Posted: 30 Aug 2015 11:01 AM PDT
El libre albedrío fue considerado durante siglos un imperativo existencial, uno de los reductos de la esencia del ser humano, responsable y dueño de sus actos. Los teólogos lo consideraban un requisito moral y un don divino, los filósofos exploraban sus límites y sus implicaciones y los científicos, simplemente no lo consideraban un tema.
En la primavera de 1964, Hans Helmut Kornhuber, que era el médico jefe del Departamento de Neurología del Hospital Universitario de Friburgo y Lüder Deecke, su doctorando,
fueron a comer a Gasthaus zum Schwanen, uno de los preciosos Biergarten -restaurantes con jardín- que rodean la montaña de Schlossberg. Eso de invitar a comer en un buen restaurante a un estudiante, del mismo sexo, es una tradición que no se cultiva lo suficiente en la actualidad. Los dos se sentían frustrados porque veían que su investigación sobre el cerebro era pasiva, cuando las cosas habían sucedido, y pensaban que sería mucho más interesante entender cómo inicia sus acciones el sistema nervioso central.
Kornhuber y Deecke se centraron en un proceso muy sencillo: mover un dedo. Los dos investigadores alemanes registraron el electroencefalograma y el electromiograma de unos movimientos voluntarios -flexionar el dedo con rapidez- en una cinta magnetofónica e iniciaron su análisis, algo que no era fácil en aquella época sin ordenadores. A pesar de las limitaciones técnicas, Kornhuber y Deecke consiguieron identificar lo que llamaron el Bereitschaftspotential, traducido como potencial de disposición (readiness potential) o potencial premotor, un pequeño cambio eléctrico que precedía los movimientos voluntarios. En los meses siguientes hicieron nuevos experimentos, sumaron controles como estudiar los registros generados tras movimientos pasivos del dedo y finalmente publicaron en 1965 en el Pflügers Archiv, ahora European Journal of Physiology, uno de los artículos con más menciones científicas -un Citation Classic- a pesar de estar escrito en alemán.
El artículo fue muy bien recibido entre los neurofisiólogos y el gran sir John Eccles, el más prominente del mundo en aquella época, que había ganado el premio Nobel dos años antes, llegó a decir «Hay un paralelismo delicioso entre estos experimentos llamativamente simples y los experimentos de Galileo Galileo investigando las leyes sobre el movimiento del universo utilizando bolas de metal en un plano inclinado». Pero el potencial premotor abrió una nueva puerta, una conexión entre el funcionamiento del sistema nervioso y la filosofía como no se había producido desde la época de los filósofos de la Grecia clásica. Los experimentos de Korhuber y Deecke abrían nuevos horizontes -algunos dirían nuevos campos minados- sobre el libre albedrío, la volición, el control del propio ser.
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En 1983, Benjamin Libet, un neurólogo de la Universidad de California San Francisco, y su equipo hicieron un experimento al mismo tiempo sencillo y controvertido. Pusieron a un grupo de voluntarios un electroencefalógrafo y les pidieron que mirasen una esfera de reloj con un punto girando en el sentido de las agujas del reloj. Cuando los participantes decidieran mover un dedo, tenían que anotar la posición del marcador. A continuación compararon la actividad cerebral que se registraba antes del movimiento voluntario, el potencial de disposición, y el momento marcado por cada uno de los 5 voluntarios indicando su deseo o su intención de hacer el movimiento. El dato llamativo es que el inicio de la actividad cerebral, la señal del potencial premotor, precedía en unos 350 milisegundos al pensamiento consciente de iniciar el movimiento. Es decir, en palabras sencillas, el cerebro había puesto su maquinaria neuronal en marcha para iniciar un movimiento antes de que el humano propietario de ese cerebro fuese consciente de su intención de hacerlo. El abstract del artículo de Libet y colaboradores terminaba con la siguiente frase: «Esto introduce ciertas limitaciones en la potencialidad del inicio consciente y el control de los actos voluntarios». ¿¡Eh!? ¿Cómo? ¿No soy dueño del control de mis actos voluntarios? ¿Qué significa realmente que son voluntarios? ¿Tiene mi libre albedrío también «ciertas limitaciones»? Los deterministas, los que pensaban que todo acontecimiento físico, incluyendo los pensamientos y las acciones humanas, estaban causalmente determinados, rugían de felicidad.
El diseño del experimento de Libet fue muy criticado: el número de los voluntarios, pues no todas las personas tienen potenciales similares, el criterio para definir el momento de la decisión consciente y sobre todo, si el potencial de disposición podía considerarse el primer paso del proceso del movimiento o simplemente era una fase de preparación, previa al proceso volitivo real. Aún así, ha sido ampliamente citado, tanto en artículos científicos como en la prensa popular como evidencia de que el libre albedrío es una ilusión. Parecía que para algunos somos marionetas del inconsciente y el potencial premotor es la prueba del titiritero agarrando los cables.
Judy Trevena y Jeff Miller dieron una nueva vuelta de tuerca en 2010 cambiando sustancialmente las cosas. Usaron también el electroencefalograma pero en vez de dejar a los voluntarios decidir cuándo hacían el movimiento, les pidieron que esperasen un sonido y entonces decidieran si pulsaban una tecla. Siguiendo la línea de pensamiento de Libet -razonaban- el potencial premotor después del tono debería ser más marcado cuando la persona decide afirmativamente: «pulsaré la tecla». Sin embargo, mientras que había un potencial antes de que los voluntarios decidieran si hacían el movimiento, el Bereitschaftspotential, la señal era similar si decidían pulsar la tecla que si decidían no hacerlo. Por ello, postularon que el potencial de disposición era simplemente una señal de que el cerebro estaba atento en vez de significar que se había iniciado un movimiento voluntario sin conocimiento consciente.
En un segundo experimento, Trevena y Miller pidieron a los voluntarios pulsar la tecla tras el tono musical pero les indicaron que decidieran en ese momento si lo hacían con la mano izquierda o la derecha. La idea es que el movimiento de la mano derecha se refleja en el hemisferio cerebral izquierdo y lo mismo sucede con la mano izquierda y el hemisferio derecho. Si había un proceso subconsciente previo a la «aparente decisión» de qué mano utilizar, se debería ver una señal asimétrica en el hemisferio correspondiente, pero no se pudo detectar nada que justificase esta correlación. Los defensores del libre albedrío cantaron su gozo e indicaron que el Bereitschaftpotential era simplemente que el cerebro salía de un estado de stand-by y se preparaba para ejecutar órdenes.
Aunque es un tema que ha acercado a filósofos y neurocientíficos como ninguno antes, aún no está resuelto. Mientras que los filósofos siguen centrando su interés en si existe el libre albedrío, los neurocientíficos, siempre más reduccionistas, huyen incluso del planteamiento de la pregunta y prefieren centrarse en cuestiones más concretas, de límites más definidos. Sin embargo, creer o no creer en el libre albedrío tiene efectos impactantes y también en la neurofisiología del cerebro y sus potenciales eléctricos. En voluntarios en los que se debilita su creencia en el libre albedrío, mediante la lectura de ensayos o frases que fomentan una perspectiva determinista, se observan comportamientos preocupantes tales como apropiarse de una cantidad desproporcionadamente alta de dinero en un juego de repartos o intentan hacer trampas, cosas que no suceden en el grupo control al que se le dieron a leer textos no relacionados con el tema. Un estudio parecido con una preparación similar hacía que los voluntarios con su creencia en el libre albedrío debilitada incrementaran sus agresiones y redujeran el comportamiento de ayuda a otras personas. Estos resultados indican que creer en la libre voluntad parece ser un requisito para mantener la motivación necesaria para contener los impulsos más egoístas y ser un miembro de la sociedad más aceptable por los demás y más solidario.
Para cerrar el círculo, y es un resultado que me parece asombroso, Rigoni y su grupo y otros equipos de investigación han mostrado que si inducimos la pérdida de fe en el libre albedrío se reduce la amplitud del potencial de disposición. Es una conclusión alucinante pues de alguna manera, lo que se pensaba una señal eléctrica más o menos automática, simplemente el primer chasquido de un mecanismo, es dependiente del propio análisis que hace el cerebro de sus posibilidades de tener voluntad propia, de ser el verdadero protagonista de su acción. Estudios subsiguientes mostraron que esa misma situación, la debilitación de la creencia en la propia decisión también influye en la eficacia de otros procesos adaptativos como la ralentización después de un error o la inhibición voluntaria de un comportamiento de evitación del dolor. De alguna manera, la creencia en el libre albedrío implica el desarrollo de recursos propios para adaptarse a unas circunstancias cambiantes: la implicación en la preparación del movimiento, la adaptación a los resultados no deseados de esa acción o la implicación en la cancelación de un comportamiento anómalo, unos resultados que redundan en esa independencia del ser humano, en esa capacidad de decidir cuál va a ser su actuación futura. Sin embargo, si nuestro cerebro piensa que el libre albedrío es un camelo, parece decir ¿para qué adaptarse si va a dar igual, si todo está decidido? y rebaja su implicación, su compromiso consigo mismo y los demás. Y el Bereitschaftspotential lo pone de manifiesto.
Para leer más:
- Kornhuber HH, Deecke L (1965) Hirnpotentialänderungen bei Willkürbewegungen und passiven Bewegungen des Menschen: Bereitschaftspotential und reafferente Potentiale. Pflügers Arch 284: 1–17.
- Kornhuber HH, Deecke L (1990) Readiness for movement – The Bereitschaftspotential-Story, Current Contents Life Sciences 33: 14.
- Libet B, Gleason CA, Wright EW, Pearl DK (1983) Time of conscious intention to act in relation to onset of cerebral activity (readiness-potential). The unconscious initiation of a freely voluntary act. Brain 106 (Pt 3): 623-642.
- Lynn MT, Muhle-Karbe PS, Aarts H, Brass M (2014) Priming determinist beliefs diminishes implicit (but not explicit) components of self-agency. Front Psychol 5: 1483.
- Rigoni D, Wilquin H, Brass M, Burle B (2013) When errors do not matter: weakening belief in intentional control impairs cognitive reaction to errors. Cognition 127: 264–269.
- Trevena J, Miller J (2010) Brain preparation before a voluntary action: Evidence against unconscious movement initiation. Consciousness and Cognition 19: 447–456.
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