UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 09 Dec 2014 01:11 AM PST
El avance de la malaria ha ido unido al desarrollo de la Humanidad. Aunque el parásito estaba presente desde hace más de 50.000-100.000 años, su expansión es paralela al establecimiento de ciudades y poblaciones sedentarias. En Roma fue tan abundante que se conoció como la «fiebre romana» y se piensa que fue un factor crucial en el declive del Imperio. En 1880, Charles Louis Alphonse Laveran, un médico militar francés que trabaja en el hospital de Constantina en Argelia observó por primera vez parásitos dentro de los glóbulos rojos de las personas infectadas y propuso que la malaria estaba causada por estos microorganismos, el primer caso de un protista identificado como agente causal de una enfermedad. Finlay La sífilis es otra enfermedad microbiana, una infección de transmisión sexual crónica producida por la bacteria espiroqueta Treponema pallidum, subespecie pallidum. El nombre «sífilis» fue acuñado por el poeta y cirujano veronés Girolamo Fracastoro en su poema épico latino Sýphilis sive morbus gállicus (Sífilis o la enfermedad francesa) en 1530. El protagonista de la obra es un pastor llamado Sífilo que tras desafiar junto a sus amigos al dios griego Apolo, son castigados con el contagio de la enfermedad. De las pocas cosas divertidas de la sífilis es que siempre se ha pensado que el causante era el vecino. En su fase final, iniciada entre uno y veinte años después del inicio de la infección, la sífilis se vuelve a activar y ataca frecuentemente al sistema nervioso causando una neurosífilis. En esta fase se producen los problemas más serios y pueden producirse lesiones cerebrales y de la médula espinal, y terminar causando la muerte. La sífilis se convirtió a principios del siglo XX en la más letal de las enfermedades infecciosas, con un enorme coste personal y social. Paul Ehrlich, el médico alemán que recibió el premio Nobel en 1908 por sus avances en Inmunología, probaba una formulación química tras otra buscando algo que destruyera estos parásitos. Un año después del Nobel, en 1909, después de numerosos ensayos fracasados, descubrió el salvarsán o compuesto 606. Fue la primera sustancia química diseñada científicamente que demostró su eficacia contra un microbio patógeno. Ehrlich desarrolló el concepto de «bala mágica» (magische Kugel), un agente terapéutico ideal que sería capaz de dirigirse específicamente al organismo causante de una enfermedad. Hipócrates había visto que algunas personas afectadas por un trastorno mental y que tenían convulsiones por la fiebre durante un ataque de malaria mejoraban su estado. Se habló de la exclusión de las convulsiones; es decir, las convulsiones causadas por la fiebre malárica evitaban las convulsiones causadas por un trastorno mental. En torno a 1930 empezaron a aparecer nuevas técnicas para el abordaje de las enfermedades mentales, con un enfoque más físico, más biológico, buscando no tanto alterar los procesos mentales sino entender y reconducir las bases neurobiológicas de la conducta patológica. Una de ellas fue la piroterapia o tratamiento mediante la fiebre: la temperatura de los pacientes se subía con baños, mantas eléctricas o generando una infección por malaria. En julio de 1917 trató a nueve pacientes con paresis crónica mediante la transfusión de sangre de un soldado malárico: tres de ellos se recuperaron completamente, otros tres mostraron una clara mejoría, en dos no se observaron cambios y uno murió de malaria. Entonces puso en marcha un ensayo clínico completo: reclutó a 275 pacientes con sífilis que estaban en riesgo de paresis, comprobó la presencia de parásitos en su sangre y en su líquido cefalorraquídeo, les inyectó la sangre con malaria y luego les trató con quinina, para reducir la malaria y con neosalvarsán, la versión mejorada del medicamento de Ehrlich, para eliminar las espiroquetas. El 83% de los pacientes se libraron de la paresis. La noticia de la eficacia de la malarioterapia en la paresis general se extendió por el mundo. Una revisión internacional de 2.460 casos encontró que un 27,5% habían mostrado una gran mejoría y un 25,6% una mejoría más leve. Teniendo en cuenta que hasta entonces la paresis tenía un pronóstico de muerte en los siguientes cinco años, fue algo que llevó esperanza a un territorio asolado: el de los dementes por causa de la neurosífilis y sus familias. En 1927, Wagner-Jauregg recibió el premio Nobel de Medicina o Fisiología, el primer y único psiquiatra que ha recibido este galardón. La malarioterapia se convirtió en una activa área clínica y de investigación. Se amplió su uso a otras enfermedades y trastornos mentales como la esquizofrenia, la psicosis maniaco-depresiva, los síndromes de irritación cortical psicomotra, la encefalitis post-Parkinson o las psicosis relacionadas con la epilepsia. Durante un tiempo los hospitales «cultivaban» el ciclo de la malaria en pacientes hospitalizados que eran utilizados como fuente de parásitos. También se hicieron estudios para conservar sangre infectada enfriada o congelada. En sus últimos años de su vida, Wagner-Jauregg continuó con una alta productividad científica (publicó ochenta artículos después de su jubilación) y mostró su simpatía por los nazis y su antisemitismo. En la década de 1980 se volvió a hablar de la malarioterapia, una nueva enfermedad asolaba a la Humanidad, los pacientes morían antes de dos años y no había ningún tratamiento eficaz: era el SIDA. En las décadas de 1990 y 2000 se probó la malarioterapia en pacientes infectados de VIH en China con la participación de científicos estadounidenses. El primer estudio se publicó en 1997 y se titulaba Malariotherapy for HIV patients. Los autores escribieron que la terapia había sido ampliamente utilizada, era segura y no causaba resistencias y señalaban un incremento en el número de células CD4 en dos de los ocho pacientes estudiados después de un seguimiento de dos años. Posteriormente se vio que los pacientes con VIH infectados con plasmodios tenían peor evolución que los que no tenían la co-infección: la carga viral era mayor y la malaria aumentaba el contagio del VIH y aceleraba el avance de la enfermedad. Henry Judah Heimlich, el norteamericano que era primer autor del estudio mencionado —y famoso por su maniobra para aliviar una obstrucción de garganta— puso en marcha nuevas pruebas en Etiopía, sin que lo conociera el Ministerio de Sanidad etíope. La ausencia de un protocolo adecuado —estudios controlados aleatorios— impide saber la eficacia y seguridad de este tratamiento pero con todo lo que sabemos, deberíamos ser escépticos: las zonas con más SIDA coinciden muy a menudo con las zonas con más malaria, si el segundo parase la progresión del primero no debería ser así. Para leer más:
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