viernes, 10 de junio de 2016

UniDiversidad. El blog de José R. Alonso.




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Posted: 09 Jun 2016 12:45 AM PDT
Deep_desert_PLoSEl primer mapa del fondo de los océanos fue realizado por Marie Tharp, una cartógrafa que descubrió la gran dorsal que cursa por el centro del Atlántico y su grieta central, el Rift. Era como si se hubiera quitado el tapón de los océanos y, por primera vez, pudiéramos ver la mayor parte de la superficie de la corteza terrestre, transformando un espacio ignoto en un complejo paisaje de montañas, cañones, planicies y despeñaderos. Este mapa fue un argumento fundamental para la aceptación de la teoría de la tectónica de placas y el desplazamiento de los continentes.
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Tharp nació en 1920 en Ypsilanti (Michigan). Era hija de un prospector de suelos que trabajaba para el
ministerio de Agricultura y la familia estaba continuamente viajando, al sur en los meses de invierno y al norte en los de verano. Cuando terminó la secundaria, Marie había estudiado en veintitantas escuelas e institutos diferentes y también había empezado a disfrutar con los paisajes y los mapas.
En cierta manera, la II Guerra Mundial le ayudó. Estados Unidos necesitaba personas bien formadas que pudieran sustituir a los hombres que habían ido a combatir y se alentó a las mujeres a obtener titulaciones en disciplinas «masculinas», como las científicas y tecnológicas. Tharp obtuvo un máster en Geología en la Universidad de Míchigan en 1944 y, como había necesidad de combustible para los barcos, aviones y carros de combate, se enroló en un programa de detección de bolsas de petróleo, y fue una de las primeras «Petroleum Geology Girls». Al terminar la guerra, trabajó un tiempo en la industria petrolera pero no le gustaba así que buscó algo que fuese un verdadero reto y decidió volver a estudiar, graduándose en Matemáticas en la Universidad de Tulsa. Al poco tiempo encontró trabajo en la Universidad de Columbia. Era 1948, la época de la Guerra Fría y había dinero para estudiar los océanos, un posible campo de batalla con los soviéticos del que no se sabía apenas nada.
El problema es que, como mujer, no podía viajar en los buques oceanográficos, así que se alió con Bruce Heezen, sismólogo y especialista en datos topográficos, una colaboración que duraría 25 años. Tharp y Heezen empezaron a mapear el suelo de los océanos en 1952 pero había muy pocos datos disponibles. Empezaron con el Atlántico norte, el mejor conocido, pero solo tenían seis recorridos completos, las medidas del sónar de seis barcos que habían cruzado de lado a lado mandando señales y midiendo el tiempo que tardaba la señal en rebotar en el fondo del océano. Como ella lo llamó, «seis cintas de luz» en lo que era un vacío oscuro.
Pero poco a poco fueron reunieron más y más datos y Tharp empezó a cartografiar miles de medidas sobre la profundidad de los océanos. Fue un trabajo científico y artesanal al mismo tiempo. Punto a punto, usando lápices, tinta y reglas, Tharp fue marcando la lectura de miles de registros tomados con el sónar por barcos de la Armada. Fue un trabajo aburrido y meticuloso pero que construyó la imagen moderna de la corteza terrestre. slide_246579_1423179_freeEl descubrimiento de la dorsal centro-oceánica de más de 60.000 km de longitud y ciñendo todos los continentes fue una sorpresa espectacular: la mayor cordillera del planeta. Algunas cimas de las dorsales sobresalen por encima del mar y forman islas volcánicas, como Islandia, Santa Elena o Ascensión.
Cuando Tharp empezó a poner junta toda la información se dio cuenta que lo más llamativo no era la línea de montañas de la dorsal sino la profunda hendidura que aparecía en su zona central. Pensó que era algo parecido al valle del Rift en África Oriental, nadie lo había visto antes pero era gigantesca, en algunos lugares más ancha que el Gran Cañón del Colorado y parecían zonas de fractura. Heezen era escéptico al principio pero se convenció cuando detectaron que la grieta coincidía con una cadena de maremotos. Muchos investigadores seguían sin creer en la existencia del rift pero en 1959 se celebró el Congreso Oceanográfico Internacional en Nueva York y Jacques Cousteau mostró allí la película del valle del rift que había grabado mientras cruzaba el Atlántico para asistir a las conferencias.
Con ese descubrimiento puso los cimientos para entender que el suelo marino se está ampliando desde las dorsales centrales y que los continentes se mueven unos en relación a los otros, una teoría ampliamente aceptada en la actualidad pero que entonces fue revolucionaria entre los geólogos y los geógrafos. Mis amigos latinoamericanos y yo nos vamos separando a una velocidad constante, similar a la que nos crecen las uñas y eso está creando nueva corteza terrestre.. Eso explica porque las costas del Atlántico de Sudamérica y África encajan tan bien. Aunque al principio no tuvo apenas apoyo, una serie de datos empezaron a apoyar su mapa. Sus imágenes eran incontrovertibles y el concepto de la tectónica de placas entró primero en el ámbito de los debates razonables y, posteriormente, se aceptó como la doctrina oficial de la estructura de la corteza terrestre.
Gracias a su trabajo quedó claro que la estructura de los océanos, empezaba en las costas y se extendía por la plataforma continental, hasta llegar al talud continental, con un incremento notable de la pendiente que se interna en el océano profundo hasta llegar a la llanura abisal. El mapa del fondo de los océanos deja claro que al igual que en las zonas terrestres existen distintos accidentes en las superficies marinas de los cuales los más llamativos son las dorsales oceánicas y los valles que las acompañan. Estos accidentes geográficos son el resultado de la dinámica de placas, en la cual algunas placas oceánicas se van hundiendo mientras las placas continentales se levantan formando cordilleras, como los Andes. De hecho, la placa del Océano Pacífico, responsable de la formación de larga cordillera de Los Andes, forma una profunda fosa a poca distancia de la costa, con lo que la diferencia de altitud entre la cima del Aconcagua y el punto más profundo de esa fosa supera los 15 km
Años después Tharp contaba que fue una oportunidad única, para cualquiera, pero en particular para una mujer en la década de 1940. Siguió trabajando en ello año tras año y en 1959 completó el primer mapa del Atlántico Norte, en 1961 el del Atlántico sur y en 1964 el del Océano Índico. En 1977 su compañero en estas tareas, Bruce Heezen falleció de un infarto cuando estaba haciendo medidas en un submarino, y ella se focalizó en terminar un mapamundi de las profundidades terminando su gran obra ese mismo año: el Panorama Mundial del Fondo de los Océanos. Por primera vez el suelo marino ya no era un mapa de curvas como si fuera el del tiempo, sino que era como si lo viéramos desde arriba, al igual que vemos la mayoría de los mapas continentales. National Geographic no tuvo interés en él pero fue publicado por el Departamento de Investigación Naval de los Estados Unidos y todavía sigue en uso, cuatro décadas después.
El mapa de Marie Tharp hizo bueno aquella vieja frase de que una imagen vale más que mil palabras y que ver es creer. Pero ella era también algo parecido a una divulgadora científica: sabía poner las cosas de una manera que todos lo pudieran entender. En colaboración con el artista austríaco Heinrich Berann diseñaron un sistema de colores: rojo para las zonas volcánicas, azul celeste para las amplias llanuras abisales, las dorsales centro-oceánicas púrpura como una cicatriz. Algunas personas han dicho que se hicieron geólogas cuando vieron por primera vez el mapa de Marie Tharp.
Recientemente nuestro conocimiento del fondo de los océanos ha mejorado gracias a satélites que miden las variaciones en el campo gravitacional de la Tierra. Ello ha permitido localizar miles de volcanes extinguidos de más de 1.000 metros de altitud. El sistema es curioso, los satélites mandan señales que localizan con exactitud la superficie de los océanos, pero antes tienen que hacer correcciones para eliminar el efecto de las olas y las mareas. Una vez corregido, la superficie del mar no es lisa sino irregular y los accidentes de esa superficie permiten conocer las estructuras profundas. Una montaña sumergida, por ejemplo, ejerce un impulso gravitacional y dobla la superficie del mar hacia fuera. Sin embargo, todo aquello que esté cubierto por sedimentos no se puede detectar y así, el 90% del fondo de los océanos sigue sin conocerse. Aun así, cada vez sabemos más. El 2 de febrero de 2009, Google Ocean abrió la topografía del fondo de los mares a todo el que quisiera verla y tuviera una conexión a internet.

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