viernes, 2 de octubre de 2015

UniDiversidad. El blog de José R. Alonso.


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Posted: 01 Oct 2015 12:07 PM PDT
Exercise-and-Depression-245x183Eejercicio físico moderado es bueno para todas las personas y en el caso de aquellos con depresión, o en riesgo de caer en ella, hay muchas evidencias de que un poco de actividad aeróbica —andar, correr, nadar— puede proteger del inicio de un proceso depresivo, ayudar durante el proceso de recuperación o evitar una recaída.
La depresión es un trastorno devastador, que afecta gravemente a la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo. Entre los factores desencadenantes está el estrés crónico que incluso a niveles bajos puede causar una depresión u otros problemas anímicos. Hasta ahora no se sabía cómo el ejercicio podía influir en la depresión pero un estudio del grupo de Ruas del Instituto Karolinska publicado en la revista Cell ha encontrado una conexión que encaja en todo lo que sabemos hasta ahora.

El estudio utiliza ratones como sujetos de experimentación. El uso de animales para la investigación de los trastornos de ánimo tiene la dificultad de que no hay una comunicación con el «paciente», no puede explicarnos cómo se siente, cambios que en un humano son muy patentes. Como vía alternativa, y asumiendo que los mamíferos nos parecemos tanto unos a otros que sufrimos procesos y enfermedades similares, los investigadores estudiaron los cerebros y los comportamientos de los animales de experimentación.
Para etiquetar a un roedor como deprimido usaron señales en su comportamiento tales como pérdida de peso, dejar de buscar una solución azucarada disponible en su jaula —asimilable a una dificultad para disfrutar los placeres normales, lo que normalmente llamamos las pequeñas alegrías de la vida— y posturas de resignación y abatimiento. Esto último se medía en un laberinto de agua fría, el animal clasificado como deprimido en vez de intentar encontrar la salida como hacían los animales control, simplemente se quedaba quieto, como abandonándose a su suerte.
Para hacerles caer en esta situación, los investigadores les mantuvieron durante cinco semanas con diversas experiencias estresantes realizadas de manera intermitente, tales como tenerlos sujetos o aplicarles pequeños calambrazos. Al cabo de este tiempo, los animales mostraban esos comportamientos asimilables a una depresión.
Había evidencias de que el ejercicio físico protegía del inicio de una depresión pero no se sabía cómo. Otros trabajos previos habían demostrado que el ejercicio físico aumenta la concentración en los músculos de la enzima PGC-1 α, en particular del subtipo 1 (PGC-1α1). La hipótesis del grupo investigador es que esta enzima es la responsable de que el sistema nervioso no sufra los cambios que se ponen en marcha en una depresión.
Los investigadores generaron una cepa transgénica donde la producción de PGC-1α1 estaba desregulada, es decir, sus fibras musculares producían grandes cantidades de esta enzima aunque tuvieran muy poca actividad. A continuación, los investigadores sometieron a los ratones a estrés durante las mismas cinco semanas con el resultado de que los animales mostraron alguna señal preocupante, como la pérdida de peso, pero no mostraron los otros síntomas de haber desarrollado lo que en un roedor identificamos como depresión: buscaban la solución azucarada e intentaban salir del laberinto de agua fría. Los altos niveles de PGC-1α1 parece que les hacen resistentes a la depresión, pero es conocido que esta molécula no protege al cerebro directamente sino que actúa como un promotor, activando diversos genes que a su vez, expresan proteínas que a su vez intervienen en distintos procesos fisiológicos por todo el cuerpo.kynurenine
Los investigadores buscaron qué procesos podían estar actuando en los animales con alta expresión de PGC-1α1 y encontraron uno en particular que involucra a una sustancia llamada quinurenina, que se acumula en el plasma sanguíneo después del estrés. La quinurenina atraviesa la barrera hematoencéfalica y en estudios en animales se ha visto que genera daño inflamatorio en el cerebro, un daño que, se piensa, conduce a la depresión. La PGC-1 α1 pone en marcha una ruta de señalización que provoca un aumento de la expresión en el músculo esquelético de las aminotransferasas de la quinurenina, lo que a su vez causa la conversión de la quinurenina en ácido quinurénico, un metabolito que es incapaz de atravesar la barrera hematoencefálica, con lo cual menos quinurenina entra al sistema nervioso, no se produce daño inflamatorio y no hay depresión. Eso mismo sucedería en los ratones transgénicos con altos niveles de PGC-1α1.
Una de las ventajas de este estudio es que abre posibilidades para el tratamiento de la depresión, por un lado de forma preventiva y por otro actuando sobre el eje PGC-1α1-PPARen el músculo esquelético, sin tener que usar fármacos que atraviesen la barrera hematoencefálica, con lo que los efectos secundarios pueden ser menores y más benignos.
Para comprobar que la analogía entre roedores y humanos era aceptable, los investigadores prepararon un grupo de voluntarios adultos que completaron tres semanas de ejercicio físico, consistente en 40-50 minutos de bicicleta o carrera. Se realizaron biopsias musculares antes y después de las tres semanas de ejercicio y se encontró que las células musculares de los participantes contenían más PGC-1α1 y más aminotransferasas de la quinurenina que al comienzo del estudio, en concordancia con lo visto en ratones.
En resumen los investigadores han conseguido:
  1. Entender la interacción entre las proteínas.
  2. Saber que las partes de la quinurelina no pueden atravesar la barrera hematoencefálica pero la molécula completa sí puede.
  3. Comprobar que la destrucción enzimática de la quinurelina disminuye las señales de depresión.
La conclusión final es muy sencilla, el riesgo de depresión se reduce haciendo ejercicio físico y sabemos la vía bioquímica por lo que esto sucede.
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