Comienza la cuenta atrás. Tras el periodo de tanteo, el combate se ha puesto muy serio: la 'táctica del rodillo' elegida por el rival está dando sus frutos y amenaza con noquear al boxeador de calzón verde, ese delgaducho inconsciente y conformista que no se hace una idea de lo que está en juego. La pelea empezó muy mal para él, pero sorprendentemente se repuso haciéndose con el control y lanzando sus mejores ganchos desde hacía 20 años; después de esos momentos de euforia, cansado por el esfuerzo y con el público en contra, vuelve a estar de nuevo contra las cuerdas sin apenas protegerse ante lo que se le viene encima.
La metáfora no podría ser más gráfica: puede que la lucha por la Educación Pública se encuentre en los últimos asaltos, los definitivos antes de que toque la campana o que recibamos el golpe de gracia del contrincante. Durante mucho tiempo se ha advertido que la privatización de la enseñanza no era una simple hipótesis o un cuento de terror para asustar a los más impresionables: el plan está saliendo a la perfección desde sus primeros pasos y sus responsables preparan el sprint final. Decimos que estamos en la penúltima fase porque ya se han agotado las anteriores:
degradación del sistema (cierre de CAP, subida de ratios, vapuleo mediático, reducción de presupuesto),
puesta en comparación -injusta y manipulada- con el resto de opciones (regalo de suelo público a empresas privadas y órdenes religiosas, multiplicación de conciertos educativos, blindaje por ley a los centros segregadores) y
adelgazamiento de la estructura pública mediante despidos multitudinarios de interinos y resto de personal docente. Esta penúltima etapa es la del diseño del "funeral", también llamado
reordenaciones (se explica fantásticamente en
Apuntes de un profe de lite y lengua, un imprescindible blog que ha ido relatando este proceso de degradación de la Pública casi desde sus inicios), para finalizar con la
ejecución propiamente dicha durante los dos próximos cursos escolares.
Hace unos pocos años, este ataque apenas era percibido por la comunidad educativa. Nadie podia imaginarse que llegaría este momento, e incluso ahora muchos docentes siguen en la fase de negación: la cruda realidad de muchos maestros y profesores es que no volverán a ejercer (¿cuántos interinos se han quedado en la calle?), y una gran cantidad de funcionarios con plaza se verán desplazados a corto plazo de sus destinos definitivos. Ya ni hablamos, para no repetirnos, del bajón de la calidad educativa o de todo lo que hemos perdido ya (aulas de enlace, programas de educación compensatoria, profesorado de apoyo, dotaciones de recursos, infraestructuras y fondos públicos para dar cobertura a los más necesitados, becas y ayudas, ratios razonables...). Que nadie se piense que, siguiendo en esta misma actitud pasiva y derrotista, las cosas van a mejorar: meter la cabeza bajo tierra solo conllevará el empeoramiento de las condiciones de todos los sectores, muy en especial de nuestros alumnos.
Por eso debemos elegir: "¿profesores hasta cuándo?", si asumimos que nos han puesto fecha de caducidad y que nuestros trabajos, derechos y funciones serán atropellados impunemente en cualquier momento, o "profesores: ¿hasta cuándo?", si es que aún nos corre sangre por las venas y decidimos plantarnos ante este saqueo, legalizado por quienes odian que todas las personas tengan una oportunidad en la vida. ¿Hasta cuándo vamos a mirar hacia otro lado? ¿Es que si no sufro las consecuencias, ya no en mi propio centro, si no en mi propia persona,no voy a ser reaccionar? Es nuestro deber como profesionales: la docencia no solo consiste en meterse en una clase durante unas horas al día, sino en valorar la gigantesca influencia que tenemos en la formación de una sociedad y obrar en consecuencia. Nadie dijo que fuera fácil, pero aún es posible parar el desastre que será histórico si no detenemos esta locura: los sanitarios nos han enseñado cómo se resiste y se vence, y sobre todo que nadie va a defender nuestro trabajo por nosotros: es la tutora de 5º, los del departamento de Lengua, el interino de Educación Física, el provisional de Matemáticas... los que tenemos que luchar, no decir que la responsabilidad o la culpa la tiene otro. Es necesario quitar el miedo a luchar: empecemos por hablar en los recreos de la LOMCE (sorprendería saber el porcentaje de docentes que desconocen su contenido: ¡hay que difundir!), por recoger firmas, por convencer al compañero para asistir a una Asamblea de profesores, por informar a las familias de las consecuencias de los recortes, ¡por indignarse y hacer algo para cambiar lo que no le gusta a prácticamente nadie! Depende de nosotros, no defraudemos a toda una sociedad.
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