Ese mito es una creencia popular que afirma que solo usamos el 10% de nuestro cerebro. La segunda parte de la historia es que una serie de
listos nos pueden ayudar —pagando un módico precio, claro— a poner en marcha el 90% restante. Con ese
turbo cerebral, conseguiríamos —según ellos— multiplicar nuestra capacidad mental tanto para funciones habituales (memoria, aprendizaje, capacidad de hablar idiomas, integración sensorial, reconocimiento de rostros) como para funciones extraordinarias o superpoderes: telequinesia, lectura de mentes, control mental de otras personas, etc. Evidentemente es un bulo pero encaja en esas cosas que nos gustaría conseguir: destacar entre la multitud, mejorar sin esfuerzo,
avanzar en nuestra carrera, sentirnos más inteligentes, lograr que los demás —en particular, Kim Bassinger— hagan lo que nosotros queremos. Por todo ello, esta tonta leyenda urbana goza de muy buena salud.
El mito del 10% surge a finales del siglo XIX. Charles-Édouard Brown-Séquard (1817-1894), escribió en 1876 sobre el poder del cerebro humano reivindicando que «
muy pocas personas lo desarrollan mucho y quizá nadie lo hace completamente». Años más tarde varios psicólogos y filósofos norteamericanos estudiaron a William Sidis, y uno de ellos, el famoso William James, declaró en una entrevista sobre el muchacho que la gente solo ejercitaba una fracción de su potencial mental total.
En uno de los libros más vendidos del siglo XX
Cómo ganar amigos e influir sobre las personas de Dale Carnegie, Lowell Thomas, escritor y autor del prólogo mencionaba a James y añadía un porcentaje indicando que «
el profesor William James, de Harvard, solía decir que el hombre medio desarrolla solamente un 10% de su habilidad mental latente». No era la única referencia, por esa época lo del 10% ya estaba circulando por los libros de autoayuda y la prensa popular, dos clásicos de la falta de rigor con siglos de antigüedad. Así el Almanaque Mundial de 1929 indicaba «
No hay límite a lo que el cerebro humano puede lograr. Los científicos y los psicólogos nos dicen que solo usamos en torno a un 10% de nuestro poder cerebral». Sutilmente, además, el mito fue pasando de hablar de potencial mental a uso del cerebro.
Teniendo en cuenta las fechas de las primeras referencias no es cierto que el mito del 10% fuese creado por sabios como Albert Einstein o por grandes neurocientíficos como Wilder Penfield, fundador del Instituto Neurológico de Montreal, pues es muy anterior a los dos.
El mito del 10% fue reforzado por cuatro avances de la Neurociencia logrados a caballo entre los siglos XIX y XX:
- Proporción glía-neuronas. Se descubrió que en el sistema nervioso central hay dos poblaciones de células: las neuronas, que son lo que Cajal llamaba los elementos nobles, y las células gliales, que eran inicialmente consideradas como elementos de relleno. La proporción células gliales:células neuronales se dice que es 10:1 y por tanto la parte excitable del cerebro sería solo de un 10%. La realidad es que las células gliales son imprescindibles para la función cerebral y funcionan constantemente aunque no muestren fuertes cambios en su polarización eléctrica como hacen las neuronas.
- El método de Golgi. Esta técnica revolucionaria, con la que Ramón y Cajal realizó gran parte de sus descubrimientos, impregna solamente un porcentaje reducido del total de las neuronas. Aunque los científicos sabían que era solamente una fracción del total, esas preparaciones mostraban solamente una pequeña parte del total de neuronas del encéfalo.
- Neuronas inactivas. Los primeros registros eléctricos pudieron demostrar que no todas las neuronas están disparando continuamente y una alta proporción está en reposo en un momento determinado. Es lo lógico y cuando más neuronas de lo normal se ponen a disparar con una actividad sincrónica se puede producir un ataque epiléptico.
- Áreas silentes. Los primeros estudios de localización cortical encontraron zonas motoras (que al estimularlas se producía un movimiento, por ejemplo la contracción de un músculo) y zonas sensoriales (que por ejemplo registraban actividad cuando se enfocaba una linterna en la retina). Había muchas zonas que no encajaban en un grupo o en el otro y que ahora consideramos zonas de asociación —que conectan una región cortical con otra— o regiones con funciones elaboradas (pensamiento elaborado o juicio crítico, por ejemplo) y que no son tan fáciles de detectar con los aparatos de aquella época.
Aunque el mito del 10% quedó abandonado para cualquiera que tuviese una mínima cultura científica, desgraciadamente esto no es aplicable a todo el mundo.
Personajes famosos, como siempre sucede, redundaron en mantener este cuento. Uri Geller, el famoso doblacucharas israelí, declaraba a los medios de comunicación que «
la mayoría de nosotros solo usamos el 10% del cerebro» sugiriendo que había unos pocos —se supone que él incluido— que usaban mucho más y por eso tenían una fuerza psíquica capaz de acabar con la cubertería de la abuela. Otro elemento significativo es la influencia que tienen el cine y la televisión en la cultura popular. El ejemplo más reciente es «Lucy», un filme sobre una mujer que mediante una droga aumenta el porcentaje de utilización de su cerebro y consigue superpoderes. La realidad es que lo único que se salva en ese bodrio es Scarlett Johansson y los guionistas deberían ser encerrados en una jaula.
Las evidencias que contradicen el mito del 10% son las siguientes:
- Si solo usáramos el 10% del cerebro, daños puntuales en el encéfalo no tendrían ningún efecto o podríamos perder grandes porciones del cerebro sin que apenas se notase. La realidad señala lo contrario: básicamente cualquier lesión cerebral produce una pérdida más o menos dramática de una determinada función, un comportamiento, una capacidad, aunque luego, gracias a la plasticidad neuronal, pueda haber una cierta recuperación.
- Los escáneres cerebrales, la herramienta que tenemos para observar el cerebro en funcionamiento, demuestran que estemos haciendo lo que estemos haciendo, los cerebros están siempre activos. Salvo en casos de lesiones, ictus, etc, no hay nunca una zona cerebral que esté silente, que no muestre actividad. Incluso mientras dormimos se ve actividad en todas las áreas cerebrales. Si no, no soñaríamos y zonas encefálicas más profundas se siguen encargando de la respiración, el control de la temperatura corporal, el latido cardíaco y muchas cosas más.
- Si el 90% del cerebro no hiciese nada, la evolución primaría la reducción del cerebro en los humanos y todas las evidencias señalan justo lo contrario: encéfalos cada vez más grandes capaces de encargarse de funciones cada vez más complejas.
- Llevamos ya muchas décadas estudiando la localización fina de las funciones cerebrales. Estos estudios cartográficos no han encontrado ninguna zona libre de función, no hay zonas desocupadas en la corteza cerebral.
- Tenemos técnicas diversas que nos permiten estudiar la actividad cerebral en zonas muy pequeñas o incluso en una única neurona. No hemos encontrado nunca evidencia de neuronas que estén sin funcionar durante largos periodos de tiempo. De hecho, las neuronas inactivas por la razón que sea tienden a degenerar. Si el mito del 10% fuera cierto, la autopsia del cerebro adultos mostraría una extensa neurodegeneración, algo que no se observa.
La realidad es que el cerebro es uno de los órganos más activos de nuestro cuerpo, no tiene «zonas silenciosas» y con solo un 2% del peso corporal total consume un 20% de la energía gastada por el organismo. No todas las áreas cerebrales y no todas las neuronas están activas al mismo tiempo. Para entenderlo un buen ejemplo puede ser un coche: no tenemos puestas al mismo tiempo todas las marchas, los limpiaparabrisas, todas las luces, los frenos y el acelerador, todos los cinturones de seguridad, la rueda de repuesto, el motor de arranque y el motor, etc.
Cada subsistema se va activando en función de la actividad a realizar y la situación a su alrededor (llueve, activamos el limpiaparabrisas; obstáculo, pisamos el freno; colisión, saltan los airbags aunque esto mejor que no pase), exactamente igual que nuestro cerebro aunque éste sea enormemente más complejo y no decimos que nuestro coche solo funciona al 10% de su verdadero potencial. En el cerebro usamos unas neuronas para hacer unas cosas y otras para otras y no hacemos todas las cosas simultáneamente al igual que pasa con el auto. Hay muchas zonas que tiene distintos niveles de actividad en distintos momentos: por ejemplo, la corteza frontal, que se encarga de cosas como la personalidad o la toma de decisiones mantiene cierto grado de actividad mientras dormimos pero las neuronas de la misma zona que se encargan del juicio crítico están poco activas y por eso los sueños son tan ilógicos, tan surrealistas. Se supone que a lo largo de un día el 100% del cerebro entra en funcionamiento.
El mito del 10% es persistente (llevamos ya un par de siglos con él), ampliamente aceptado (esa pasión que tenemos por solucionar nuestros sueños de una forma milagrosa, con una sustancia mágica —como en la película de Lucy— o
con una píldora que te haga adelgazar mientras duermes en vez de mediante trabajo y disciplina) y asumido incluso por una parte de la población educada (cuando se preguntó a licenciados en Psicología«¿qué porcentaje de su potencia cerebral usa la gente normalmente?» un tercio respondió «un 10%»).
Albert Camus dijo que «
los mitos tienen más poder que la realidad» y evidentemente sería maravilloso tener tan cerca de nosotros, en nuestro propio cerebro, poderes insospechados, tesoros inexplorados… Y, sin embargo, es así, sí los tenemos, pero hay que apreciarlos justamente. Es mucho más interesante y poderosa nuestra capacidad para aprender que doblar cientos de cucharas, es mucho más atractivo y sugerente leer poesía verso a verso, sorprendiéndonos en cada metáfora, que memorizar una página de un libro de una pasada como si fuéramos un escáner o una cámara de fotos. Hay otros mundos pero están en éste, y están por descubrir, están por disfrutar.
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