UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 09 Nov 2013 01:49 AM PST
El mentalista es una serie norteamericana producida por la cadena CBS y de la que se llevan grabadas cinco temporadas, habiéndose anunciado el compromiso de una sexta. El protagonista que da nombre a la serie es Patrick Jane, interpretado por Simon Baker, que encarna a un famoso médium que conecta a sus clientes con sus familiares difuntos y alardea de una serie de poderes psíquicos. Patrick era un asiduo participante en espectáculos y realities de televisión pero su vida cambia súbitamente cuando en uno de esos programas presume de que ha ayudado a la policía a hacer el perfil psicológico de un asesino en serie, John el Rojo quien, de forma casi inmediata, asesina a su mujer y a su hija como venganza. Desde ese trágico momento, Jane anuncia que sus supuestos poderes son una farsa, que el mentalismo no existe y dedica su tiempo a ayudar a la policía del California Bureau of Investigation, la versión regional del FBI, y a su búsqueda de la persona que mató a su familia y le destrozó la vida.
En la serie se muestra que Patrick es capaz de conseguir información gracias a unas dotes excepcionales de observación combinadas con habilidades en hipnosis, en prestidigitación e ilusionismo y en robar carteras aunque muchas de las personas que observan esas destrezas creen que son poderes paranormales. El mentalista combina la información objetiva obtenida de los distintos sospechosos con un profundo conocimiento de la psique humana y una aguda interpretación de los comportamientos individuales de cada sospechoso en función de su lenguaje corporal, sus palabras, su actividad personal y social. Con esos datos, Patrick Jane consigue adivinar algunos pensamientos de las personas investigadas y predecir algunas de sus acciones, dos de los aspectos fundamentales de la lectura de mentes. Puesto que encontrar un mentalista como Patrick Jane no parece ser fácil, la esperanza actual es ser capaces de usar nuestras nuevas tecnologías de neuroimagen, que nos permiten ver la actividad cerebral en tiempo real, para hacer esa tarea, para leer las mentes. Muchos investigadores piensan que en no muchos años seremos capaces de saber si alguien miente, las verdaderas intenciones de una persona o entender los pensamientos de alguien sin que los haya expresado, todo ello aprovechando los conocimientos y tecnologías de la Neurociencia. Por poner algunos ejemplos, Marcel Just y Tom Mitchell usando resonancia magnética funcional han podido comprobar que los patrones de activación cerebral ante la vista de un objeto, por ejemplo la foto de un iglú, son sorprendentemente parecidos entre persona y persona. Los investigadores pidieron a los participantes que pensaran sobre diez objetos de los que les entregaban una foto, cinco eran herramientas (destornillador, martillo…) y cinco viviendas (iglú, castillo…) Luego registraron la actividad cerebral con cada imagen y vieron que cada objeto estaba codificado en múltiples lugares: cuando pensamos en un destornillador pensamos en cómo es, para qué vale, cómo lo sujeto, cómo lo giro… distintas áreas cerebrales se integran en esos procesos. Después vieron que aunque eran temas semejantes podían distinguir, según la actividad cerebral, cada uno de los objetos. Y luego, también con bastante exactitud, pudieron ver que los patrones de activación eran similares entre distintas personas, no idénticos, porque quizá la persona a la que han atracado con un destornillador o le regalaron un juego magnífico de destornilladores asocia otros pensamientos y otros tipos de actividad cerebral, pero suficientemente parecidos para aplicar estos resultados a otras personas. En el programa de televisión "60 minutos", los investigadores repitieron el experimento: metieron a una de las redactoras en el escáner, le enseñaron las diez fotos, le pidieron que pensara en cada una de ellas unos segundos y el ordenador, sin saber en qué orden le habían mostrado las fotos, fue descifrando una tras otra, hasta conseguir los diez aciertos. El aparato "adivinaba" lo que sucedía en su mente, qué imagen estaba viendo la redactora comparando su patrón de actividad cerebral con los patrones almacenados procedentes de otras personas. Es decir, probablemente el sistema nos podría asegurar viendo uno de esos registros cerebrales que una persona estaba pensando en un destornillador aunque no supiéramos nada sobre él, sabríamos "qué está pasando por su mente". Estos investigadores dicen que están consiguiendo reconocer no solo patrones relacionados con objetos sino emociones como amabilidad, hipocresía o amor. ¿Se imagina pasar a su pretendiente por un escáner cerebral para ver si realmente siente ese amor que proclama? John-Dylan Haynes, del Centro Bernstein de Neurociencia Computacional de Berlín ha realizado otro experimento basándose en un videojuego donde el participante va pasando por distintas habitaciones virtuales. A continuación se mete al "conejillo de Indias" en el escáner y se le muestran las habitaciones en las que ha estado y otras que no ha visto. El resultado es que el aparato detecta en cuáles ha estado y cuáles son novedosas. En teoría, y parece una posibilidad muy cercana, eso podría servir para saber si alguien estuvo en la escena de un crimen o conocía el interior de la casa de Bin Laden. Un segundo ámbito importante de la lectura de mentes es anticipar las intenciones de una persona. Un famoso estudio realizado por Soon y su grupo y publicado en Nature Neuroscience demostró que usando neuroimagen eran capaces de predecir, con una exactitud del 60%, si la persona que participaba en el experimento iba a pulsar un botón con su mano izquierda o con la derecha. Lo más curioso es que con los investigadores podían identificar —con ese nivel de acierto— sobre su propósito hasta diez segundos antes de que pulsara el botón, cuando el sujeto no era consciente de haber tomado una decisión. Este período previo probablemente representa la acción de una red neuronal en áreas de control superior que empiezan a preparar la decisión a tomar antes de que nuestra consciencia "entre" en el proceso. Haynes quiere también utilizar el escáner no solo para identificar los objetos en los que la gente piensa, incluyendo lugares conocidos y desconocidos, sino sus intenciones. A los sujetos del experimento les pedía tomar una decisión muy sencilla: si iban a sumar o a restar dos números que se les mostrarían a continuación. Haynes pudo registrar la actividad y saber lo que iban a hacer antes de que lo hicieran. Hay al menos dos compañías en Estados Unidos que ofrecen servicios de detección de mentiras usando escáneres de resonancia magnética uno con el nombre de "No Lie MRI" algo como "Resonancia magnética Sin Mentiras". Cuando lee estas líneas, una voz interior en su cabeza parece estar contándoselas. Nos pasa algo parecido cuando hablamos, pensamos o escribimos. No sabemos bien cómo nuestros pensamientos se convierten en palabras, palabras pensadas en un primer momento y palabras expresadas, en su caso, después. No sabemos si todos pensamos de la misma manera o nuestras lenguas maternas, con estructuras muy diferentes unas de otras, organizan nuestro pensamiento. Por otro lado, cuando pensamos una palabra, se sabe que se produce un patrón de actividad cerebral específico, algo que cada vez podemos identificar mejor con registros eléctricos o con técnicas de neuroimagen. Por tanto, teóricamente, es posible decodificar las palabras que surgen en nuestra cabeza a partir de esos registros y con esas secuencias de palabras, decodificar nuestros pensamientos. Un ejemplo de que esto no es pura ciencia-ficción es que es posible mover un cursor en una pantalla pensando en sus movimientos, registrando la actividad en un ordenador y trasladando esa actividad al cursor de la misma manera que lo hacemos con la mano cuando movemos el ratón del ordenador. Por así decirlo, el ordenador está "leyendo" hacia donde desea nuestra mente mover el cursor. Estos temas asustan por el lado de la publicidad —el neuromarketing que analizará nuestra actividad cerebral para saber qué mensajes son más efectivos para inducirnos a comprar algo— y lo que los regímenes totalitarios podrían hacer si consiguen "leer la mentes" de los ciudadanos. Por otro lado, abre esperanzas para, por ejemplo, personas afectadas del llamado síndrome del encierro o síndrome del cautiverio, pacientes cuya mente está bien pero no consigue dar órdenes a su cuerpo. Uno de los afectados más famosos fue Jean-Dominique Bauby, un famoso periodista francés, editor jefe de la revista de moda Elle, que a los 43 años sufrió un ictus. El resultado del accidente cerebrovascular fue que su cerebro pensaba con normalidad, recordaba, sentía, pero lo único que podía mover era su párpado izquierdo. Aún así, logró dictar sus memorias a su asistente Claire Mendibil que tituló "La escafandra y la mariposa" a base de guiñar el ojo para indicar la letra o la palabra que deseaba escribir. Julián Schnabel realizó una película sobre esta autobiografía consiguiendo el premio a la mejor dirección en el Festival de Cannes y dos Globos de oro. Bauby murió tres días después de que el libro fuese publicado. La tarea de Bauby debió ser titánica y escribir una palabra por minuto debía ser un auténtico éxito. Con las técnicas de mover el cursor con nuestros pensamientos alguien bien entrenado puede conseguir quince palabras por minuto pero nuestra voz y nuestra voz interior van a ciento cincuenta palabras por minuto. Si conseguimos "leer" esas palabras en nuestra mente iríamos a esa velocidad normal y podríamos pasar con facilidad a sintetizadores de voz electrónicos, como el que usa Stephen Hawkings y personas con el habla afectada podrían recuperar una capacidad de comunicación prácticamente normal con lo que eso implica. Hay avances muy importantes en esta dirección. Lo primero que se hizo fue concentrarse en la actividad cerebral de la corteza motora que controla nuestros labios, lengua y laringe; es decir los grupos de neuronas que se encargan de los movimientos musculares que realizamos cuando hablamos. El siguiente paso fue registrar la actividad cerebral cuando por ejemplo pronunciamos las vocales. No había problema, se registraban con claridad y se distinguían con facilidad mediante técnicas de neuroimagen unos fonemas de otros y esto era válido tanto si realmente las pronunciaban como si tenían el pensamiento de pronunciarlas. La gran sorpresa fue que, sin embargo, los fonemas que eran exclusivamente mentales, que el voluntario ni los pronunciaba ni tenía la intención de pronunciarlos producían un patrón de actividad totalmente diferente. Esta actividad que correspondía exclusivamente a ese lenguaje interior se localizaba especialmente en el área de Wernicke, una zona clásica de la función cerebral del lenguaje, y se distinguía muy bien. Identificar esos fonemas era literalmente leer el interior de la mente y trasladarlo al exterior, aunque el "dueño" de ese fonema no tuviera intención de hacerlo. Afortunadamente, no hay mucha gente afectada por el síndrome del encierro pero esta investigación abre enormes perspectivas para toda la población: podemos ser capaces de dar instrucciones a cualquier aparato usando nuestra mente como mando a distancia, podemos entender mucho mejor cómo funciona el lenguaje a nivel mental, podemos avanzar en ese camino que iniciamos desde que un homínido puso un mango a una piedra para una mejor integración entre el hombre y sus herramientas. Y que Patrick Jane capture a John el Rojo y ligue con Teresa Lisbon, que ya va siendo hora. Para leer más:
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