UniDiversidad. El blog de José R. Alonso. |
Posted: 01 Oct 2013 02:43 PM PDT
El siglo XIX culminó las exploraciones de nuestro planeta. Las grandes expediciones marítimas de portugueses, españoles e ingleses habían dejado ignotos para los países desarrollados el interior de tres continentes: América, Oceanía y África. En ese siglo, Lewis y Clark en Norteamérica, Burke y Wills en Australia y Park, Livingstone, Burton, Speke, Baker y Stanley en África, culminaron la presentación a científicos, políticos y periodistas las regiones desconocidas del planeta. Solo los dos polos tuvieron que esperar sus primeros visitantes hasta comienzos del siglo XX. La diversidad biológica fue siendo conocida al mismo tiempo que se completaba el registro geográfico. Los ojos europeos vieron por primera vez un canguro en 1770 y en las décadas siguientes contemplaron con asombro también por primera vez emus, orangutanes, traídos por la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, y dragones de Comodo. No aparecieron sirenas, a pesar de numerosos intentos de fraude mezclando restos de peces y de monos como los presentados por P.T. Barnum en su "Mayor espectáculo del mundo" ni dragones, aunque unos gigantescos huesos, mayores de todo lo conocido, fueron descritos científicamente en 1824 abriendo al conocimiento popular la existencia de los dinosaurios. Pero el descubrimiento más espectacular de la taxonomía del siglo XIX fue probablemente que otro de esos seres mitológicos era real. Hannón el navegante, un explorador cartaginés del siglo V antes de Cristo había explorado la costa de África, fundado siete ciudades en la costa atlántica africana como posibles estaciones de comercio y llegado aparentemente hasta el golfo de Guinea. Es una pena que el aniquilamiento de Cartago por parte de los romanos nos haya privado de una cultura probablemente apasionante pero afortunadamente el cuaderno de bitácora de Hannón fue llevado al templo de Baal en Cartago y traducido posteriormente por los griegos, otro pueblo marítimo, como un relato, el Periplo de Hannón. Al final de su viaje Hannón encontró una isla densamente poblada con gente salvaje y muy peluda. Lo cuenta así en su relato:
Las mujeres eran mucho más numerosas que los hombres y tenían gruesas pieles. Nuestros intérpretes los llamaron Gorillai [que significaba tribu de mujeres peludas]. Les perseguimos pero no pudimos capturar a ninguno de los hombres; se subían a la cima de precipicios a los que trepaban con facilidad y nos tiraban rocas. Capturamos tres de las mujeres pero luchaban de forma tan violenta, mordiendo y desgarrando a sus captores, que tuvimos que matarlas y las arrancamos su piel que llevamos de vuelta a Cartago. Habiéndonos quedado sin provisiones no pudimos ir más allá.
El historiador romano Plinio el viejo contaba que esas pieles de gorila estuvieron en el templo de la diosa Tanit hasta que el ejército romano, bajo el mando de Escipión Emiliano, destruyó Cartago.El primer conocimiento del gorila como un ser real por alguien no africano fue realizado por el misionero americano Thomas Savage que obtuvo unos cráneos en Gabón/Liberia en 1846. El nombre específico se lo puso Geoffroy Saint-Hilaire en 1852. La persona que mostró el primate desconocido al gran público occidental fue Paul du Chaillu, un cazador francés-norteamericano, sin formación pero con buena puntería que fue enviado por la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia a África en 1855. Du Chaillu exploró las regiones de África occidental cercanas al Ecuador, en particular el delta del río Ogooué y el estuario del Gabón. Tras cuatro años de expedición por esa región abandonó África con 20 pieles de un simio enorme al que los indígenas denominaban njena. El animal pronto fue conocido como gorila, debido a aquel relato cartaginés de dos mil quinientos años de antigüedad. Suspirando por el dinero y los honores de los grandes descubridores, Du Chaillu montó una gran exposición en Nueva York con los trofeos de su viaje pero allí competía con el rey de los espectáculos P.T. Barnum y no tuvo éxito. Era muy criticado, se decía que solo había comprado sus trofeos y no era un verdadero explorador. Desalentado, se trasladó a Inglaterra y el 25 de febrero de 1861 presentó una nueva exhibición de sus hallazgos en la Royal Geographical Society. Entre la audiencia estaban Richard Owen, pionero de la Anatomía comparada, considerado el mejor anatomista de Inglaterra y acérrimo oponente a lo que consideraba la visión materialista del cambio biológico propuesta por Darwin en su teoría de la evolución; Thomas Huxley, el primer darwinista llamado por algunos "el bulldog de Darwin"; Francis Galton, primo de Darwin y experto en estadística y eugenesia y William Gladstone, el único inglés que ha sido primer ministro del Reino Unido cuatro veces. Owen conocía los gorilas. Había recibido el primer esqueleto completo en 1851 y en 1859 un cuerpo entero de un macho sumergido en aguardiente pero esos especímenes no eran conocidos del público. Du Chaillu salió al escenario entre dos gorilas disecados en una pose de agresividad y violencia, algo que no encaja demasiado con la imagen actual de estos animales herbívoros pero que consiguió la atención asustada del público. Un año y medio antes, Darwin había publicado "El Origen de las Especies" y la posición del hombre en la naturaleza y nuestra relación con animales parecidos a nosotros como los grandes simios eran temas de ardiente actualidad y acalorados debates. Inmediatamente se produjo un enfrentamiento entre Huxley y Owen. Los periódicos, más interesados en los temas científicos que los actuales, lo llamaron "the Gorilla War", la guerra del gorila. Los dos animales erguidos a dos patas fueron mostrado como gigantes violentos y peligrosos, un reto a la supremacía del hombre. Por otro lado, eran demasiado parecidos a nosotros para que nos sintiéramos cómodos. A una especie, la nuestra, que afirmaba haber sido creada por Dios a su imagen y semejanza se le presentaba un animal de rasgos muy parecidos solo que más grande y más fuerte. Era además la época y el lugar (la Inglaterra victoriana) donde las interpretaciones literales de la Biblia, la opinión de los teólogos y las convenciones sociales estaban siendo zarandeadas por las observaciones y las ideas de Darwin, el mejor científico de todos los tiempos. Aunque el tema que subyacía era si el hombre era una especie más de la naturaleza o un ser excepcional, separado claramente del resto de los animales, la discusión se centró en el cerebro. Parece lógico, todo aquello que pensamos que define a un ser humano, que le convierte en un ser distinto, está ahí. Richard Owen había publicados varios artículos científicos sobre las diferencias anatómicas entre simios y hombres y su conclusión final era su punto de partida, que ambos grupos habían sido creados independientemente y era imposible que unos hubieran derivado hacia los otros. Owen forzó su razonamiento hasta proponer a la Sociedad Linneana de Londres que los humanos no deberían ser un orden específico dentro de los primates sino una diferencia mucho más importante, una subclase diferente dentro de los mamíferos. Darwin comentó este artículo y dijo que "el artículo de Owen es un gran "paper", pero no me puedo tragar que la distancia de un hombre a un chimpancé sea como de un ornitorrinco a un caballo. Me pregunto qué diría un chimpancé al respecto." Owen había reconocido que había una gran similitud de estructura: cada diente y cada hueso tenía su homólogo entre los grandes simios y los humanos, pero al llegar al órgano más importante, al cerebro había –según él- tres diferencias fundamentales: los simios no tenían en su cerebro un lóbulo posterior, no tenían un asta posterior en los ventrículos y no tenían un hipocampo menor, dando la máxima importancia a esta última estructura. Owen llegó a proclamar que esta estructura, el hipocampo menor, era básica para que el hombre completara su destino como ser supremo de la creación teniendo a su disposición todos los demás seres creados. El hipocampo menor, también conocido como calcar avis o espolón de Morand es una proyección de la pared interna del asta posterior del ventrículo lateral del cerebro y nunca tuvo ni antes ni después de esta discusión un gran interés. No tiene nada que ver con el hippocampus maior o hipocampo. Huxley pensó que la apuesta por el hippocampus minor era un grave patinazo de Owen y una magnífica oportunidad para vencerle y desacreditarle. Huxley empezó a hacer disecciones sistemáticas de los cerebros de monos buscando esta estructura con la firme determinación de arrastrar a Owen y sus argumentos por el barro: "antes de que acabe con las patrañas de ese mentiroso, le clavaré como una cometa a la puerta de un granero como ejemplo para todos los que hacen mal las cosas". El objetivo de Huxley iba mucho más allá que ganar un debate intelectual y científico. Quería liquidar la dominación de la ciencia británica por clérigos ricos como Owen y crear un nuevo concepto del científico, como un funcionario asalariado y laico, libre en el diseño y los objetivos de su investigación y no condicionado por creencias, versículos bíblicos o apriorismos. Frente a los que intentaban denigrar a Darwin como descendiente de un mono, Huxley respondió que era "tan respetable ser un mono modificado como ser barro modificado" en referencia al retrato bíblico de cómo fuimos creados. Owen se encastilló en sus argumentos y llegó a decir que "el cerebro del gorila se diferencia más del cerebro del hombre que del primate más inferior" insistiendo en sus argumentos de que eso era debido a que solo el hombre tiene un lóbulo posterior, un asta posterior en los ventrículos y un hipocampo menor. A finales de 1860 Huxley estaba desquiciado por la pérdida de su hijo por una escarlatina y puso su furia en un artículo en el que atacaba a Owen, sus ideas y su profesionalidad diciendo que era "culpable de una falsedad voluntaria y deliberada". El debate continuaba y tras la presentación de Du Chaillu y sus animales disecados, Owen dio una charla sobre los cerebros del "gorila y el negro" reiterando que solo los humanos tienen el hippocampus minor. Esta charla fue publicada en la revista del club Athenaeum, del que eran socios Owen, Huxley, Darwin y Charles Dickens, con unas ilustraciones descuidadas y sin anotar. Owen había puesto por escrito sus argumentos sin cuidar ni la forma ni el fondo. Huxley aprovechó la oportunidad y lanzó toda su artillería contra ese artículo ridiculizando a Owen por esas ilustraciones y acusándole de no mencionar resultados de otros anatomistas que describían que las tres estructuras cerebrales supuestamente exclusivas del hombre estaban presentes en otras especies de primates. Owen quedó maltrecho y se intentó disculpar como pudo, llegando a echar la culpa de las imágenes al "artista" y defendió que su argumento seguía siendo correcto. Huxley respondió escribiendo que "la vida es demasiado corta para ocuparse de matar una vez más al que ya está muerto" en referencia al duro golpe que habían recibido las ideas de Owen. Mientras, George Rolleston encontró las tres características supuestamente exclusivas del cerebro humano en el cerebro del orangután. Owen respondió diciendo que era un tema de definición anatómica. Huxley le dio otra vuelta de tuerca entonces haciendo una disección en público del cerebro de un mono araña que había fallecido en el zoo de Londres y demostrando la presencia de las tres estructuras en disputa. John Marshall publicó otro artículo encontrando las estructuras en el cerebro del chimpancé y mostrando cómo un cerebro si no se extrae bien y no se preserva adecuadamente mostraría un aspecto similar a las ilustraciones de Owen. El debate que para entonces ya se conocía como la Gran Cuestión del Hipocampo siguió en el 1862. William Henry Flower revisó artículos previos y unió sus propios resultados para mostrar los cerebros de dieciséis especies de primates, incluyendo prosimios, monos y un orangután. Tras indicar que él no tenía interés en el debate sobre la trasmutación de las especies o el origen del hombre, no solo encontró las tres estructuras supuestamente inexistentes de Owen sino que indicó que el hipocampo menor era especialmente grande en el mono tití, comparativamente mucho más que en el humano. El debate se volvió internacional. Dos anatomistas holandeses Jacobus Schroeder van der Kolk y Willem Vrolik vieron que Owen había usado repetidamente su ilustración de 1849 del cerebro de un chimpancé y para evitar confundir al público hicieron la disección de un orangután que había muerto en el zoológico de Ámsterdam informando en una reunión de la Real Academia Holandesa de las Artes y la Ciencia que el cerebro tenía las tres características anatómicas que Owen decía ser exclusivas de los humanos. Admitieron incluso que su ilustración anterior era incorrecta por su modo de extraer el cerebro y sugirieron que Owen estaba "perdido" y había "caído en una trampa". Huxley, implacable, se encargó de reimprimir aquel informe y traducirlo al francés para darle aún más difusión. Huxley debía ser un excelente amigo pero era aún más formidable como enemigo. La reputación de Owen quedó seriamente dañada. No tanto por su forma de trabajar sino por haberse aferrado a una explicación que los hechos iban desmintiendo contundentemente. Huxley y sus amigos científicos del "X Club" ganaron la partida y utilizaron la revista Nature para diseñar en gran manera la Ciencia del siglo XXI. Richard Owen fue el primer director del museo de Historia Natural de Londres. Allí compró el fósil más famoso de todos los tiempos, el Archaeopteryx. Owen lo describió como un pájaro (tenía plumas) pero Darwin estaba feliz porque cumplía su predicción de que aparecería un antecesor de las aves con los dedos del ala sin fusionar. Owen fue descrito por varios de sus coetáneos como una persona "con tendencias sádicas", "adicto a la controversia y con una tendencia a la arrogancia y los celos", un "maldito mentiroso", un "egoísta fanático" mientras que otro comentó que era "una pena que alguien con tanto talento fuese tan ruin y envidioso". Owen intentó robar distintos descubrimientos a algunos científicos y plagió a otros y cuando Darwin que debía ser un hombre bastante bondadoso se enteró de que Owen estaba intentando quitar la subvención que recibía Hooker, otro darwinista, para la colección de los jardines botánicos de Kew dijo "Me deba vergüenza odiarle tanto, pero ahora podré disfrutar cuidadosamente de mi odio y mi desprecio hasta los últimos días de mi vida". Las estatuas de Owen y Darwin estuvieron colocadas en la Sala Norte del Museo de Historia Natural del Reino Unido. En 1885, la estatua de Darwin tuvo un lugar de honor al ser trasladada a la Sala Central, algo que probablemente no habría gustado al envidioso Owen. En 1927 la estatua de Darwin fue desplazada de nuevo a la Sala Norte por la estatua de Owen que recibió ellugar prominente en la Sala Central. Finalmente, en 2009, con motivo del bicentenario de Darwin, la estatua de éste volvió al lugar de honor. Y es que al final, como nos enseñaron las películas del Oeste, siempre ganan los buenos. Para leer más:
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