UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 25 Mar 2016 03:14 AM PDT
Evidentemente, los «emprendedores» que ofrecen estos servicios juegan con distintas ventajas: lo primero es que todos tenemos miedo de morir y nos gustaría esquivar a la parca de alguna manera. Lo segundo es que el cliente, muerto, no va a poder reclamar pues nunca hay una fecha fija en que se prestará el servicio. Normalmente tienes que pagar una cuota anual de mantenimiento para tu cuerpo o tu cabeza y si dejas de pagar y tus restos son destruidos, has perdido todo el dinero invertido y todas las opciones de éxito. Lo tercero es que es imposible predecir el futuro, con lo que no sabemos qué es lo que se podrá hacer dentro de un siglo, de diez o de mil. Nadie puede afirmar que nunca será posible revivir a un humano a partir de su cerebro preservado aunque todas las evidencias actuales señalen la escasa probabilidad de lograrlo. Los defensores de esta idea ponen ejemplos de cómo hace siglos se dijo que sería imposible pisar la Luna, una hazaña que ahora forma parte de nuestra historia o incluso volar, algo que ha hecho ya una buena parte de la humanidad. Lo cuarto es que no nos conformamos con tener una copia física de nosotros, un clon para el que valdría quizá guardar una célula madre o un poco de ADN, queremos el lote completo, con nuestros sentimientos, nuestros recuerdos, nuestra personalidad, nuestras experiencias y eso solo está en el cerebro completo. Lo quinto es que creemos en cosas que pueden suceder aunque su probabilidad sea mínima, algo que se ha llamado el sesgo de disponibilidad, la tendencia a juzgar probabilidades basándonos en la facilidad con que nos vienen ejemplos a la mente. La criopreservación de cerebros surgió como idea en un libro publicado en 1962 por Robert Ettinger, profesor de la Wayne State University y titulado The Prospect of Immortality (La Expectativa de la Inmortalidad) donde decía «Más pronto o más tarde, nuestros amigos del futuro serán capaces de revivirnos y curarnos». Una década después surgía la primera organización dedicada a la criónica, Alcor Life Extension Foundation, que todavía sigue en activo en Arizona (Estados Unidos). Poco tiempo después, el propio Ettinger fundaba el Cryonics Institute junto con tres socios, otra institución que habla en su web de «otra oportunidad en la vida», «reunirse con los seres queridos», «curas futuras para enfermedades de hoy», «preservación de órganos», «juventud y salud renovada», «ver el futuro», «vivir más tiempo» e incluso «preservar las especies amenazadas». ¿Quién puede negarse a una oferta tan sensacional? Los que no pueden pagarlo y los que no creen en ello. Estos dos dos proveedores tienen actualmente 279 «pacientes» en sus depósitos de almacenamiento y varios miles de socios apurando su ¿primera? existencia en la Tierra. Alcor cobra 200.000 dólares por almacenar un cuerpo completo y 80.000 por una cabeza, lo que llama un «neuropaciente», que es un término cargado de intención pues el tema es no aceptar que esa persona ha fallecido, aunque la técnica de preservación, por ley, solo se puede utilizar después de que una persona está muerta y lo contrario sería un delito. Un nuevo jugador es la llamada Brain Preservation Foundation (Fundación para la Conservación) que utiliza, además de la criopreservación, la plastinación, una técnica con más de un siglo. Consiste en fijar el cerebro con aldehídos, antes lo hacíamos con formol y ahora con glutaraldehído, metiéndolo por el sistema circulatorio. Estos aldehídos forman puentes con las proteínas y estabilizan las estructuras celulares. Luego se puede incluir ese tejido fijado en plástico o en cera y se puede conservar a temperatura ambiente de forma indefinida. Esa es su gran ventaja y el inconveniente es que los tratamientos químicos necesarios para que el plástico entre y polimerice o la temperatura necesaria para que la cera fundida entre en el interior de las células causan también sustanciales alteraciones en muchos componentes neuronales. Para criopreservar los cerebros hacen la misma fijación con aldehídos seguida después por otra perfusión con etilenglicol (un anticongelante que está en los radiadores de nuestros coches) en concentraciones crecientes y finalmente cuando la concentración de etilenglicol ha alcanzado el 65% se congela a -135 ºC. Las instituciones criónicas insisten en llamarlo vitrificación. Básicamente es una congelación donde el tratamiento químico previo evita que se formen cristales de hielo que rasgan y rompen las células. Esta técnica es similar a la que usamos para estudios de microscopía electrónica, tiene más de cincuenta años y permite un detalle excelente de las neuronas y sus sinapsis, de los componentes estructurales del cerebro. Hay una regla en ciencia que dice que las afirmaciones extraordinarias requieren demostraciones extraordinarias y hay una segunda regla que dice que la carga de la prueba tiene que estar en el que propone la novedad, en este caso el nuevo sistema de conservación con el objetivo de reactivar los cerebros en un futuro. Son ellos y no nosotros los que tienen que demostrar que la fijación y congelación de cerebros funciona, los que deben aportar evidencias de que lo suyo es algo más que una charlatanería con un barniz científico, lo que llamamos una pseudociencia. La prueba puede ser sencilla, en vez de hablar de preservar y revivir un cerebro humano con sus 86.000 millones de neuronas, háganlo con un gusano –Caenorhabditis elegans tiene solo 302 neuronas– o con una mosca, que tiene unas cien mil. Si cogen uno de estos animales, le fijan, lo congelan y luego son capaces de descongelarlo y hacer que se mueva, que se alimente, que se empareje y se reproduzca empezaré a pensar que tiene sentido lo que proponen y no son simplemente una panda de timadores, tecnotimadores, buscando lo de siempre, desplumar a unos incautos aprovechándose a menudo del dolor y la desesperación de una persona. Ha habido varios casos famosos, uno de ellos bastante reciente, Kim Suozzi, una estudiante de Neurociencia que escribía en la página de Reddit
Soy una chica de 23 años con un glioblastoma multiforme recurrente, un tipo de cáncer cerebral muy agresivo. Puse un post hace un par de meses pidiendo sugerencias para cosas que debería probar antes de morir (la expectativa de vida eran 3-6 meses) y me llegaron un montón de grandes ideas (muchas de las cuales he completado). Mi pronóstico es bastante malo en este momento y aunque confío en superar los 6-10 meses de supervivencia media, me tengo que preparar para morir. En cierta manera, soy afortunada porque el tumor está primeramente en mi tronco encefálico (que controla cosas como respirar) así que lo más probable es que moriré antes de que el tumor se extienda a áreas centrales a quién soy yo. Estoy de nuevo en Reddit fundamentalmente para pedir ayuda porque quiero ser preservada criogénicamente tras mi muerte. He causado un montón de controversia en mi familia cuando les di la noticia a mis padres. Puedo decir que les generó bastante rechazo porque son cristianos y no entienden porqué quiero ser preservada. En sus mentes, voy a ir al cielo y mi alma vivirá para siempre cuando deje mi cuerpo cuando muera. […]
Quiero explicar con un poco más de detalle porqué pienso que merece la pena darle una oportunidad a la criopreservación (aunque sea una oportunidad cara).
Primero, quiero dejar claro que no estoy apostando mi vida a la criopreservación. Soy consciente de los problemas en el estado actual de la criónica, pero tengo la esperanza de que la tecnología conseguirá una solución en el futuro. Nadie sabe qué tecnología habrá disponible dentro de 50 años. Sí, requiere "fe" en la tecnología, pero requiere fe asumir que la tecnología no será suficiente para revertir estos problemas algún día.
El punto clave que quiero hacer aquí es que es mejor una opción de vivir otra vez que si si me estuviera descomponiendo en algún lugar o cocinada a cenizas. El valor relativo incluso de una mínima posibilidad de vivir otra vez es un retorno enorme para lo que ahora me parece una enorme cantidad de dinero, pero probablemente sería una decisión sencilla si tuviera un trabajo estable. Compara el coste de la preservación con el coste de cruzar el océano a la búsqueda de tratamientos experimentales […] Estoy intentando que me preserven porque he hecho todo lo demás a mi alcance para extender mi vida. He prestado atención a cada dieta, suplemento, ensayo clínico y "tratamiento milagroso" que había por ahí. Esta es la última cosa que puedo posiblemente hacer para luchar por otra oportunidad, y si llega a funcionar, será increíble. Vive otra vez o muere intentádolo.
Se montó con éxito un crowdfunding. Ella había indicado que necesitaba 30.000-35.000 dólares pero Alcor lo presupuestó en 80.000, indicando que la factura se reduciría si Suozzi se trasladaba a Scottsdale, la ciudad de Arizona donde están sus instalaciones. Suozzi falleció el 17 de enero de 2013 y fue criopreservada junto con el glioblastoma que le mató y le llevó, no a la tumba, sino a un recipiente de acero inoxidable.Las polémicas que se organizan cuando sale la conservación de cerebros son muy interesantes. No solo sobre el proceso en sí sino también sobre los resultados. ¿Y si consiguieran revivirte y te encontraras metido en la vitrina de un museo como el primer cerebro resucitado? ¿Y si hubieran hecho varias copias idénticas tuyas? ¿Y si al revivir te encontraras que debías millones de euros de todos los años que te habían tenido congelado? ¿Y si en vez de conservar el cerebro, intentásemos descargar su contenido a un sistema informático? ¿Y si tu cerebro hubiese sido cargado en un robot que es utilizado como un esclavo para tareas degradantes? ¿Puede llegar un día en que morir sea solamente una opción? Para leer más:
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