Otra vez más cortinas de humo para encubrir las necesidades reales del sistema educativo. Cortinas que, curiosamente, siempre tienen que ver con el cuestionamiento de las capacidades del profesorado y, jamás, con la nefasta gestión de la administración educativa. No es cuestión de defender corporativamente a mis compañeros pero, ya cansa que la única culpabilización de los problemas que tiene nuestro sistema educativo se eche al hombro de los docentes.
En Cataluña
los docentes deberán acreditar competencia digital. Sí, ya hace casi un año que sacaron una
nota de prensa sobre el asunto y ayer, de nuevo, declaraciones de un responsable político para indicar lo mismo que se indicó antaño. Nada nuevo bajo el Sol. Un proyecto que, supuestamente, va a establecer un procedimiento de acreditación y evaluación de las competencias digitales de los docentes que trabajan para esa administración educativa. Títulos que acreditarán si uno tiene mayor o menor competencia en el uso de herramientas digitales. Una copia barata e innecesaria de "
El Marco Común de Competencia Digital Docente". Algo que, como acostumbra a ser habitual, se adecua a la administración de turno para tener a gente perdiendo el tiempo rehaciendo lo que ya existe. Pero bueno, así funciona la administración. No es algo que, a los que trabajamos en ella, nos venga de nuevo.
Fuente: Néstor Alonso
Sí, reconozco que los docentes debemos tener una mínima competencia digital. Que es aberrante que, a día de hoy, aún haya docentes que no usen de forma activa las nuevas tecnologías en el aula. Que haya docentes que no tengan blog. Que haya docentes que no sepan justificar un documento. Que haya docentes que sigan sin saber configurar una impresora o una conexión wifi. Y los hay. Y demasiados para mi gusto.
Por tanto, ¿cuál es el problema de esa supuesta acreditación? Fácil…
En primer lugar me preocupa quién hay tras el diseño de dicha evaluación de la competencia digital. Bueno, me preocupa más bien quién va a gestionar dicho modelo de validación de la competencia digital. En este caso resulta que va a ser un equipo interdisciplinar formado por economistas y docentes de Universidad. Sinceramente, ¿alguien ve alguna lógica a que se diseñe el proyecto sin contar con ninguno de los actores del sistema ya que, la evaluación de la competencia digital se realizará sobre el profesorado de Infantil, Primaria y Secundaria? ¿Alguien cree que personas ajenas al aula saben las necesidades digitales de los docentes? ¿Alguien se ha planteado, como mínimo, contar con ellos, con los alumnos o con los padres? Por favor… un proyecto de economistas para certificar la competencia digital docente, como mínimo, huele muy mal.
Otro gran problema del asunto es qué empresas u organizaciones van a certificar dicha competencia. Si analizamos quiénes están certificando la competencia lingüística u otro tipo de cuestiones, nos encontramos que dicha certificación va a suponer un nuevo filón de negocio para determinadas empresas. No hace falta ser vidente para ver qué las certificaciones en dicha competencia van a ser emitidas por Universidades privadas, centros de formación privados y, como no, determinados sindicatos educativos. Si la acreditación para dar las clases en inglés se está regalando a un determinado precio en determinados chiringuitos, ¿alguien se plantea que lo de la competencia digital no se convierta en lo mismo? Porque, seamos sinceros, esto de los títulos y las acreditaciones no es más que un negocio.
A propósito, también me chirría el proyecto cuando he visto, en unos borradores que me facilitaron otras Comunidades Autónomas, qué pedirán para esa certificación (que van por grados de conocimiento -al igual que el sistema de acreditación lingüística-). Unas peticiones que tienen mucho que ver con la teoría y con el uso de determinadas herramientas más que con el análisis del uso de las mismas en el aula. Como siempre, metodología de evaluación y formación del profesorado, en cuestiones totalmente alejadas del aula. Es que, por lo que se ve, ninguno de los que gestionan esto de la Educación tiene pajolera idea de lo que se hace en ellas y, por eso, quizás, se ven imposibilitados a establecer un mecanismo para evaluar la actuación del docente dentro de ellas y con los alumnos.
No quiero que me capaciten en competencias digitales. No quiero que me den un certificado A, B o C en función de mis habilidades con el PowerPoint o por si sé crear una nueva carpeta en el escritorio (de Windows, seguramente). Tampoco por si sé utilizar Moodle o Scratch para reproducir lo que viene en un material prediseñado por terceros. Quiero que, de una vez, se planteen invertir los recursos que se dilapidan en proyectos inútiles como el anterior para dotar de competencia digital real a los docentes. Y sólo hay una manera de dotarles de lo anterior… invertir recursos en formación metodológica mediada por las TIC e inspecciones frecuentes a los centros educativos (para ayudar, no para penalizar) para ver cómo se están usando en el aula. Sí, hay docentes que necesitan ayuda con las nuevas tecnologías pero no creo que darles papelitos bajo supuestas competencias que no son tales sirva de mucho.
Por cierto, resulta realmente curioso que la administración educativa nunca haya preguntado a aquellos docentes que están haciendo cosas fantásticas con las TIC en sus centros educativos. Y hay unos cuantos.
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