UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 19 Jan 2014 02:13 PM PST
La empatía "ἐμπαθής" significa originalmente "lo que sufre" y es la capacidad cognitiva de percibir, en un contexto común, lo que otro individuo puede sentir, siendo al mismo tiempo consciente de la causa del estado emocional de esa otra persona. Las personas con TEA tienen un déficit en la comprensión de las situaciones sociales y aparentemente una reacción menor a las emociones de los demás, lo que pude interpretarse como una ausencia de una preocupación empática.
El precursor evolutivo de la empatía es lo que se ha denominado, el contagio emocional, un proceso antiguo evolutivamente y que por ejemplo se ha visto en ratones que ven a otro ratón en una situación de estrés, sufriendo y ellos muestran su malestar o una rata que libera a otra que está encerrada porque presumiblemente "entiende" su malestar. En el proceso empático, una persona incorpora —es decir, hace suya, en su cuerpo— la experiencia que está pasando la otra y por lo tanto, hasta cierto grado, comparte la experiencia por la que la persona observada está pasando. Una prueba clara puede ser la percepción del dolor que sufren otras personas. Cuando en la carretera vemos un accidente reciente, cuando en televisión nos muestran a la víctima de un atentado, de cualquier tragedia, sentimos malestar físico, se nos pone "mal cuerpo", nos sentimos mal. Los déficits en la empatía se han considerado un elemento clave en las dificultades que experimentan las personas con un TEA para integrarse en la vida social. La vida social es un toma y daca, cuidamos porque esperamos que nos cuiden, queremos porque esperamos que nos quieran y la persona con un TEA puede ser progresivamente segregada porque no cumple las reglas no escritas de las relaciones sociales, no responde adecuadamente. Cuando vemos esas imágenes de otras personas sintiendo dolor, se ponen en marcha comportamientos relacionados con la empatía y se activan una amplia red de áreas cerebrales denominada la matriz del dolor. Un estudio reciente publicado en Translational Psychiatry en 2014 cambia nuestra percepción de la empatía en personas con TEA. El estudio se realizó en 38 adolescentes y adultos con inteligencia normal y diagnosticados con un TEA y 35 controles de las mismas edades y los mismos niveles de inteligencia. A los dos grupos se les pusieron videoclips cortos de personas que estaban sufriendo dolor, (grabados en una clínica para lesiones y problemas del hombro, no se torturaba a nadie) al mismo tiempo que se les registraba la actividad cerebral usando resonancia magnética funcional. Aunque sea en tiempos rapidísimos, la percepción del dolor ajeno pone en marcha distintas etapas de funcionamiento cerebral.
La diferencia sería que en las personas neurotípicas se produce una alerta afectiva (arousal) seguida por una comprensión de la emoción, una capacidad que se desarrolla entre los 2 y 3 años de edad y que se solapa con los procesos relacionados con la teoría de la mente. La comprensión de la emoción lleva a una regulación de la emoción que a su vez genera una reevaluación del proceso inicial, disminuyendo la alerta afectiva. En los TEA, lo que este estudio muestra es que la sensación de alerta afectiva es mucho más potente, quizá debido a anomalías en circuitos subcorticales (no somos conscientes de estos procesos) y a déficits en los procesos de teoría de la mente lo que lleva a una menor comprensión mental de la emoción, a la necesidad de una mayor regulación de las emociones y por tanto a un incremento de la actividad de los circuitos de reevaluación y retroalimentación, que bloquean el proceso. Este aumento en la regulación de las emociones es mucho más potente y puede ser visto por las personas del entorno como que "no tienen empatía", "no se preocupan", "no quieren a la gente", "no sufren", "les da igual". Las expresiones faciales de dolor son pistas sociales clave para generan alarma en los de alrededor y "piden" comportamientos de cariño. La empatía por el sufrimiento de los demás es importante para la integración en la sociedad. En las personas con TEA aunque los procesos cerebrales que intervienen en la representación compartida del dolor están preservados —es decir sienten el dolor ajeno— pero debido a ese incremento en la reevaluación probablemente para superar el desasosiego personal y la alerta exagerada que siente, lleva a un fallo en el desarrollo de comportamientos empáticos adecuados. Para leer más:
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