De infantil a primaria sólo hay un verano por el medio, -al igual que de 0-3 a 3-6-, y con todo, los niños/as se ven inmersos en una transición, para ellos compleja, a la que a veces no se le presta la debida atención.
En este momento, en nuestra aula, no hay día que no se hable del paso a primaria; es un tema que se autoinvitó desde hace aproximadamente un mes. Ellos tienen sentimientos ambivalentes con respecto a este cambio: ir a la escuela de los mayores, por una parte es como un crecimiento personal, pero por la otra les genera mucha ansiedad. Intuyen que no va a ser lo mismo.
En el artículo 10 de la Orden de 25 de junio de 2009, por la que se regula la implantación, el desarrollo y la evaluación del segundo ciclo de EI, se refiere a la coordinación entre ciclos y a los mecanismos de coordinación entre el profesorado que imparte en esta etapa con el del primer ciclo de educación primaria, así como con el del ciclo 0-3. Ahora bien, ¿cómo se realiza esta coordinación? Con dificultad, con mucha dificultad.
Recuerdo de siempre escuchar las quejas del profesorado de EI con respecto al de EP, porque cuando se reunían con motivo del "traspaso" de alumnado, lo único que decían era lo que deberían saber hacer a los niños -leer y escribir-, que en caso negativo tendrían que asumirlo ellos, con el consiguiente "retraso" en su programa. Las de infantil siempre volvíamos enojadas con la falta de consideración para con nuestro trabajo, de tal modo que en muchos casos, se sustituía ese formalismo por la entrega de documentación preceptiva, y ahí se acababa la coordinación.
Pero, se introdujo un nuevo elemento en la cadena de agravios: de aquello que nos quejábamos las de primaria ahora, lo hacemos las de 3-6 con las de 0-3. ¡Paradojas de la educación! Me gustaría saber cuántas docentes del segundo ciclo se reúnen con las educadoras del primero, para saber de los niños y niñas que van a acoger en el mes de septiembre. Además, no pasa nada, porque nadie vela por el cumplimiento de dicho artículo 10.
El fracaso de estas juntas podemos atribuírselo a que el que está en el escalón de arriba, siempre inquiere al de abajo, para saber en qué medida los niños y niñas que "les van a pasar" se ajustan a sus objetivos. Nunca es para escuchar y conocer lo qué hicieron, lo qué y cómo aprendieron.
Una de las primeras sentencias que aprendí en la escuela de Magisterio, fue aquella máxima de Ausubel: "Averígüese lo que el alumno sabe y actúese en consecuencia." Hay que escuchar a los niños o a quien puede darnos información de ellos -los que hasta ahora fueron sus docentes a lo largo de 2 o 3 años-, haciendo una escucha activa, pues esto puede sernos de más ayuda que someterlos a una batería de preguntas para saber si saben lo que nosotros queremos que sepan.
Las reuniones tienen que ser planificadas, pues por el contrario pueden convertirse en un intercambio de anécdotas, por ello, hicimos una selección de información referida a la transición de etapas, a su organización, inclusión en la programación anual así como experiencias de centros:
Para nosotras, son dos reuniones que pueden evitar actuaciones erráticas que le generan todo tipo de desconfianza a los niños y niñas.
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