sábado, 22 de agosto de 2015

Vagabundo tras la libertad


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Vagabundo tras la libertad


Posted: 21 Aug 2015 03:39 PM PDT

Vagabundo
enredada

Expresaba el maestro Serrat,
" De vez en cuando la vida nos besa en la boca
y a colores se despliega como un atlas,
nos pasea por las calles en volandas
y nos sentimos en buenas manos;
se hace de nuestra medida, toma nuestro paso
y saca un conejo de la vieja chistera
y uno es feliz como un niño cuando sale de la escuela…
Sin embargo la vida ha debido olvidar a no pocos anónimos excluidos. Solitarios exiliados que ni se sienten en buenas manos ni parecen estar siquiera en listas de espera necesitados de ser besados y abrazados; de ilusionarse con la magia que, de vez en cuando, deberían ser regalados por unas excitantes vivencias; esas que deberían aparecer en nuestras vidas, al menos de vez en cuando. Así que ni siquiera hay escuela para satisfacer en la salida, la huida, la libertad de terminar y de sofocar ataduras impuestas, cual infante soñador y feliz que siente escapó momentáneamente de la prisión del aula.

Ayer precisamente hablaba con una amargada y angustiada joven, perdida, desubicada, desilusionada de su vida y sobre todo de sus tristes vivencias, aunque ignorante de su desolada realidad; esa que tanto teme y no quiere ver. Ella, sin saberlo, me contaba cómo su vida, se enreda más y más en una maraña de obstáculos, hoy día me temo casi insalvables. Obstáculos que crecen a medida que se hace mayor porque ni está preparada para la sociedad competitiva que nos está tocando lidiar ni tampoco para desarrollar destrezas que la hagan desembarazarse de unas redes impuestas y muy dañinas desde su más tierna edad.
Redes arrojadas por unas instituciones no para izar a quienes necesitan apoyo y una verdadera inclusión, sino para aislar y discriminar a quienes no saben nadar en este gris océano competitivo e insolidario, cual MONTE DE TAIGETO INSTITUCIONAL . Y es que las herramientas que debieron habérsele facilitado hace demasiado tiempo, jamás se le aportaron; es más, se las negaron por ineptitud y negligencias corporativistas de unos denominados "garantes institucionales".
El tiempo pasa; o sea la vida, y con ella quienes fueron olvidados por ella en lugar de recorrer veredas en forma de aprendizajes, experiencias y vivencias inolvidables, se han hecho reos de costosos esfuerzos anímicos que sólo incrementaron su desasosiego y tristeza por tanta soledad impuesta; esa que incrementa ostensiblemente demasiados nudos de una madeja quebradiza, irregular y elaborada con demasiado cinismo e intransigencia.
La madeja; es decir el lúgubre pasado-presente proyecta un futuro cercano que se presenta frío, distante, apagado, taciturno, casi caduco, cual hoja otoñal a la que una simple brisa es capaz de lanzar por los aires caprichosamente para finalmente ser engullida por el moho expectante del irremediable otoño-invierno venidero.
La madeja se hiló con mucho amor, pero quienes debieron ayudar a confeccionarla adecuadamente no creyeron en ella; no apostaron por prever pequeñas irregularidades, pequeños hilachos que pudieron ser reconducidos y tenidos en cuenta en su momento. A medida que el ovillo se iba confeccionando los hilachos se fueron haciendo más visibles, pero quienes tenían la misión de elaborarlo adecuadamente lo ningunearon y negaron esas diferencias ya palpables. Era incómodo confesar la inacción y negación de realidades. El caso es que era diferente y no presentaba un patrón acorde a las demandas sociales: no era competitiva, agresiva, estándar ni siquiera requerida por la generalidad, con lo cual, seguramente era incómoda y poco atractiva. Poco interesante para apostar por ella, en definitiva.
Finalmente la madeja se ha deshilachado. Sus innumerables nudos, su brillo apagado y demasiadas tóxicas manipulaciones en torno a ella, sólo están contribuyendo a pensar que su único fin es desecharla sin más. Parece ser que no tiene hueco en esta sociedad actual.
Quienes apuestan pasivamente por menospreciarla con su indiferencia y su nulo tacto ético, no saben o no quieren conocer que su muy preocupante estado actual es consecuencia de la enorme desidia y negación de sus problemas primarios; esos que no se afrontaron por unas instituciones que en modo alguno cumplieron con su papel garante y protector. Luego, fruto de tanta desidia e ineptitud, sus iguales y parte de sus supuestos conductores la condenaron al mayor de los ostracismos: la exclusión social. Partiendo de sus peculiaridades, que en modo alguno fueron respetadas, no hubo reparos para ello en basarse en TÍPICAS ARMAS GOEBBELIANAS Y TÓXICAS como la rumorología, los bulos y demasiadas etiquetas venenosamente deformadas que incrementaron y empujaron a la víctima al mayor de los castigos: el apartheid social, la no pertenencia a grupo alguno de iguales, el exilio radical, la soledad total.
Por el contrario, los muchos terceros que desconocen esta DRAMÁTICA REALIDAD  sólo suelen ver en la víctima, una supuesta actitud egoísta, caprichosa y agresiva; pasiva y no participativa; a veces querulante y distante; a veces tendente a una hipotética paranoia con bajadas de humor constantes y una falta notable de motivación y aptitud cooperativa. No son conscientes que tras esa supuesta fachada se esconde una cruel realidad macerada desde la más tierna génesis, donde las heridas primarias se infectaron por sobredosis de dejadez, incompetencia y mentiras de quienes se autodenominaban "maestros"; se incrementaron con el maltrato y el aislamiento sistemático para disfrazar negligencias y prepotencias malamente concebidas.
Finalmente este cúmulo de basura, este SÍNDROME DE DIÓGENES INSTITUCIONAL Y SOCIAL  dio lugar a un cuadro ansioso-depresivo con estrés postraumático, que finalmente ha ocasionado que este "producto" sea incapaz de adaptarse a la pura, dura y cínica realidad social. La "madeja", lejos de asumir su rol en tan devaluada fábrica textil, parece ser no merecedora de ser tenida en cuenta. Debe ser desechada Triste.
Y es que, de vez en cuando, la vida parece tener amnesia con ciertos individuos y ciertos casos, que también sueñan y necesitan tener la ocasión para que, de vez en cuando, sean elegidos por esa necesaria probabilidad que, de un modo u otro, nos es tan necesaria: Un poco de alegría, unas sonrisas, una amistad, una compañía, una pertenencia al grupo de iguales, unas miguitas de ternura; una ilusión… al menos de vez en cuando.

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