Cada cuatro o cinco años el cine nos obsequia con uno de esos filmes sobre la educación que no nos resulta molesto a los docentes, porque ni nos ridiculizan, ni caen en estereotipos, ni es un documental denuncia.
Ayer vimos "
El profesor Lazhar", un retrato de cualquier escuela, de algunas de las personas que trabajan en ella, del alumnado, de las familias, y, sobre todo de la diversidad de problemas, conflictos y dilemas con los que nos encontramos a diario. Está ambientada en un colegio de Montreal, en el que, tras el suicidio de una maestra, un refugiado argelino viene a cubrir su vacante. Como se dice ahora es una obra poliédrica, en la que poco a poco vamos descubriendo las historias personales de muchos de los integrantes de ese microcosmos. Pero para nosotras, el acierto del director de la película radica en el gran conocimiento que muestra de los distintos perfiles de las personas que podemos encontrar una escuela y de las interacciones que se dan entre ellos. Pone encima de la mesa muchas de las contradicciones entre los discursos y la realidad. Cuestiona la relación entre el método pedagógico y la eficacia de resultados tanto académicos como personal con el alumnado. Habla de como la "ridícula" protección de los derechos del alumnado a veces impide un tipo de relación más afectiva con ellos; el no poder tocarlos o abrazarlos, para que no sea considerado un abuso. Apunta también la ingratitud de algunos padres con el cometido de los maestros, incluso cuando ellos no son un buen ejemplo de cuidado y atención a las necesidades afectivas de sus hijos. Vemos reflejada la burocratización de los directivos de los centros, más preocupados por cuadrar cuentas y por no tener conflictos con las familias que por introducir una pizca de humanidad en la escuela. Retrata a la perfección el discurso de manual de psicólogos y orientadores escolares, que tras la diagnosis aplican un protocolo, esperando el tiempo establecido para que eso se cumpla como se fuera un experimento de laboratorio. Y sobre todo habla de la excesiva presión a la que están sometidas las criaturas, teniendo siempre que supeditar sus necesidades a las obligaciones de sus padres.
En definitiva, una película, que con un ritmo lento, uno discurrir no habitual y una factura impecable tanto de la dirección, de la interpretación y de la ambientación, da una visión muy realista de la vida en los centros educativos, o mejor aun, de la vida en la actualidad.
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