvo ocasión de viajar a Madrid con su padre. En el Museo del Prado se empapó del arte de artistas como Goya o Velázquez. De este último tuvo ocasión de copiar una de sus obras, El príncipe Baltasar Carlos. En su proceso de aprendizaje, Lluïsa fue perfeccionando su técnica y acercándose al retrato gracias a las pinturas que realizó a los miembros de su propia familia.
En 1898, con veintidós años, exponía por primera vez su obra públicamente en la IV Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Barcelona recibiendo una cálida acogida por la crítica que definiría su obra como muy "viril", adjetivo con el que pretendían alabar su talento cercano al de un hombre. En pocos meses mostró su obra en otras exposiciones.
En 1901 Lluïsa se trasladó a París para continuar con sus estudios artísticos en la Académie Julian, una prestigiosa escuela de arte en la que podían estudiar las mujeres. Sin embargo, la pintora no se adaptó a la mecánica del centro y tras un viaje a Londres donde entró en contacto con artistas ingleses y disfrutó de los museos de la City, retornó a París donde terminó escogiendo la Academia del pintor Georges Humbert como nuevo lugar de estudios. Lluïsa pasaba mucho tiempo en el Louvre, observando y copiando las obras de arte de la gran pinacoteca, o paseando por los jardines parisinos para captar la esencia que diera vida a alguna de sus obras. Además de dedicar su tiempo al arte, Lluïsa entró en contacto con el feminismo que hervía por aquel entonces en muchos lugares de Europa.
Un año después volvía a su Barcelona natal donde continuó con su vida artística. Lluïsa consiguió ser independiente haciendo retratos a los miembros de la clase acomodada catalana y vendiendo sus ilustraciones a distintas revistas como Feminal o La Ilustración Artística. En 1911 habría su propia academia de pintura para jóvenes artistas. En aquellos años, Lluïsa también se implicó con los movimientos feministas de la ciudad.
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Taller de Lluïsa Vidal |
Lluïsa Vidal fue una gran retratista y una excelente pintora de la vida cotidiana enmarcada en el modernismo de principios del siglo XX. En sus lienzos, al óleo o utilizando la técnica de la sanguina, plasmó la realidad de las mujeres de su tiempo en hermosos retratos dentro de sus hogares realizando tareas típicas de su género e inmortalizó momentos populares en escenas al aire libre como fiestas o bailes.
Lluïsa Vidal fallecía en Barcelona el 18 de octubre de 1918 víctima de una pandemia de gripe española.
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