Cuántas veces pensamos que estamos en la vanguardia de la civilización por mirar como un igual a un negro, a un homosexual o a la persona de sexo contrario. Desde esta columna he denunciado formas más sutiles de apartar al distinto por su pensamiento, rareza o personalidad. Hoy toca de nuevo hablar de esto, centrándonos en cierto colectivo: las personas con diversidad funcional (discapacitados en algunos casos).
Desde el Foro de Vida Independiente y Divertad (FVID), están llamando la atención de la sociedad sobre el comportamiento de ciertas autoridades educativas hacia los niños con diversidad funcional. Bajo la cobertura de concluyentes dictamenes de escolarización que los padres no suelen tener medios para impugnar, se conduce frecuentemente a los menores a centros de educación especial: es más cómodo y barato que intentar una educación de integración. Mejor dicho, una educación de inclusión, que es algo más que la mera tolerancia social con aceptar al distinto: se tiene derecho a estar, no que a uno le dejen los demás permanecer junto a ellos. Lo cierto es que el común de los niños debe convivir con la diversidad, aprender a respetarla, sacar conclusiones de su propia posición en la vida y engrandecer su educación. Pero hablar de ciertos valores que no son tan baratos de transmitir (como la libertad ideológica y religiosa, que no requieren profesores de apoyo, ni cuidadores adicionales, ni espacios adaptados), es tarea difícil en tiempos de crisis.
El FVID ha iniciado una campaña «Segregar no es educar», con la que se está dirigiendo a todos los responsables nacionales y autonómicos en la materia para concienciarles de la libertad de elección de los padres cuando llega el momento de decidir sobre la escolarización de los más pequeños. Con un apoyo documental solvente, en colaboración con el European Network on Independent Living, se intenta que la decisión última de elección de centro dependa sólo de las verdaderas necesidades de los menores, y no de políticas restrictivas a la hora de adjudicar plazas de inclusión. El éxito de esta iniciativa, será el éxito de toda la sociedad, que necesita humanizarse más que nunca, en estos momentos. Avanzar en esa línea de ninguna forma afecta a los compañeros, ni les retrasa o compromete; ya que en ocasiones es la única manera de que entren en contacto con la realidad de lo diversidad funcional que, para su propia fortuna, les suele ser ajena. Una educación integral, sea cual sea el patrón o el punto de vista que escojan sus tutores, ha de pasar por la convivencia con lo diferente. Por ello, esta iniciativa y su éxito atañe a toda la sociedad, y no sólo a los menores con diversidad funcional.
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