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UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 06 Jun 2016 01:31 AM PDT
La historia del azúcar es apasionante. La caña de azúcar es uno de los grandes cultivos de la humanidad. Se sabe que se cultivaba en Nueva Guinea hace aproximadamente 10.000 años donde como en muchas localidades actuales donde existe la caña, mayores y niños masticarían y chuparían trozos del tallo para saborear su dulzura. De Oceanía la caña pasó a Asia, donde en torno al 350 de nuestra era, los indios aprendieron a extraer y a purificar el azúcar. Los mercaderes indios llevaron la caña y el azúcar al imperio musulmán y de ahí entró en Europa a través de España. Los cruzados capturaron algunas caravanas y llevaron de vuelta a sus países lo que llamaban la «sal dulce». A lo largo de los siglos, el deseo de la gente por el azúcar se fue haciendo más intenso. En nuestra lengua tenemos receptores gustativos para cinco sabores: dulce, salado, ácido, amargo y umami y quizá para un sexto, la grasa, pero nuestra pasión por lo dulce es tal que algún investigador sobre los sabores dice que si envolviéramos mierda de perro con una cantidad de azúcar suficiente, nos resultaría agradable de comer. ¡Perdón a los estómagos sensibles! Los ingleses tejieron en torno al azúcar una de las rutas más lucrativas de la historia del comercio. Las fábricas de las Midlands producían telas, armas y baratijas. Estas manufacturas se embarcaban junto con sal en los puertos de Bristol, Liverpool y Londres y se llevaban a África Occidental donde determinados socios locales de los ingleses secuestraban en el interior hombres y mujeres y los entregaban como esclavos a cambio de esas mercancías. Las sentinas de los barcos británicos se llenaban de aquellos africanos aterrorizados que apiñados y encadenados por grilletes para que no se pudieran rebelar ni suicidar, soportaban un viaje a través del Atlántico que podía durar meses en unas condiciones terribles. En los puertos negreros americanos, los barcos descargaban a los esclavos que eran vendidos a los dueños de las plantaciones, llenaban a cambio sus bodegas con ron y azúcar y volvían a Inglaterra cerrando el círculo. La progresiva mala fama del azúcar en la alimentación impulsó la investigación sobre otras moléculas que mantuvieran las propiedades edulcorantes y que no tuvieran sus problemas asociados, en particular ser una bomba de calorías. Lo curioso es que el descubrimiento de los principales sustitutos del azúcar ha sido en prácticamente todos los casos un fruto de la serendipia, un azar afortunado que llevó a un hallazgo valioso. La sacarina fue sintetizada en 1879 por Constantine Fahlberg, estudiante de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore. El jefe de Fahlberg era Ira Remsen, el químico orgánico más famoso de su tiempo. Los edulcorantes basados en el ciclamato fueron descubiertos en 1937 en la Universidad de Illinois, cuando otro estudiante, Michael Sveda, que intentaba encontrar un agente contra la fiebre y que hacía algo que ahora sería impensable, fumar en el laboratorio, se dio cuenta de que el cigarrillo tenía un sabor dulce. El ciclamato es de 30 a 50 veces más dulce que el azúcar de mesa (sacarosa) lo que le hace el menos potente de los edulcorantes artificiales. Al principio se usó para endulzar algunos medicamentos amargos como los antibióticos y algunos barbitúricos, luego pasó a darse como sustituto del azúcar para los diabéticos y, finalmente, al ver que era estable a la temperatura, se añadió a muchos productos precocinados y cocinados. Está aprobado en más de 50 países pero en Estados Unidos se prohibió en 1969, en lo que muchos piensan que fue un movimiento de la poderosa industria del azúcar, pero de momento la decisión no se ha cambiado. El acesulfamo también tuvo un origen parecido. A Karl Clauss, un químico que trabajaba en la Hoechst en 1967, se le mancharon los dedos de unas sustancias químicas que estaba usando y cuando se los chupó para recoger un papel, descubrió el ingrediente mágico de la Coca-Cola Cero. Es 200 veces más dulce que la sacarosa y tiene un poder edulcorante parecido al del aspartamo, dos tercios del de la sacarina y un tercio del de la sucralosa. El más divertido puede ser el descubrimiento en 1976 de la sucralosa por Shashikant Phadnis, un estudiante que trabajaba con Leslie Hough en el King's College de Londres. La línea de investigación del laboratorio eran las posibles aplicaciones de la sacarosa, el azúcar de mesa, haciendo pruebas modificando la molécula original. El grupo de químicos había sintetizado distintos derivados, toquiteando ligeramente este disacárido y uno de esos derivados fue la triclorosacarosa o sea, el resultado de sustituir tres hidrógenos de la sacarosa por tres cloruros. El último de esos descubrimientos inesperados de edulcorantes tuvo lugar en 1988. Gilbert Levin estudiaba la quiralidad de las moléculas, su estructura tridimensional. El término serendipia ha sido aceptado por la Real Academia Española. Serendip es el nombre arábigo-persa de la isla de Sri Lanka (Ceilán) y la palabra serendipia proviene de un relato publicado por Michele Tramezzino en Venecia en 1557 titulado Peregrinaggio di tre giovani figliuoli del re di Serendippo (Peregrinaje de los tres jóvenes hijos del rey de Serendip), que a su vez proviene de un cuento persa de Amir Khusrau's Hasht-Bihisht escrito en 1302. La obra trata de tres príncipes para los que su padre quiere la mejor formación. Para leer más:
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