Nuestro alumnado quedó maravillado cuando nuestra compañera Luz nos trajo una bolsa de arena cinética del
Museo de los Niños de Nueva York. No la conocíamos, y sin verla y/o tocarla resulta muy difícil explicar la sensación que produce tanto visual como táctil, pero con este vídeo se pueden hacer una idea aproximada.
Por aquel entonces, estábamos muy dedicados a nuestros
talleres de modelado, y esta forma de trabajar, con este material, era una experiencia y una sensación que no se parecía la ninguna de las otras masas o pastas que habíamos empleado con anterioridad. Incluso tiene un efecto relajante, casi hipnótico, cuando se observa como se expande y desmorona.
Quedamos tan "enganchados" que buscamos por la red cómo podríamos "fabricarla" en clase.
Ahora, en estos días de tanta actividad, de alteración, y ya de cansancio, decidimos retomar el asunto, pensando que podría ser una experiencia relajante.
En una primera búsqueda, vimos varias recetas para hacerla que nos parecieron de lo más sencillo; al parecer sólo se trataba de añadir aceite de bebé. Cosa fácil. Así, buscamos arena, tal y como nos indicaban, la metimos en el horno para eliminar gérmenes; la tamizamos y, todos ilusionados, añadimos el aceite. Los niños/as fueron los primeros en percatarse de que aquello no era igual a la arena cinética comercial que habíamos probado. Percibieron que esta manchaba las manos -cosa que no sucedía con la otra-, que no lográbamos compactarla para darle forma, y que luego no se deshacía como la otra. Miramos si se trataba de añadir más aceite, pero ese no era el problema. Disfrutaron jugando con ella, pero no hacían más que comparar con el recuerdo táctil y visual que tenían. Esto dio mucho de sí. Por ello, no lo entendimos como un fracaso, sino que nos dio ánimos para seguir indagando y probando nuevas fórmulas.
Un niño apuntó que a lo mejor yo me había confundido y que se tratase de gel de bebé, ya que es más pegajoso. A todos los demás les pareció acertada la propuesta, de modo que ese sería el segundo intento. Otros apuntaron la posibilidad de echarle agua. Otros de que podía tratarse de suavizante porque dejaba las manos muy suaves. Nos pareció increíble la cantidad de hipótesis o alternativas que salieron. Acordamos además que le pedirían a sus padres y madres que buscasen desde sus ordenadores o tabletas por si les aparecía algo distinto que en el nuestro.
Por nuestra cuenta afinamos más la búsqueda y supimos que la arena cinética es un compuesto que en su mayor parte (98%) es arena, más un 2% de compuestos químicos, como el
polidimetilsiloxano, una silicona basada en un polímero orgánico que la dota de unas particulares propiedades como la maleabilidad, que no se seca, no mancha -porque sólo se pega a sí misma-, y no es nocivo. Añade que este compuesto es tan caro que no compensa hacerlo en casa.
Pero ya estábamos embarcados. Ahora no había vuelta atrás; al menos debíamos comprobar las propuestas de los niños. No teníamos nada que perder, estábamos investigando, manipulando, ejercitando la memoria visual, la táctil, y cuando menos estaban entusiasmados. Así vimos también la alternativa de
añadir almidón de maíz (Maizena) y agua.
De nuevo nos preparamos para las pruebas: los dividimos en cuatro grupos según apostasen por la opción de agua + aceite, gel, suavizante, o el ingrediente secreto de la maestra, harina de maíz, que la verdad no contó con muchos seguidores, excepto un niño y una niña que, suponemos, se posicionaron más por "lealtad" con la maestra que por convicción.
En papel, preparamos una tabla de verificación de hipótesis, que cada uno iría cubriendo en función de su percepción de los resultados conseguidos con los diferentes ingredientes. Así como del cumplimiento de las características singulares de la arena mágica: no mancha-modela-se desmorona- se mueve. Fuimos conscientes de la dificultad que entrañaba la verificación de una de esta formulada en negativo -no mancha-, podríamos ponerla sin la negación, -así facilitaría su comprensión-, pero, de ese modo no nos darían todas la comprobaciones en afirmativo, por lo cual decidimos mantenerla así. Si lográbamos la fórmula correcta, tendrían que cumplirse todas las condiciones en sí, al igual que sucedía con la arena comercial.
Tras los tres primeros fallos, y viendo su desánimo, llegamos a prometer que si no lo lográbamos, compraría un paquete de arena cinética comercial pese a lo cara que es.
En cuanto a los resultados del producto, hay que reconocer que sólo logramos acercarnos a las cualidades de la arena comercial con la mezcla de Maizena, lo que los hizo estallar de alegría, como cuando los científicos hacen un gran descubrimiento. Con la excepción de que mancha un poco -no tanto como las otras- y el movimiento que tiene, compensa esa diferencia; así puede verse en las tablas de control que los "investigadores" más puristas, tuvieron dudas sobre si poner "Sí" o "No" en el apartado de cumplimento de esa condición.
Cando iniciamos el proceso con la Maizena, la opinión de los observadores era totalmente negativa, dado que según se indicaba en la receta, había que mezclar 2 tazas de ese almidón con agua; esto solidificó de inmediato, de modo que los niños/as ya me decían, "Ángeles, es Falso"; luego tuvimos que desmigajar ese mazacote que decían semejaba queso. Parecía imposible que aquello pudiese "absorber" las 4 tazas de arena que había que añadir. Le echamos un poco más de agua, y entonces vino la sorpresa: ¡aquello empezaba a moverse! Fue un momento increíble, en el que exclamaban "¡Lo conseguimos!", "¡Es Verdadera!" Fue fantástico, pero como siempre, para nosotras, es más importante todo el proceso de la experiencia investigadora que el producto en sí.
Cuando comenzamos, no podíamos imaginar que esto diese tanto de sí, pero fue otra de esas nuestra experiencias "elásticas", que tienen más calado del que cabría esperar. Lo que iba camino de ser una actividad puntual y relajante, se convirtió en un pequeño proyecto de investigación.
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