Ya van allá diez años del fallecimiento de
Carlos Casares; con tal motivo, la editorial Galaxia -que él dirigió durante años-, abrio
un blog en el que desde el día 9 de marzo hasta el 31 de diciembre, se irán publicando artículos, reflexiones, estudios y recomendaciones sobre la obra de este autor.
Nos piden nuestra colaboración, y
aquí está:
"Atendiendo a mi faceta profesional, me piden que reseñe alguna obra infantil de Carlos Casares. Es cosa fácil, podría hablar de algunas obras que escribió dirigidas a niños y niñas. En una lectura actual, diría que en todas ellas hay una visión respetuosa e integradora de la diferencia, de lo que no es igual que todo lo demás; algo que en los tiempos que corren debe entenderse como un valor. Así, "A galiña azul", "As laranxa máis laranxas de todas as laranxas" o "Lolo anda en bicicleta", serían obras de las que recomendaría a su lectura en las aulas.
Sin embargo, voy a reseñar su contribución como traductor de "O Principiño". No es necesario decir aquí que Casares sabía que para fortalecer y mantener viva la lengua gallega, no bastaba con publicar obras escritas en gallego, sino también, hacer la traducción desde otros idiomas, siendo determinante el cometido de un traductor; y él, que atesoraba cerca de cien ediciones distintas de la obra de Saint-Exupéry, fue mucho más que un traductor, era un admirador de este personaje aparentemente ingenuo e incluso estrambótico, pero lleno de las razones que nos faltan a los adultos. Por ello, como persona interesada en la comprensión y atención de la infancia, le agradezco a Carlos Casares que me permitiese leerlo en mi lengua materna, y se lo recomiendo a todas aquellas que pensamos que estamos sacando nuevas hornadas cocidas con el fuego de la prisa y de la codicia.
Yo, en un ejercicio de revitalización profesional, de vez en cuando, preciso que un principito que vive sólo en su asteroide B612 me diga que se me está cerrando la imaginación por la falta de uso; que tengo que hacer lo que yo quiero y no lo que los otros quieren; que merece la pena gastar cincuenta y tres minutos en ir a beber a una fuente o en esperar un ocaso. Preciso que un niño irritado me haga cuestionarme todas las respuestas hechas que doy sin pensar y que me confíe el secreto del zorro: "Solamente se ve bien con el corazón. El esencial es invisible para los ojos." Y quiero que todo esto me lo diga en gallego, en la lengua en la que me gusta escuchar hablar a los niños."
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